lunes, 3 de febrero de 2014

LECTIO DIVINA Vencido para vencer


INVOCATIO: Dios mío, crea en mí un corazón puro.


LECTIO: 2Sam

15,13-14.30;16,5-13. El hijo de David, Absalón

se subleva contra él y lo quiere matar. Tiene el pueblo a su favor. David huye

de Jerusalén. Sal 3,2-8. Levántate, Señor, y sálvame. Lc 5,1-20. Jesús cura el endemoniado de Gerasa; la Legión de demonios se precipita

sobre el mar de Galilea.




MEDITATIO: Continúa la comparación estrecha entre David, el rey de Israel

y Jesús, el nazareno, el rey de los judíos. David no las tiene todas consigo.

En sus últimos años, una turba de tragedias le persigue. Todo un monarca huye

descalzo y llorando y con la cabeza gacha, en estampida, hacia el monte de los

olivos. Más parece una procesión de penitencia que una retirada militar. Unos

pocos de entre los jerosolimitanos se le añaden en compunción y dolor. La

historia empezó dulce y prometedora y se ha tornado agria y sin esperanza. El

enemigo se acerca, ya le pisa los pies, no es un cualquiera, es el hijo de sus

entrañas, Absalón y está decidido a eliminar a su padre. Mientras suena el bajo

fúnebre en el telón de fondo, una voz solista añade más notas de tragedia. “Fuera,

fuera, hombre sanguinario, usurpador y canalla”. David reconoce su merecido en

el insulto y el rechazo de Simei. Es un eco pálido de una queja del Señor por

sus conductas depravadas. Siglos más tarde también gritarán las multitudes

contra el Nazareno: “fuera, fuera, crucifícalo”. Son las voces del príncipe de

la maldad que ha declarado la guerra al Hijo de Dios. Jesús recorría todos los

poblados y aldeas, predicando, curando y expulsando demonios. El Mesianismo

anunciado había de consistir en erradicar el espíritu del mal en el mundo. La

otra orilla del mar, la región de los gerasenos se distinguía por ser un ambiente

hostil a los judíos. En medio de unas montañas verdes, espléndidas, los

gerasenos vivían en cuevas sombrías y se ganaban la vida con la engorda de

cerdos, animales impuros y prohibidos. Para cargar la atmósfera con más tinta,

había un geraseno con fama de endemoniado que deambulaba en los cementerios,

rompía las cadenas y le encantaba azotar las tumbas con ellas para producir

chasquidos y sonidos estridentes. Los discípulos tienen miedo. El Demonio mayor

está desatado y suena a querer eliminar del escenario al tal Maestro, Jesús de

Nazaret. La guerra está declarada desde hace tiempo. Jesús, muy al contrario de

David, no huye del enemigo, lo enfrenta. “Sal de este hombre, espíritu impuro”.

Su nombre era Legión pues no era ni uno ni dos, eran cientos y se precipitaron

en toda la piara de cerdos de la región y se ahogaron en el mar de Galilea. Los

cerdos hacen alusión a lo impuro y prohibido, la legión a los batallones

romanos, venidos a invadir y privar de libertad, el mar al lugar infame donde

Dios antaño dio muerte a los egipcios tiranos que esclavizaron a Israel. La

distancia que media entre ambos reyes es considerable. El reino de David es de

este mundo y tiene que ver con la soberanía de unos sobre otros. El de Jesús no

es de este mundo y tiene que ver con la soberanía del bien sobre el mal. Uno

tiene las manos impuras, el otro las tiene limpias. Uno huye y se retira por

miedo a la muerte, para que no le quiten el trono que duró unos cuantos años;

el otro se entrega libremente a la muerte por amor para ser coronado en la cruz

como rey de los judíos para siempre. 




ORATIO: Jesús, rey de reyes, vencedor

del mal y de la muerte. Te dejaste azotar para golpear al pecado. Te dejaste

humillar para derrotar la soberbia. Te dejaste insultar para ganar al orgullo.

Te dejaste despreciar para triunfar en amor. Te dejaste morir para vencer a la

muerte. Gracias Señor. Ayúdame a seguir tus pasos, ayúdame a abrazar tu reino. 




CONTEMPLATIO:  Vencido para vencer





ACTIO: Ejercicio. La victoria sobre el mal no es de

un día para otro. Es una lucha de toda la vida. Un programa a largo plazo. El

Tentador estará ahí siempre, con apariencia de llevar la delantera. Lo dicen

todas las estadísticas mundiales. Urge trazar una estrategia militante contra

el vicio, las pasiones desordenadas, las inclinaciones malsanas, la pereza, la

lujuria, la vanidad, la soberbia. Programa por objetivos. Abrazar el Reino de

Cristo, seguir sus pasos. La victoria está garantizada. Traza ya tu programa.








                           

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