miércoles, 25 de febrero de 2015

Cura de Ars

Cura de Ars: Año Jubilar por los 200 años de su ordenación como sacerdote




San Juan María Vianney, el Cura de Ars. Imagen Portraits of Saints (www.portraitsofsaints.com)

PARIS, 25 Feb. 15 / 08:22 am (ACI).- Los obispos de las diócesis francesas de Lyon, Grenoble y Belley-Ars, han dispuesto la celebración de un Año Jubilar al conmemorarse en 2015 los 200 años de la ordenación sacerdotal de San Juan María Vianney, más conocido como el Cura de Ars.

La celebración se da cuando en la diócesis de Belley-Ars el Obispo ha debido tomar la grave decisión de retirar el Santísimo de todas las iglesias y capillas de la localidad para proteger la Eucaristía, muy querida siempre por el Cura de Ars.

San Juan María Vianney fue ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815 en el Gran Seminario de Grenoble, razón por la cual los Obispos han dispuesto la realización del Año jubilar desde el 8 de febrero hasta el 8 de diciembre de este año.

Sobre este aniversario, el Obispo de Belley-Ars, Mons. Pascal Roland, señala que “valorar este aniversario 200 no es buscar un pretexto para hacer fiesta. (…) No buscamos ceder a un espíritu nostálgico, es tomar consciencia de que Dios interviene en nuestra historia y recordar que Dios sigue cuidándonos, hoy como ayer”.

“Hace 200 años, la villa de Ars, como el resto de nuestro país (Francia), conocía la pobreza espiritual, la miseria moral y social. El ateísmo militante y la violencia revolucionaria habían calado y asistíamos a un adormecimiento de la vida cristiana. En ese contexto, el Señor envió a su pueblo a un buen pastor que reveló el amor de Dios y al prójimo”.  

El Prelado afirma que Dios “dio un buen pastor que mostró la misericordia de Dios a sus parroquianos y difundió este amor en el corazón de todos”.

Tras resaltar que con el Cura de Ars Dios muestra que siempre es fiel a sus promesas y a su alianza, el Obispo señala que este Año Jubilar también debe servir para ayudar a sostener a los sacerdotes y para promover las vocaciones al sacerdocio: “no olvidemos que en la familia Juan María Vianney aprendió a amar a Dios y al prójimo: ¡la familia es la cuna de las vocaciones!”

Su vida

San Juan María Vianney es conocido como el Cura de Ars por el nombre del pueblo en el que sirvió durante 41 años. Fue un gran confesor, tenía el don de profecía, recibía ataques físicos del demonio y vivió entregado a la mortificación y la oración. Es el patrón de los párrocos.

Su gran amor por la salvación de las almas lo llevaba a pasar cerca de 11 horas en el confesionario donde arrebató muchas almas al demonio que molesto lo atacó, incluso físicamente, durante 35 años.

En febrero de 1818 lo trasladaron a Ars. El Vicario General le dijo: "no hay mucho amor en esa parroquia, tú le infundirás un poco". Cuando llegó al lugar dijo una profecía, "la parroquia no será capaz de contener a las multitudes que vendrán aquí".

Al ser un pueblo muy atraído por lo mundano, cuando salía a orar por la pradera hablaba con los lugareños sobre las cosechas, el tiempo, sus familias. Se preocupaba por los pobres y vivía intensamente la virtud de la humildad.

Era desprendido de las cosas materiales, al punto que dormía en el suelo de su cuarto porque regaló la cama, comía solo papas y de vez en cuando un huevo hervido.

Siempre decía que “el demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de pelo; lo que realmente teme es a la reducción de comida, bebida y sueño".

Una vez el demonio hizo temblar su casa por 15 minutos, en otra ocasión quiso sacarlo de la Misa e incendió su cama pero el Santo mandó a otras personas apagar el fuego y él no dejó el altar. El demonio hacía mucho ruido para no dejarlo dormir y también le gritaba desde la ventana: "Vianney, Vianney comepapas".

Una de las secuelas de la Revolución Francesa –que fue marcadamente anticatólica– fue  la ignorancia religiosa. Para intentar remediarla pasaba noches enteras en la pequeña sacristía de su parroquia escribiendo y tratando de memorizar sus sermones. No tenía buena memoria y le costaba mucho retener lo que escribía.

Instruía a los niños en el Catecismo y luchó para que la gente no trabajara o estuviera en las tabernas los domingos.

Su popularidad fue creciendo y eran miles las personas de todas partes que llegaban para confesarse con él. El último año de su vida acudieron más de 100 mil personas a quienes confesó.

Le concedieron al pueblo el permiso de construir una Iglesia, lo que garantizaría la permanencia de Santo. Su tierno amor por la Virgen María llevó a que consagre su Parroquia a la Madre de Dios. Hasta ahora se mantienen en el mismo lugar la estatua de la Virgen que él colocó en la entrada.

A las 2:00 a.m. del sábado 4 de Agosto de 1859, el Cura de Ars encomendó su alma a Dios. Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars.

El 8 de Enero de 1905, el Papa Pío X lo Beatificó y en la fiesta de Pentecostés el 31 de mayo de 1925, el Papa Pío XI lo declaró Santo.

Lee más de la impresionante vida de San Juan María Vianney enhttp://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=233 


lunes, 23 de febrero de 2015

A dos años de su Pontificado

Cumplidos dos años de su pontificado hay que reconocer que el Papa Francisco no sólo ha conseguido la atención de los medios de comunicación e incluso de quienes se sentían más alejados de la Iglesia, sino que también ha desatado una serie de oleadas en su contra procedentes de sectores con sensibilidades tanto de izquierdas como de derechas.

Apenas fue elegido y ya se escucharon las primeras voces críticas, que en este caso procedían de Argentina. En aquellas primeras semanas algunos periodistas y personas interesadas comenzaron a difundir el bulo de que el Papa había colaborado con el gobierno durante la sangrienta dictadura del General Videla. Ciertamente se pudo comprobar en poco tiempo que no sólo no había sido así, sino que el Papa fue un verdadero héroe salvando a muchos perseguidos incluso a riesgo de su propia vida.
           
Estos primeros ataques contra la honorabilidad de Francisco provenían sobre todo de fuera de la Iglesia, pero pronto la discusión se instaló en casa. Al aparecer la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium muchos se indignaron por su claro posicionamiento en contra de algunas teorías neoliberales defendidas por economistas, políticos, filósofos y teólogos conservadores.

Una verdadera lluvia de invectivas vino de sectores católicos ligados a ideologías consideradas “de derechas” y también del Partido Republicano de los Estados Unidos, de bases tradicionalmente protestantes. Hubo quien negó el carácter cristiano del Papa por estar en desacuerdo con las políticas que generan una desigualdad creciente en todo el mundo o lo tachó inmediatamente de “marxista”. Las críticas eran injustas y desacertadas, pero mostraron hasta qué punto los ánimos pueden llegar a  exaltarse ante el testimonio sincero de un hombre valiente.
           
No han sido las únicas polémicas, ni siquiera las más fuertes. Tal vez la más intensa y de mayor calado ha sido la generada por las discusiones del último Sínodo sobre la Familia, básicamente por dos cuestiones delicadas: qué supone para el sacramento del matrimonio aceptar la comunión de los divorciados que se han vuelto a unir con una tercera persona, y la atención pastoral a los homosexuales.
           
Muchos católicos querrían una Iglesia en la que no hubiese discusión ni discrepancias y que proyectara una imagen nítida de unidad fraternal, porque tal vez así diese un grandioso testimonio al mundo. Lo cierto es que la Iglesia, que es santa, lo es a pesar de nuestra frágil humanidad, no por nuestros esfuerzos, sino por ser la Esposa de Cristo. El amor mutuo que Cristo nos pidió no es el de las lápidas que se alinean quietecitas formando calles en los camposantos.
           
La Iglesia es el pueblo de Dios, un pueblo vivo y rico que se expresa en diferentes modalidades culturales, artísticas, políticas, y en propuestas y criterios que varían según las áreas geográficas, las sensibilidades y las circunstancias históricas. Un pueblo que nace de una experiencia real, que tienen y han tenido hombres y mujeres de los últimos veinte siglos, y que consiste en encontrarse  dentro de la vida ordinaria con la realidad viva y extraordinaria de Cristo.
           
Como nos recordaba Benedicto XVI en Deus caritas estresulta un error pensar que alguien se hace cristiano por estar de acuerdo con una visión ideológica o moral, y no lo es menos pensar que el desacuerdo con determinadas intervenciones del Papa, o con decisiones morales que pueden ser comprendidas de maneras distintas en diversas épocas, nos deja a nosotros, o a otros, fuera del pueblo de Dios.
           
Más bien conviene entender que el encuentro con Cristo pone ante nosotros y a la vez elementos objetivos y subjetivos. El elemento objetivo fundamental es Su Presencia y, junto a ella, Su Palabra, que está en el Evangelio y es interpretada y comprendida por la Iglesia especialmente en los dogmas. Esto es evidente: no se puede ser cristiano si nos alejamos de Cristo para construir una religión a nuestra medida y según nuestros intereses, o adaptada a nuestras pasiones o pecados.