miércoles, 11 de diciembre de 2013

LECTIO DIVINA Un yugo de amor.

INVOCATIO: Bendice, alma mía, al Señor; que todo mi ser bendiga su nombre.

 

LECTIO Is 40,25-31. Pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan. Él fortalece al que está fatigado y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor. Sal 102,1-4.8.10. Bendice, alma mía al Señor; que todo mi ser bendiga su nombreMt 11,28-30. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados y yo los aliviaré.

 

MEDITATIO: El tema de hoy, el yugo. Tema para campesinos. Tema para arar las tierras del espíritu. Cada frase, cada palabra de la Escritura es como espada penetrante, de doble filo, como lluvia que no volverá a evaporarse hasta no empapar la tierra reseca. El mensaje es frontal, invadente, intenso, multicolor. Isaías habla del Mesías Siervo y lo representa como un discípulo que va siempre en busca de una palabra de consuelo para poder animar a los desalentados: “El Señor Yahvé me ha concedido una lengua de iniciado, y ha puesto en mi boca las palabras para aconsejar al que está abatido. Cada mañana, él me espabila y yo lo escucho al oído”. Los judíos no aceptan algunos capítulos de Isaías. No les gustó ni mucho ni poco, un Mesías blando, doliente y sin garra. El Mesías de ellos tendría siempre la espada desenvainada, listo para cortar cabezas, someter y “subyugar”. El yugo colocado sobre el cuello del buey permitía controlar todos los movimientos del animal y de este modo quedar sometido a la merced del amo. Un Mesías manso y servil no va con el triunfalismo de un pueblo predilecto a quien Dios donó la mejor de las tierras, la que mana leche y miel. Todavía hoy día, los judíos esperan un Mesías dominador, tirano de todo pueblo y nación, conquistador y vencedor de la tierra de promisión. Cargará sobre las naciones un yugo de poder y majestad, de dominio absoluto y sumisión incondicional. En el Evangelio, Jesús vuelve a hablar del yugo. Pero su yugo es suave, de carga ligera y su función no es dominar y señorear, sino llevar consuelo al deprimido, alivio al cargado de estrés,  solaz al cansado, liberación al detenido, bálsamo al herido y al pobre, en definitiva: amor. De esta manera, tomar el yugo de Jesús suponía depender completamente de Dios, según el estilo de vida propuesto por un Mesías manso y humilde. En suma, el yugo fabricado por el carpintero de Nazaret a la medida de cada discípulo no es otra cosa que AMOR. Un yugo de amor no impuesto sino aceptado libremente. Lo que la sociedad de este siglo no ha advertido es que el hombre de hoy, esclavo, camina bajo muchos tipos de yugos. El yugo costosísimo de la moda, el del dinero fácil o mal habido, el de las adicciones a escondidas, el de la diversión de fin de semana, el del celular esclavizante, el de la moral a la carta, el del ateísmo indiferente, el del intercambio alegre de parejas. Son todos yugos inadvertidos, cargados a precios muy altos; y sobre todo yugos sin Mesías. Los judíos del tiempo de Jesús rechazaron al Mesías y cargaron con el yugo de la soledad, del desprecio y rechazo de las naciones. Al Igual, los hombres de hoy también han rechazado al Mesías y han asumido yugos insoportables y de alto precio. Tal vez valga la pena probar ahora al revés. Aceptar a este Mesías manso y humilde y cargar con el yugo suave del amor.

 

ORATIO: ¡Señor! haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, ponga yo amor; que donde haya ofensa, ponga yo perdón; que donde haya discordia, ponga yo unión; que donde haya error, ponga yo verdad; que donde haya duda, ponga yo la fe; que donde haya desesperación, ponga yo esperanza; que donde haya tinieblas, ponga yo la luz; que donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh Maestro! Que no me empeñe tanto en ser consolado, sino en consolar; en ser comprendido, sino en comprender; en ser amado, sino en amar. Porque dando, se recibe; olvidando se encuentra; perdonando, se es perdonado; muriendo, se resucita a la vida eterna. (San Francisco)

 

CONTEMPLATIO:  Un yugo de amor.

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ACTIO: Ejercicio de mansedumbre y de humildad. El yugo convierte la fuerza y bravura de un buey en mansedumbre y bondad. El yugo de Jesús puede convertir todas mis fuerzas, habilidades y talentos en amor. Someterme al yugo de Cristo significa poner amor en todas las situaciones y circunstancias. Amor en el odio, amor en el rencor, amor en la ofensa, amor en la discordia, amor en el enojo, amor en el error, amor en la duda, amor en la tiniebla, amor en la desesperación, amor en el desconsuelo.  

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