martes, 29 de julio de 2014

Lectura Rm 12,1-2

Os exhorto hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
V/. Dios la socorre al despuntar la aurora.
R/. Dios la socorre al despuntar la aurora.
V/. Teniendo a Dios en medio no vacila.
R/. Al despuntar la aurora.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Dios la socorre al despuntar la aurora.

Himno

Dichosas sois vosotras que guardasteis 
con amor maternal en vuestro seno 
la palabra del Hijo que engendrasteis 
en la vida de fe y de amor pleno. 

Dichosas sois vosotras que en la vida 
hicisteis de la fe vuestra entereza, 
vuestra gracia en la Gracia fue asumida, 
maravilla de Dios y de belleza. 

Dichosas sois vosotras que supisteis 
ser hijas del amor que Dios os daba, 
y así, en la fe, de muchos madres fuisteis, 
fecunda plenitud que nunca acaba. 

No dejéis de ser madres en la gloria 
de los hombres que luchan con anhelo, 
ante Dios vuestro amor haga memoria 
de los hijos que esperan ir al cielo. Amén.

domingo, 27 de julio de 2014

Dar el primado a Dios significa decir no al m...

Dar el primado a Dios significa decir no al mal, homilía del Papa en Caserta
(RV).-Más de dos cientos mil fieles participaron la tarde del sábado en Caserta, al sur de Italia, en la misa que presidió el Papa Francisco delante del Palacio Real, en la fiesta de Santa Ana, patrona de la ciudad, "que - observó - ha reunido en esta plaza a los diversos componentes de la Comunidad diocesana con el Obispo y con la presencia de las autoridades civiles y de los representantes de varias realidades sociales". El Papa alentó a todos "a vivir la fiesta patronal libre de cualquier condicionamiento, expresión pura de la fe de un pueblo que se reconoce familia de Dios y afirma los vínculos de la fraternidad y de la solidaridad". "Quizás Santa Ana escuchó a su hija María proclamar las palabras del Magnificat: 'Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías' (Lc 1, 51-53)". "Que Ella nos ayude a buscar el único tesoro, Jesús, y nos enseñe a descubrir los criterios del actuar de Dios; Él cambia los juicios del mundo, va en ayuda de los pobres y de los pequeños y llena de bienes a los humildes, que le confían su existencia".

(RC-RV)


Homilía completa del Santo Padre Francisco en Caserta


Jesús se dirigía a los que lo escuchaban con palabras simples, que todos podían entender. También esta tarde Él nos habla a través de breves parábolas, que hacen referencia a la vida cotidiana de la gente de aquel tiempo. Lo similar del tesoro escondido en el campo y de la perla de gran valor es que tienen como protagonistas a un pobre campesino y a un rico comerciante. El comerciante está desde siempre en busca de un objeto de valor, que sacie su sed de belleza y da la vuelta al mundo, sin rendirse, en la esperanza de encontrar aquello que está buscando. El otro, el campesino, no se ha alejado nunca de su campo y hace el trabajo de siempre, con los acostumbrados gestos cotidianos. Sin embargo para ambos el resultado final es el mismo: el descubrimiento de algo precioso, para uno un tesoro, para el otro una perla de gran valor. Ambos están acomunados también por un mismo sentimiento: la sorpresa y la alegría de haber encontrado la satisfacción de todo deseo. Finalmente, ambos no dudan en vender todo para adquirir el tesoro que han encontrado. Mediante estas dos parábolas Jesús enseña qué es el reino de los cielos, cómo se encuentra, qué se debe hacer para poseerlo.

¿Qué cosa es el reino de los cielos? Jesús no se preocupa en explicarlo. Lo enuncia desde el inicio de su Evangelio: «El reino de los cielos está cerca»; también hoy está cerca en medio de nosotros ¡eh!, sin embargo jamás lo hace ver directamente, sino siempre por reflejo, narrando el actuar de un propietario, de un rey, de diez vírgenes… Prefiere dejarlo intuir, con parábolas y semejanzas, manifestando sobre todo los efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura oculta en la masa; es pequeño y humilde como un grano de mostaza, que sin embargo se volverá grande como un árbol. Las dos parábolas sobre las cuales queremos reflexionar nos hacen entender que el reino de Dios se hace presente en la persona misma de Jesús. Es Él el tesoro escondido y la perla de gran valor. Se entiende la alegría del campesino y del comerciante: ¡lo han encontrado! Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la cercanía y la presencia de Jesús en nuestra vida. Una presencia que transforma la existencia y nos abre a las exigencias de los hermanos; una presencia que invita a acoger toda otra presencia, también aquella del extranjero y del inmigrante. Es una presencia acogedora, alegre, fecunda, así es el reino de Dios dentro de nosotros. 

Podrían preguntar: ¿Padre cómo se encuentra el reino de Dios? Cada uno de nosotros tiene un recorrido particular, cada uno de nosotros tiene su camino en la vida. Para alguno el encuentro con Jesús es esperado, deseado, buscado por largo tiempo, como nos es descrito en la parábola del comerciante, que da la vuelta al mundo para encontrar algo de valor. Para otros ocurre de manera improvisada, casi de casualidad, como en la parábola del campesino. Esto nos recuerda que Dios se deja encontrar de todas maneras, porque es Él quien en primer lugar desea encontrarnos y en primer lugar busca encontrarnos: ha venido para ser el “Dios con nosotros”. Y Jesús está en medio de nosotros, hoy está aquí, Él lo ha dicho, yo estoy en medio de ustedes, el Señor está en medio de nosotros. Es Él quien nos busca y se hace encontrar también por quien no lo busca. A veces Él se deja encontrar en lugares insólitos y en tiempos inesperados. Cuando encontramos a Jesús nos quedamos fascinados, conquistados, y es una alegría dejar nuestra acostumbrada manera de vivir, a veces árida y apática, para abrazar el Evangelio, para dejarnos guiar por la lógica nueva del amor y del servicio humilde y desinteresado. La palabra de Jesús está en el Evangelio. No quiero preguntarles aquí, no quiero que respondan, ¿hoy cuántos de ustedes leen un párrafo del Evangelio? No levanten la mano, sólo es una pregunta ¡Cuántos se apresuran por hacer su trabajo para no perderse la telenovela! Tener el Evangelio en la mano, tener el Evangelio en la cómoda, en la cartera, tener el Evangelio en el bolsillo y luego abrirlo un instante y ver las palabra de Jesús y el reino de Dios viene. El contacto con la palabra de Jesús es aquel que nos acerca al reino de Dios. ¡Piensen bien, un evangelio pequeño a la mano, siempre: se abre casualmente y se lee qué cosa dice Jesús. Y Jesús está ahí ¡eh!

¿Qué cosa se debe hacer para poseer el reino de Dios? Sobre esto Jesús es muy claro: no basta el entusiasmo, la alegría del descubrimiento. Es necesario anteponer la perla preciosa del reino a cualquier otro bien terrenal; es necesario poner a Dios en el primer lugar en nuestra vida, preferirlo ante todo. Dar el primado a Dios significa tener el coraje de decir no al mal, no a la violencia, no a los abusos, para vivir una vida de servicio a los demás y en favor de la legalidad y del bien común. Cuando una persona descubre en Dios, el verdadero tesoro, abandona un estilo de vida egoísta y busca compartir con los demás la caridad que viene de Dios. Quien se vuelve amigo de Dios, ama a los hermanos, se compromete en salvaguardar sus vidas y su salud respetando también el ambiente y la naturaleza. Yo sé que ustedes sufren por estas cosas, hoy cuando llegue aquí, uno de ustedes se acercó y me dijo: ¡Padre danos la esperanza! Yo no puedo darles la esperanza. Pero puedo decirles: donde está Jesús, está la esperanza, donde está Jesús los hermanos se aman, se comprometen a salvaguardar sus vidas, su salud, también respetando el ambiente y la naturaleza, y ésta es la esperanza que no desilusiona jamás, aquella que da Jesús. Esto es particularmente importante en esta su hermosa tierra que reclama ser tutelada y preservada, reclama el coraje de decir no a toda forma de corrupción e ilegalidad. Y todos sabemos el nombre de estas formas de corrupción y de ilegalidad. Reclama de todos ser servidores de la verdad y de asumir en cada situación el estilo de vida evangélico, que se manifiesta en el don de si y en la atención por el pobre y el excluido. La Biblia está llena de esto. El Señor dice: ustedes hacen esto, esto … a mí no me importa, a mí me importa que el huérfano sea curado, que la viuda sea curada, que el excluido sea acogido, a mí me importa que la creación sea custodiada. Este es el reino de Dios. La Biblia está llena de esto.

Hoy la fiesta de Santa Ana, a mí me gusta llamarla la abuela de Jesús, es un hermoso día para festejar a las abuelas, cuando incensaba el altar he visto una cosa bellísima: la imagen de Santa Ana no estaba coronada, es la hija la que lleva la corona y esto es hermoso ¡eh!. Santa Ana es la mujer que ha preparado a su hija para convertirse en reina, para convertirse en la reina de los cielos y de la tierra. Esta abuela ha hecho un buen trabajo ¿no?; es la Patrona de Caserta, ha reunido en esta plaza a los diversos componentes de la Comunidad diocesana con el Obispo y con la presencia de las autoridades civiles y de los representantes de varias realidades sociales. Deseo alentar a todos a vivir la fiesta patronal libre de cualquier condicionamiento, expresión pura de la fe de un pueblo que se reconoce familia de Dios y afirma los vínculos de la fraternidad y de la solidaridad. Quizás Santa Ana escuchó a su hija María proclamar las palabras del Magníficat, porque María seguramente ha repetido estas palabras muchas veces. Estas palabras: “ Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1, 51-53). Que Ella nos ayude a buscar el único tesoro, Jesús, y nos enseñe a descubrir los criterios del actuar de Dios; Él cambia los juicios del mundo, va en ayuda de los pobres y de los pequeños y llena de bienes a los humildes, que le confían su existencia. Tengan esperanza, la esperanza no desilusiona, y a mí me gusta repetírselos: no se dejen robar la esperanza.

(RC-RM-RV)

Nunca la guerra!

Hermanos y hermanas ¡nunca la guerra! ¡nunca la guerra!. Pienso sobre todo en los niños a los que se les arrebata la esperanza de una vida digna, de un futuro: niños muertos, niños heridos, niños mutilados, niños huérfanos, niños que tienen como juguetes residuos bélicos, niños que no saben sonreír ¡Deténgase por favor! ¡Se lo pido con todo el corazón! ¡Es hora de detenerse! ¡Deténgase por favor!

El Evangelio te hace conocer a Jesús verdader...

El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero y vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. La Primera Guerra fue una “inútil masacre”, Francisco en el Ángelus
(RV).- (Con audio y video)  El descubrimiento del Reino de Dios puede venir de improviso, como en la parábola del campesino que encuentra un tesoro, o después de una larga búsqueda, como el mercader de perlas finas que encuentra la perla preciosa tanto tiempo soñada, explicó el Obispo de Roma en su reflexión previa a la oración mariana del Ángelus, en la Plaza de san Pedro repleta de peregrinos, en el caluroso mediodía romano.

“Tanto el tesoro como la perla valen más que todos los otros bienes” –dijo Francisco–, por eso el campesino y el mercader se dan cuenta inmediatamente del valor incomparable de lo que han encontrado y están dispuestos a perder todo con tal de tenerlos.

Así es el Reino de Dios –afirmó el Papa–, “quien encuentra personalmente a Jesús queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo con gran humildad y simplicidad. San Francisco de Asís que ya era un cristiano, pero de “agua de rosas”, cuando lee el Evangelio todos sus sueños de gloria terrena se desvanecen”. “El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero y vivo; te habla al corazón y te cambia la vida, eres otro, has renacido. Has encontrado lo que da sentido, sabor y luz a todo, también a las fatigas, los sufrimientos, también a la muerte”. Todo adquiere sentido cuando encuentras este tesoro que Jesús llama el Reino de Dios, esto es, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida. Francisco aseveró: “Esto es lo que Dios quiere y es por esto que Jesús se entregó a sí mismo hasta la muerte en cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y transferirnos al reino de la vida”.

Y concluyó exhortando: la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios se transparenta se ve, recemos por intercesión de la Virgen María, para que venga a nosotros y en el mundo entero su Reino de amor de justicia, de paz.

“Inútil masacre”

Después de la oración y bendición, haciendo referencia al centésimo aniversario de la Primera Guerra Mundial, Francisco Papa dijo que se trató de una “Inútil masacre”, que causó millones de víctimas con inmensas destrucciones, y pidió “que no se repitan los errores del pasado, sino que se tengan presentes las lecciones de la historia, haciendo siempre prevalecer las razones de la paz mediante un dialogo paciente y valiente”.

El Sucesor de Pedro manifestó que “en particular mi pensamiento va a tres áreas de crisis: aquella medio oriental, la de Irak y aquella de Ucrania. Les pido que continúen uniéndose a mi oración para que el Señor conceda a las poblaciones y a las Autoridades de aquellas zonas la sabiduría y la fuerza necesarias para llevar adelante con determinación el camino de la paz, afrontando toda diatriba con la tenacidad del diálogo y de la negociación y con la fuerza de la reconciliación. Que al centro de cada decisión nos se pongan los intereses particulares, sino el bien común y el respeto a toda persona.

(jesuita Guillermo Ortiz – RV).

Texto completo de la alocución del Papa antes de rezar el Ángelus:

 Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Las breves semejanzas propuestas por la liturgia del día son la conclusión del capítulo del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas del Reino de Dios (13, 44-52). Entre éstas hay dos pequeñas obras de arte: las parábolas del tesoro escondido en el campo y la de la perla de gran valor. Ellas nos dicen que el descubrimiento del Reino de Dios puede producirse improvisamente como para el campesino que, arando, encuentra el tesoro inesperado; o después de una larga búsqueda, como para el mercante de perlas que, finalmente, encuentra la perla preciosísima soñada desde hacía tanto tiempo. Pero en ambos casos, permanece el dato primario que el tesoro y la perla valen más que todos los otros bienes y, por tanto, el campesino y el mercante, cuando los encuentran, renuncian a todo lo demás para poder comprarlos. No tienen necesidad de hacer razonamientos, o de pensar, o de reflexionar: se dan cuenta inmediatamente del valor incomparable de lo que han encontrado, y están dispuestos a perder todo con tal de tenerlo.

Así es para el Reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es lo que buscaba, lo que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es verdaderamente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, permanece fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez.

Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, éste es el gran tesoro. Cuántas personas, cuántos santos y santas, leyendo con corazón abierto el Evangelio, se han sentido tan conmovidos por Jesús, que se han convertido a Él. Pensemos en san Francisco de Asís: él ya era cristiano, pero un cristiano “al agua de rosas”. Cuando leyó el Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el Reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo. Puedes cambiar efectivamente el tipo de vida, o seguir haciendo lo que hacías antes, pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que sabor, que da luz a todo, también a las fatigas, también a los sufrimientos y también a la muerte. Leer el Evangelio, leer el Evangelio. Hemos hablado de esto. ¿Se acuerdan? Cada día leer un pasaje del Evangelio, y también llevar un pequeño Evangelio con nosotros, en el bolsillo, en la cartera. En cualquier caso tenerlo a mano. Y allí, leyendo un pasaje encontraremos a Jesús. 

Todo adquiere sentido cuando allí, en el Evangelio, encuentras este tesoro, que Jesús llama “el Reino de Dios”, es decir Dios, que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios quiere, es aquello por lo cual Jesús se ha dado a sí mismo hasta morir en una cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y trasladarnos al reino de la vida, de la belleza, de la bondad, de la alegría. Leer el Evangelio es encontrar a Jesús, es tener esta alegría cristiana, que es un don del Espíritu Santo. 

Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios se transparenta, se ve. El cristiano no puede tener escondida su fe, porque transluce en cada palabra, en cada gesto, incluso en los más simples y cotidianos: transluce el amor que Dios nos ha dado mediante Jesús. Oremos, por intercesión de la Virgen María, para que venga a nosotros y al mundo entero su Reino de amor, de justicia y de paz.

(Traducción de María Fernanda Bernasconi – RV).

sábado, 26 de julio de 2014

¿Me puede explicar algunas dudas sobre la predestinación?

La salvación es don de Dios: "Que algunos se salven, es don del que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden".
Autor: P. José Guerra, IVE | Fuente: TeologoResponde.org

Pregunta:

Padre, quisiera que por favor me explicara, en forma sencilla el tema de la predestinación. Siempre pensé que una de las principales diferencias con los protestantes es justamente este tema; para ellos sólo algunos elegidos alcanzarán la gloria eterna.

Nosotros como Católicos, creía yo, pensaban que a través de los méritos de la Pasión de Cristo teníamos todos la oportunidad de salvarnos; si bien en gran medida era un Don de Dios por que El nos daba los medios, había también un componente personal de aceptar y decidir ese fín a través de nuestros propios méritos sin embargo, leyendo a Royo Marín "Dios y su obra" me he confundido ya que a tratar este tema hay partes que coinciden con lo que yo pensaba pero por ej he leo: la predestinación ha sido hecha por Dios antes de la previsión de cualquier mérito futuro del predestinado o... cuando habían nacido ni habían hecho ni el bien ni el mal para que el propósito de Dios conforme a la elección no por las obras si no por Él que llama, permaneciese, de ahi infiero una postura de que nuestro destino ya viene signado sin tener en cuenta nuestros méritos.

Desde ya muchas gracias

Saludos cordiales.
Respuesta:

Estimado José:

En primer lugar, el p. Antonio Royo Marín en su obra, Teología de la salvación, afirma dos cosas importantes respecto al misterio de la predestinación (la presentación en puntos es mía):
1.- "Es preciso confesar que el problema de la divina predestinación no ha logrado aclararlo del todo ninguna escuela teológica hasta hoy, y creemos firmemente que no se aclarará jamás acá en la tierra...".

2.- "Los que vivimos todavía acá en la tierra tenemos que contentarnos con adorar el misterio sin tratar de descifrarlo, lo que sería vano empeño y loca temeridad".
Y ofrece inmediatamente "los siguientes puntos, que pertenecen expresamente a la fe católica o son doctrina cierta y común en teología, y son más que suficientes para que cada uno trabaje con seriedad en la salvación de su alma, sin preocuparse demasiado de cómo haya de resolverse el problema de la predestinación".

Estos puntos son:
1. Dios quiere sinceramente que todos los hombres se salven. Consta expresamente en la Sagrada Escritura (1 Tm 2,3-4).

2. En su consecuencia, Cristo murió por todos los hombre sin excepción. Consta también en la Sagrada Escritura (2 Co 5,15) y ha sido expresamente definido por la Iglesia (Dz 1906).

3. En virtud de su voluntad salvífica y en atención a los méritos de Cristo Redentor, Dios ofrece siempre a todos los hombres las gracias necesarias y suficientes para que de hecho puedan salvarse si quieren.

4. Es un error gravísimo creer que Dios predestina al mal: "Que algunos hayan sido predestinados al mal por el divino poder, no sólo no lo creemos, sino que, si hubiere algunos que quieran creer tanta maldad, con toda repulsión les anatematizamos" (Dz 200).

5. La salvación es don de Dios: "Que algunos se salven, es don del que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden" (Dz 318).

6. Los condenados se autoexcluyen de la salvación: "Ni los malos se perdieron porque no pudieron ser buenos, sino porque no quisieron ser buenos y por su culpa permanecieron en la masa de condenación" (Dz 321).

7. La salvación, con el auxilio divino, es posible: "Porque Dios no manda cosas imposibles a nadie, sino que, al mandar alguna cosa, nos avisa que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podamos y nos ayuda para que podamos" (Dz 804).
En síntesis. El ojo de nuestra atención debe estar por sobre todo en la perseverancia de la vida cristiana y pedir la gracia de morir como tal, pues como dice San Jerónimo, en la vida cristiana no se mira tanto los comienzos sino el final (cf. Mt 10,22).

Y al respecto R. Marín, en la misma obra citada y hablando de la perseverancia, afirma: "Sin embargo, podemos conjeturar en cierto modo nuestra futura perseverancia a base de las llamadas señales de predestinación". Estas son:
1.- Vivir habitualmente en gracia de Dios.
2.- Espíritu de oración.
3.- Una verdadera humildad.
4.- Paciencia cristiana en la adversidad.
5.- El ejercicio de la caridad para con el prójimo y de las obras de misericordia.
6.- Un amor sincero y entrañable hacia Cristo, Redentor de la humanidad.
7.- La devoción a María.
8.- Un gran amor a la Iglesia, dispensadora de la gracia y de la verdad.
Y añade: "Estas son las principales señales de predestinación que suelen citar los teólogos (...) Nada deberíamos procurar con tanto empeño como llegar a adquirirlas todas". (Cf. Antonio Royo Marín, Teología de la salvación, B.A.C., Madrid 1965, p. 103-117)

En segundo lugar, respecto a lo que Ud. ha leído (y cita) en el libro Dios y su obra de R. Marín, para una sana comprensión del tema y evitar deducciones poco exactas, hay que tener presente:
1.- El contexto. El autor viene tratando un tema de discusión entre los teólogos.

2.- Hay conformidad y disconformidad de los teólogos católicos en tal discusión. Dice R. Marín: "(...) todos están conformes en decir que la predestinación a la gloria, tomada adecuadamente, es completamente gratuita y nadie la merece ni la puede merecer (...) Pero la disconformidad de pareceres es muy grande cuando se trata de determinar si la predestinación de los buenos a la gloria la hace Dios antes o después de prever los méritos de esos predestinados" (p. 201). Lo resaltado con rojo es el meollo de la discusión.

3.- El autor, después de presentar y examinar las diferentes opiniones o soluciones que los teólogos católicos dan al tema expone "las razones por las cuales preferimos la opinión que nos parece más probable" (p. 201).
Y la opinión más probable es la del sistema agustiniano-tomista (cf. p. 212) y que el autor resume en la conclusión siguiente:

"Dios, antes de la previsión de cualquier mérito, eligió a algunos y los predestinó a la gloria; y, en virtud de esta elección, decretó darles la gracia y los méritos sobrenaturales que con ella contraerán. De suerte que, en el orden de la intención, la predestinación precede con prioridad de orden a los méritos del predestinado y es, por tanto, completamente gratuita" (p. 213).

Dicho de otro modo (y en cuanto lo permite nuestro limitado modo humano de explicar los misterios divinos):
- En el orden de la intención divina: la predestinación es anterior y absolutamente gratuita a cualquier mérito del predestinado.

- En el orden de la ejecución: Dios confiere al predestinado, en primer lugar, la gracia de la justificación; luego le da las gracias eficaces para la realización de la buenas obras con las cuales merecerá el cielo; finalmente, le concede gratuitamente el gran don de la perseverancia final (que nadie absolutamente puede merecer) y, a causa de ella, le da la vida eterna (cf. p.212-213).
No hay otro modo de hablar más claro y más explícitamente que lo expresado por San Pablo:
Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó (Rm 8,28-30).
(Cf. R. Marín, Dios y su obra, B.A.C., Madrid 1963, p. 201-219).

Bien, estimado amigo: espero que nuestra respuesta le sea útil y, por sobre todo, para vivir de la misericordia en la confianza en Dios. "Todo lo puedo en Aquél que me fortalece" (San Pablo).

En Cristo y María.
Con mi bendición,

P. José Guerra, IVE  

Conversando con mis amigos evangélicos sobre la confesión


Reproduzco esta conversación porque puede servir de ayuda y guía a la hora de explicar a nuestros hermanos cristianos de otras denominaciones exactamente que creemos y por qué.
Autor: José Miguel Arráiz | Fuente: ApologeticaCatolica.org

Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio en donde se trata el tema de la confesión de los pecados, o sacramento de la penitencia. En esta ocasión, los argumentos los he tomado de algunas Webs de apologética protestante. Los nombres de quien participan no son reales.

Miguel: José, me gustaría que nos explicaras por qué ustedes confiesan sus pecados a un hombre cuando en la Biblia no aparece absolutamente nada parecido.

Marlene: Es más, la Biblia es bien clara en que es Dios quien perdona el pecado, no el hombre: "Era yo, yo mismo el que tenía que limpiar tus rebeldías por amor de mí y no recordar tus pecados" (Isaías 43,25); "Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias" (Salmo 103,2-3).

José: Un momento, antes de comenzar dejemos algo claro. Nosotros los católicos creemos que es Dios quien perdona los pecados, pero allí no termina la historia. Me parece bien que hayas comenzado tomando unos textos del Antiguo Testamento, porque yo quiero ponerte unos ejemplos tomados también de allí para que nos analicemos:

"Si un hombre se acuesta maritalmente con una mujer que es una sierva perteneciente a otro, sin que haya sido rescatada ni liberada, será él castigado, pero no con pena de muerte, pues ella no era libre. El ofrecerá un carnero, su sacrificio de reparación para Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro; será un carnero de reparación. Con el carnero de reparación, el sacerdote hará expiación por él ante Yahveh por el pecado que cometió, y se le perdonará su pecado." (Levítico 19,20-22)
Hay muchos otros textos del Antiguo Testamento donde ocurre algo similar, por ejemplo en Levítico 4, 27-35, en los que se observa que aunque es Dios quien perdona el pecado, un sacerdote es utilizado como instrumento para conceder el perdón, por lo que el hecho de que sea Dios quien perdona el pecado en Isaías 43,25 o en el Salmo 103 de ninguna manera elimina la posibilidad de la existencia de un sacerdocio ministerial establecido por Dios para comunicar ese perdón.

Marlene: Yo puedo entender que Dios se sirviera de sacerdotes en el Antiguo Testamento para administrar el perdón de los pecados, pero el Nuevo Testamento enseña que todos los creyentes son sacerdotes: "Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable." (1 Pedro 2,9). También dice: "nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 1,6), y también "nos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra" (Apocalipsis 5,10).

En el Antiguo Pacto, los fieles tenían que aproximarse a Dios a través de los sacerdotes. Los sacerdotes eran mediadores entre Dios y el pueblo. Los sacerdotes ofrecían sacrificios a Dios en nombre de la gente. Eso ya no es necesario, porque por el sacrificio de Jesucristo, podemos aproximarnos al trono de Dios confiadamente: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro." (Hebreos 4,16). Con la muerte de Jesús, el velo del templo se rasgó por la mitad, destruyendo así el símbolo de la pared divisoria que había entre Dios y la humanidad. Podemos acercarnos a Dios directamente por nosotros mismos, sin el uso de un mediador humano, porque Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 4,14-15; 10,21), y el único mediador entre Dios y nosotros (1 Timoteo 2,15). El Nuevo Testamento enseña que debe haber ancianos (1 Timoteo 3), diáconos (1 Timoteo 3), obispos (Tito 1,6-9), y pastores (Efesios 4,11) - pero no sacerdotes [1].

José: En la Iglesia Católica también creemos que todos los cristianos somos sacerdotes, pero distinguimos entre el sacerdocio común de los fieles, y el sacerdocio ministerial [2]. Recuerden que Cristo, "mediador de la nueva alianza" (Hebreos 9,15), establece en consecuencia los "ministros de la alianza nueva" (2 Cor 3,6); que lo representan a lo largo del espacio y del tiempo, o sea, en todos los lugares y en todas las épocas. Su capacidad no es de origen humano sino divino (2 Cor 3,5).

Pero de esta distinción podemos hablar más adelante, lo que les quiero hacerles notar es que en la Nueva Alianza, al igual que en la Antigua, el hecho de que Cristo sea único mediador entre Dios y los hombres, no excluye que se sirva instrumentalmente de sus ministros para comunicar el perdón. Recuerden que San Pablo, refiriéndose al ministerio que desempeñan ellos como apóstoles, dice "que los hombres los consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Corintios 4,1) y además afirma que a ellos se les ha concedido el ministerio de la reconciliación: "todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación" (2 Corintios 5,18).

Es a ellos a quien les envía como el poder y autoridad que recibió del Padre y les concede la autoridad y poder de perdonar los pecados: "Entonces Jesús les dijo otra vez: "¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío". Y al decir esto, sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos" (Juan 20,21-23).

Marlene: Pero en todo el Nuevo Testamento no se ve a nadie confesando sus pecados a ningún hombre, sino que en 1 Juan 1,8-9 vemos que el pecado se confiesa directamente a Dios: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad".

José: Vamos por partes. En primer lugar, ese texto no dice a quien se debe confesar el pecado, solo dice que debe confesarse.

En segundo lugar, no es cierto que en el Nuevo Testamento no aparezca por ninguna parte a nadie confesando sus pecados a un ministro de Dios. Ya en tiempos de Juan el Bautista "acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados" (Marcos 1,5).

Si bien en Juan 20,23 no se menciona explícitamente que se deba confesar el pecado, está fuertemente explícito en el hecho de que para que un ministro pueda absolver o retener un pecado, tiene primero que conocerlo a través de la confesión del pecador. Precisamente por eso, en el libro de los Hechos de los apóstoles se narra cómo los creyentes acudían a los apóstoles a confesarles sus pecados: "Y muchos de los creyentes, o fieles, venían a confesar y a declarar todo lo malo que habían hecho." (Hechos 19,18). Querías un texto bíblico donde ver cristianos confesando sus pecados a los apóstoles, y allí lo tienes.

Miguel: José, allí no se menciona un confesionario como lo tienen los católicos hoy en día, allí ellos confesaban públicamente los pecados que habían cometido como muestra de arrepentimiento.

José: Pero entonces queda claro que no se cumple aquello de que en la Nueva Alianza solo se confesaba el pecado directamente a Dios, y allí tenemos un testimonio tomado del Nuevo Testamento de que no era así.

Ahora bien, cuando hablamos del sacramento de la penitencia, tenemos que distinguir entre lo sustancial y lo circunstancial. Lo sustancial es que Cristo instituyó el ministerio de la reconciliación, otorgando a sus apóstoles y sucesores el poder de perdonar pecados, y para que el sacerdote pueda absolver el pecado tiene que conocerlo. Si lo hace dentro de un confesionario o al aire libre, es algo que no es sustancial y puede cambiar a lo largo de la historia. Por ejemplo, en la Iglesia primitiva, la confesión del pecado era pública [3]: "Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder" (Santiago 5,14). Posteriormente el sacerdote era quien luego de escuchar el pecado, decidía si este tenía que ser confesado en público o bastaba la confesión al sacerdote, y finalmente se desarrolla el sacramento tal como lo conocemos hoy, que busca preservar la privacidad de la persona por medio de la confesión exclusivamente privada y del secreto de confesión [4].

Marlene: Supongamos por un momento que tienes razón y Cristo concedió a los apóstoles el poder de perdonar pecados. No se ve en ninguna parte de la Biblia que este poder pasara a sus sucesores. La promesa de Jesús era específicamente dirigida a los apóstoles.

José: El apostolado es un ministerio, y los ministerios en la Iglesia son permanentes porque fueron instituidos para la edificación de los fieles que son parte del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12,27-29). Mientras exista la Iglesia en esta tierra existirán los ministerios y entre ellos el apostolado, ahora desempeñado por los obispos: "El mismo "dio" a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Efesios 4,11-13). De nada hubiera servido que Cristo les concediese ese poder mientras vivían sólo los apóstoles, cuando la misión de ellos superaría la duración de sus vidas. Recuerda que se les ordenó hacer discípulos a todas las naciones (Mateo 28) y prometió asistirles y estar con ellos hasta el fin del mundo.

La Palabra de Dios es sagrada, y no debemos permitir que los prejuicios que podamos tener nos impidan ser honestos con lo que en verdad enseña la Escritura [5]. Es el propio Cristo quien concede a sus apóstoles el poder de perdonar pecados, y vemos a los primeros cristianos acudiendo a ellos para confesarse, sin que en ningún modo eso contradiga el hecho de que es Dios quien perdona el pecado. No seamos como aquellos que se escandalizaban cuando Jesús perdonaba los pecados con la autoridad que recibió del Padre, cuando los apóstoles y sus sucesores lo hacen con la autoridad que recibieron de Cristo: "Como me envió el Padre, así también yo os envío" (Juan 20,21).
__________________________________________

NOTAS
[1] Este argumento lo he tomado del artículo ¿Qué dice la Biblia acerca de la confesión de pecados a un sacerdote?, publicado en la Web de apologética cristiana evangélica GotQuestions.org.
[2] El sacerdocio común de los fieles no excluye el sacerdocio ministerial o jerárquico, sino que "se ordena el uno para el otro, aunque cada cual participa de forma peculiar del sacerdocio de Cristo. Su diferencia es esencial no solo gradual. Porque el sacerdocio ministerial, en virtud de la sagrada potestad que posee, modela y dirige al pueblo sacerdotal, efectúa el sacrificio eucarístico ofreciéndolo a Dios en nombre de todo el pueblo: los fieles, en cambio, en virtud del sacerdocio real, participan en la oblación de la eucaristía, en la oración y acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la abnegación y caridad operante" (Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática de la Iglesia Lumen Gentium, 15-17)
[3] Algunos hermanos evangélicos interpretan Santiago 5,16 entendiendo que se refiere a la petición de perdón de uno otro cuando se ofendían. Esta interpretación no es justa con el texto, ya que allí se habla de confesar pecados, no de pedir perdón por las ofensas. Es necesario distinguir, que si bien una ofensa al prójimo es un pecado, no todo pecado es una ofensa al prójimo.
[4] Para una explicación más detallada del desarrollo del Sacramento de la penitencia a lo largo de la historia puede consultar mi libro: Compendio de Apologética Católica, Segunda Edición, Editorial Lulu, Venezuela 2014.
[5] Inicialmente las Iglesias evangélicas no rechazaban la confesión de los pecados al confesor y los luteranos no lo hacen tampoco hoy día. La Confesión de Augsburgo, la cual es considerada la Confesión Protestante más antigua, es la base en la que se funda la Iglesia Luterana y el modelo más universalmente aceptado por dichas Iglesias (escrita por Lutero y Melancthon en el año 1530) sostenía: "Respecto a la confesión se enseña que la absolución privada debe conservarse en la iglesia y que no debe caer en desuso, si bien en la confesión no es necesario relatar todas las transgresiones y pecados, por cuanto esto es imposible. "Los errores, ¿quién los entenderá?" (Salmo 19:12)." En su Catecismo Menor, Martín Lutero reafirma la necesidad de confesar los pecados, y en su Catecismo Mayor dedica una breve exhortación a la confesión en donde trata duramente y llama "puercos que no deberían tener parte en el evangelio" a aquellos que rechazan el sacramento de la confesión:
"Pero, ahora estas cosas las sabe cualquiera. Por desgracia, lo aprendieron demasiado bien, de modo que hacen lo que quieren y están usando de la libertad como si jamás tuvieran el deber o la necesidad de confesar. Porque muy pronto captamos lo que nos agrada y donde el evangelio es suave y benigno penetra en nosotros con suma facilidad. Mas, como dije, semejantes puercos no deberían vivir bajo el evangelio, ni deberían tener parte en él, sino permanecer bajo el papado y más que antes dejarse llevar y mortificar, de manera que tengan que confesar, ayunar, etc, más que nunca. Quien no quiere creer en el evangelio, ni vivir de acuerdo con él, ni hacer lo que debe hacer un cristiano, tampoco debe disfrutar el evangelio. ¿Qué ocurriría si tú quisieses únicamente sacar provecho de alguna cosa, sin hacer ni aplicar nada de ti mismo? Por lo tanto, no queremos haber predicado a semejantes hombres, ni tenemos la voluntad de concederles algo de nuestra libertad, ni permitir que gocen de ella. Más bien volveremos a entregarlos al papa y a sus adictos para que los fuercen, como bajo un verdadero tirano. Al populacho que no quiere obedecer al evangelio, no le corresponde sino tal torturador que es un diablo y un verdugo de Dios. Pero, a los demás que aceptan su palabra, hemos de predicar siempre y debemos animarlos, estimularlosy atraerlos para que no dejen pasar en vano un tesoro tan precioso y consolador, presentado a ellos por el evangelio. En consecuencia, diremos también algo sobre la confesión para enseñar y exhortar a la gente sencilla".

Sobre la natividad de la Virgen María

Lectura Patrística
Por sus frutos los conoceréis

San Juan Damasceno, obispo
(Sermón 6, Sobre la natividad de la Virgen María, 2.4.5.6 PG 96,663.667.670)
Ya que estaba determinado que la Virgen Madre de Dios nacería de Ana, la naturaleza no se atrevió a adelantarse al germen de la gracia, sino que esperó a dar su fruto hasta que la gracia hubo dado el suyo. Convenía, en efecto, que naciese como primogénita aquella de la había de nacer el primogénito de toda la creación, en el cual todo se mantiene. 
¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana! Toda la creación os está obligada, ya que por vosotros ofreció al Creador el más excelente de todos los dones, a saber, aquella madre casta, la única digna del Creador. 
Alégrate, Ana, la estéril, que no dabas a luz, cantar de júbilo, la que no tenías dolores. Salta de gozo, Joaquín, porque de tu hija un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y será llamado: «Ángel del gran de designio» de la salvación universal, «Dios guerrero». Este niño es Dios. 
¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana, totalmente inmaculados! Sois conocidos por el fruto de vuestro vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los conoceréis. Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de una manera agradable a Dios y digna de aquella que tuvo en vosotros su origen. Con vuestra conducta casta y santa, ofrecisteis al mundo la joya de la virginidad, aquella que había de permanecer virgen antes del parto en el parto y después del parto; aquella que, de un modo único y excepcional, cultivaría siempre la virginidad en su mente, en su alma y en su cuerpo. 
¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros, guardando la castidad prescrita por la ley natural, conseguisteis, por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural, ya que engendrasteis para el mundo a la que fue madre de Dios sin conocer varón. Vosotros, comportándoos en vuestras relaciones humanas de un modo piadoso y santo, engendrasteis una hija superior a los ángeles, que es ahora la reina de los ángeles. ¡Oh bellísima niña, sumamente amable! ¡Oh hija de Adán y madre de Dios! ¡Bienaventuradas las entrañas y el vientre de los que saliste! ¡Bienaventurados los brazos que te llevaron, los labios que tuvieron el privilegio de besarte castamente, es decir, únicamente los de tus padres, para que siempre y en todo guardaras intacta tu virginidad! 
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. Alzad fuerte la voz, alzadla, no temáis.
R/. Día y noche servían a Dios con ayunos y oraciones, aguardando la liberación de Israel.
V/. Pedían a Dios que visitase a su pueblo.
R/. Aguardando la liberación de Israel.

viernes, 25 de julio de 2014

San Santiago


✉  Somostuiglesia

«Primero entre los apóstoles en obtener la palma del martirio, patrón de España. Origen, por tradición, de la Ruta Jacobea y de la espiritualidad mariana del Pilar, en Zaragoza»

Este galileo, hijo del Zebedeo, compartÃa el mismo nombre con otro de los apóstoles: el descendiente de Alfeo. Santiago era natural de Betsaida donde pudo nacer hacia el año 5 d.C. en una acomodada familia de pescadores. Fue uno de los elegidos personalmente por Jesús, quien le invitó a seguirle cuando se hallaba ganándose el sustento en el lago de Genesaret. Su hermano Juan, el «discÃpulo amado», que compartÃa con él la faena, también fue objeto de llamamiento en ese instante, y se apresuraron a ir en pos del Maestro por el que entregarÃan su vida. La inmediatez de su respuesta, dejando trabajo y familia al momento sin sopesar los riesgos ni detenerse a pensar racionalmente, signos que se manifestaron antes en Pedro y en Andrés, es una de las caracterÃsticas del seguimiento, testimonio vivo para quienes son sorprendidos por Jesús en cualquier recodo del camino. Comprendieron en ese minuto que supuso el cambio radical de sus vidas lo que encerraba el espÃritu inserto en sus palabras: «os haré pescadores de hombres». De algún modo entendieron que implicaban mucho más que sobrenaturalizar su oficio; les colocaba en el disparadero hacia el paraÃso prometido.

Da idea de cómo serÃa el carácter de estos jóvenes pescadores el sobrenombre que Cristo les dio: «boanerges», esto es, «hijos del trueno». Algunos pasajes evangélicos reflejan su primitivo carácter impulsivo e inmaduro. También una cierta osadÃa, no exenta de ingenuidad, pero en todo caso envuelta en la ambición y su inseparable egoÃsmo cuando secundaron a su madre en la petición de prebendas que hizo para ellos. El Redentor respondió con infinita paciencia, haciéndoles una observación que fue profecÃa. ¿SerÃan capaces de beber el cáliz? Su respuesta afirmativa fue corroborada por Él, y se cumplió en Santiago con su cruento martirio, pero el objeto de la conversación: saber si podrÃan ser encumbrados en el cielo uno a la derecha y otro a la izquierda, estaba en manos del Padre. Indudablemente, la impetuosidad y la pasión bien encauzadas son fuente de gracias. Asà que la volcánica vehemencia que albergaba el corazón de estos hermanos tuvo en Jesús la vÃa genuina para seguir creciendo en la lÃnea adecuada. Los dos despertaron el anhelo de incontables personas que, seducidas por esa cascada inagotable de pasión por lo divino que apreciaban en ambos, se dispusieron a entregar a Dios sus vidas.

Santiago, junto a su hermano Juan, y a Pedro, conforman una privilegiada trÃada dentro de la comunidad de los Doce. Fueron testigos de momentos singulares que a otros discÃpulos les fueron vedados. Acompañaron al Redentor en instantes gloriosos y también dolorosos. Contemplaron la Transfiguración en el Monte Tabor, que ardien temente desearon haber podido prolongar, y de no haber sucumbido al sueño los tres habrÃan apreciado su terrible agonÃa en Getsemanà porque eran los que se hallaban más cerca de Él en esos momentos. Santiago estaba presente cuando Jesús devolvió milagrosamente la salud a la suegra de Pedro y resucitó a la hija de Jairo. Tuvo la gracia de ver al Maestro, ya Resucitado, al producirse su aparición en las orillas del lago de TiberÃades y se encontraba en Jerusalén en el momento de la venida del EspÃritu Santo.

Tras la Resurrección, los discÃpulos dieron inicio a una labor evangelizadora que a algunos les condujo muy lejos de las fronteras en las que se habÃan movido. Según la tradición, Santiago llegó a España, dejando la huella de la fe directamente recibida de Cristo en dos lugares emblemáticos: Galicia y Zaragoza (la antigua Cesaraugusta). Primeramente habrÃa pasado por la tierra gallega y una vez sembrado allà el evangelio se trasladarÃa a Zaragoza . En las orillas del rÃo Ebro descansarÃa de las intensas jornadas apostólicas junto a un grupo de siete seguidores, los «Varones apostólicos», los únicos que se habÃan convertido. Afligido ante la dureza de corazón de las gentes en las que habÃa hecho mella el paganismo, obtuvo el consuelo de la Virgen que se le apareció en esas riveras el 2 de enero del año 40 d. C. Se hallaba de pie, sobre una columna de luz rodeada de ángeles. Después de asegurarle que obtendrÃa grandes frutos apostólicos, le encomendó que erigiese una iglesia levantando un altar justamente en el lugar donde estaba el pilar en el que reposaba. Acompañó su petición con la promesa de que Ella permanecerÃa hasta el fin de los tiempos en ese sitio, «para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio». Además, le indicó que regresara a Jerusalén después de materializar su ruego. Dicho esto, MarÃa desaparecià ³ y quedó la columna de jaspe en torno a la cual se edificó la iglesia solicitada, actual basÃlica de la Virgen del Pilar en la ciudad de Zaragoza.

Santiago volvió a Jerusalén, como Ella le habÃa pedido, y el año 41 fue martirizado durante la persecución del rey Herodes Agripas. Fue el primer discÃpulo mártir. Luego, siempre según la tradición, su cuerpo, inicialmente sepultado en Jerusalén, fue trasladado por sus discÃpulos a Galicia. Sus restos se veneran en la catedral de Santiago de Compostela. Los estudiosos no se ponen de acuerdo a la hora de ratificar la fiabilidad de estos hechos. Además, hay discordancias como la datación de fechas que no encajan en la historia. Pero lo cierto es que la que se ha considerado su tumba dio lugar a la Ruta Jacobea, una de las corrientes más fecundas de la historia a todos los niveles espirituales y culturales, incesantemente recorrida por millares de peregrinos que acuden a visitarla desde hace siglos. Esta es la re alidad incuestionable; no precisa ser contrastada. Otras vÃas, que tampoco están corroboradas, subrayan nuevas trayectorias del apóstol Santiago que pudo llevarle a Cartagena y a Lérida. Es el Patrón de España y de otros muchos paÃses del mundo, objeto siempre de gran veneración, especialmente en Latinoamérica.

www.somostuiglesia.org

lunes, 21 de julio de 2014

"La violencia no se vence con la violencia. ¡...

"La violencia no se vence con la violencia. ¡Se gana con la paz!", el Papa pide oración por Oriente Medio y Ucrania
(RV).- (actualizado audio y video) Después de la oración mariana del Ángelus de este domingo el Papa pidió que rezáramos por la situación de las comunidades cristianas en Iraq y Oriente Medio. "Queridos hermanos y hermanas tanto perseguidos, yo sé cuánto sufren, yo sé que son despojados de todo. Estoy con vosotros en la fe, con Él que ha vencido el mal".
Palabras del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas: 
He recibido con preocupación las noticias procedentes de las Comunidades cristianas en Mosul (Iraq) y en otras partes de Oriente Medio, donde éstas, desde el inicio del cristianismo, han vivido con sus conciudadanos, ofreciendo una contribución significativa al bien de la sociedad. Hoy son perseguidos. ¡Nuestros hermanos son perseguidos, son echados, deben dejar sus casas sin tener la posibilidad de llevarse nada! Aseguro a estas familias y a estas personas mi cercanía y mi constante oración. Queridos hermanos y hermanas tan perseguidos, yo sé cuánto sufren, yo sé que son despojados de todo. Estoy con vosotros en la fe con Él que ha vencido el mal.
Y a vosotros aquí, en la plaza, y a todos los que nos siguen por la televisión, invito recordar en la oración. Les exhorto, a perseverar en la oración por las situaciones de tensión y de conflicto que persisten en diferentes partes del mundo, especialmente en Oriente Medio y Ucrania. El Dios de la paz suscite en todos un auténtico deseo de diálogo y de reconciliación. La violencia no se vence con la violencia. ¡La violencia se gana con la paz! Recemos en silencio pidiendo la paz. Todos en silencio.
Maria, reina de la paz…
Dirijo un cordial saludo a todos ustedes, peregrinos provenientes de Italia y de otros países. 
Saludo al coro de la diócesis de Killala (Irlanda), las Hermanas Benedictinas de la Divina Providencia y de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida, los fieles de Pescara y Villanova en Padua, los jóvenes de Messina y a los niños huéspedes por las vacaciones de verano de Tivoli. 
Por favor, no se olviden de rezar por mí.
Y a todos les deseo un buen domingo y un buen almuerzo ¡Hasta la vista!
(MZ-RV)

La oración del Padrenuestro

El padrenuestro es, por tanto, la oración por excelencia, el resumen y modelo de toda oración cristiana y una fuente abundante de reflexiones, enseñanzas y consejos. 
Autor: Carlos García | Fuente: la-oración.com





Jesucristo nos dejó la oración del padrenuestro cuando le preguntaron claramente: "Señor, enséñanos a orar" (Lc. 11, 1). El padrenuestro es, por tanto, la oración por excelencia, el resumen y modelo de toda oración cristiana y una fuente abundante de reflexiones, enseñanzas y consejos.

Rezar el padrenuestro no es cualquier cosa, como no lo es decirle a nuestra madre "te amo", "te quiero", "te extraño". No si se dice desde dentro. Nos exige ubicarnos. Cuando rezamos esta oración y la rezamos con el corazón conviene tener ciertas actitudes: adoptar la posición de niños necesitados y cariñosos con un Padre que nos quiere, con humildad, disposición de alabarlo y sabiendo que unimos nuestra oración a la de Cristo y a la de todos mis hermanos.
Rezar el padrenuestro es pensar en el cielo, en el lugar que nos aguarda donde estaremos al lado de la persona que más nos ama; rezar el padrenuestro es detenerse de vez en cuando para gustar por un momento las palabras "que estás en el cielo", para imaginar a Dios Padre esperándonos allá arriba; es mirar hacia abajo otra vez y ver que el camino hacia el cielo es largo y escabroso y reemprender la marcha.

Rezar el padrenuestro es reflexionar un segundo en la frase "santificado sea tu nombre" para recordar lo que esto significa: ¿cuándo santifico tu nombre, Señor? santifico tu nombre cuando reconozco tu bondad y tu poder, cuando me maravillo al ver tus obras, cuando te alabo, te canto y celebro tus dones. Es saber que no soy yo el que santifico a Dios sino que Dios es santificado en mí cuando lo reconozco, lo bendigo y obro según su voluntad.

Por otro lado ¿Cuántas veces no hemos rezado el padrenuestro? ¿Cuatro mil, diez mil, treinta mil veces? ¿Cuántas veces entonces no hemos pedido "hágase tu voluntad", "perdona como perdonamos", "venga tu reino"? ¡Imaginate pedir diez mil veces el mismo favor! Pero ¿sabemos bien lo que pedimos?

Cuando pedimos que venga su Reino estamos pidiendo que venga Cristo y todo su Reino, su vida, sus intereses, sus amores a mí. Que se realice el Reino en cada uno de nosotros, como expresaba Orígenes. En otras palabras, estamos pidiendo ver, pensar, actuar y ser como Cristo y así hacer realidad sus palabras "el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc. 17, 21).

Cuando pedimos que se haga su voluntad pedimos, en definitiva, que seamos santos porque solo sus creaturas libres, nosotros, podremos hacer la voluntad de Dios con perfección y amor, como la hizo María Santísima con su hágase. En realidad pedimos ser fuertes. En relación esta frase "hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo" te recomiendo esta oración, una bella forma de meditar y rezar que se cumpla siempre su voluntad.
Cuando pedimos el pan lo hacemos como necesitados, como un mendigo extendiendo la mano y que pide lo indispensable para vivir: techo, alimento y vestido. También pedimos como mendigos en el espíritu: pedimos la gracia, la Eucaristía, la Palabra de Dios y el Espíritu Santo.

Cuando pedimos perdón pedimos libertad, liberación y paz; pedimos misericordia y comprensión y pedimos una verdadera capacidad para perdonar y olvidar: "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos". Esta breve oración te podrá ayudar también a alcanzar y pedir perdón.

Y finalmente "no nos dejes caer en tentación" sino "líbranos del mal" que nos regresa a esa actitud filial y humilde. Nos recuerda que tenemos tentaciones, que caemos a veces en ellas pero que tenemos a un Padre fuerte que nos puede proteger y cuidar.
Finalmente y como se habrán dado cuenta he hecho referencias constantes a artículos del P. Evaristo Sada. Muchas de las ideas de este artículo se basan en la serie de artículos que publicó en este blog explicando el padrenuestro y que recomiendo mucho. A continuación pongo el enlace a todos sus artículos relacionados a esta gran oración:


Padre nuestro

que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu Reino..

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo..

Danos hoy nuestro pan de cada día y

perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación y

líbranos del mal.




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jueves, 17 de julio de 2014

Benedicto XV, la historia del Papa de la I

Benedicto XV, la historia del Papa de la I Guerra Mundial

2014-07-16

Se cumplen 100 años del conflicto que puso fin a la Belle Époque, al siglo XIX y a tres imperios: el Austro-Húngaro, el Otomano y el Prusiano.

El Papa que vivió la Primera Guerra Mundial fue Benedicto XV, un pontífice que buscó la paz y fue olvidado por la Historia pero no por la Iglesia.

P. BERNARD ARDURA
Presidente, Pontificio Comité Ciencias Históricas
"Benedicto XV es un Papa desconocido, casi olvidado y fue Benedicto XVI quien lo recordó, por lo que ha explicado él mismo: quiso tomar el nombre de San Benito, patrón de Europa, pero también el de Benedicto XV, que fue un artífice de paz”. 

En un mundo exacerbado por los nacionalismos, este Papa quiso poner cordura entre los combatientes ehizo numerosos llamamientos a la paz. También en su primera encíclica, "Ad beatissimi Apostolorum”.

P. BERNARD ARDURA
Presidente, Pontificio Comité Ciencias Históricas
"Está centrada en la paz, en la necesidad de la paz, en el beneficio de la paz y también en el deber de cultivar la paz, promover la paz y, sobre todo, evitar motivos para el conflicto. Es también un llamamiento a la justicia porque justicia y paz van unidas. Una paz injusta es la promesa de una guerra”.

Fue algo sobre lo que advirtió Benedicto XV y que después, tristemente, se convirtió en realidad. El tratado de Versalles, que puso fin a la I Guerra Mundial, no fue más que el germen de la II.

Consciente de lo que suponía una paz justa, de la mano de Benedicto XV el Vaticano no permaneció neutral.

P. BERNARD ARDURA
Presidente, Pontificio Comité Ciencias Históricas
"No se queda fuera del conflicto. Por eso propone elementos para poner en marcha un camino para la paz que comporta el cese simultáneo de la ofensiva y después un desarme coordinado de las partes; obviamente no se escuchó al Papa”. 

Y aunque el mundo hizo oidos sordos, Benedicto XV no dejó de trabajar por la paz. Fue uno de los artífices de la llamada tregua de Navidad, un breve alto el fuego entre alemanes y británicos en el frente durante la Navidad de 1914. La noche del 24 de diciembre el odio y la violencia dejaron paso a los villancicos y a la decoración navideña en las trincheras.

Benedicto XV fue un auténtico Pontífice, un puente entre pueblos reconocido más allá del orbe cristiano. Incluso en Turquía, un monumento honra su memoria recordándolo como un padre común "sin distinción de nacionalidad o religión, y un bienhechor de los pueblos”. 


AC
MG
JM
-PR
Up: YJA 


Francisco prepara encíclica sobre

Francisco prepara encíclica sobre Ecología para principios de 2015

2014-07-15

Francisco lleva meses trabajando en su nueva encíclica sobre la creación y el respeto del medio ambiente. 

El pasado 15 de marzo, durante un encuentro con los superiores de la orden franciscana el Papa les expresó lo mucho que le preocupa este problema yles pidió consejo.

P. MICHAEL ANTHONY PERRY
Ministro general, Orden Hermanos Menores
"Habló de lo mucho que le preocupa este asunto, de que la Iglesia necesita encontrar el camino para responder a esta crisis ecológica. Utilizando lo mejor de la Ciencia y ayudándose también de las personas de buena voluntad para llegar a un acuerdo entre todos”.

Para contribuir a su reflexión, los franciscanos le entregaron el documento "Francicanos para la Ecología”. En él se citan iniciativas en este campo que han promovido, también con personas de otras religiones

P. MICHAEL ANTHONY PERRY
Ministro general, Orden Hermanos Menores
"Estuve en la Amazonia en febrero. Estuve tres veces allí el año pasado y cada vez que voy veo una deforestación mayor. También estuve en la zona del Este de Congo, en donde también hay conflictos por los recursos mineros. Y eso tiene un impacto en el clima social”.

El ministro general de los franciscanos cree quetodavía habrá que esperar para que se publique. Fuentes vaticanas hablan de inicios del 2015.

P. MICHAEL ANTHONY PERRY
Ministro general, Orden Hermanos Menores
"Tenga en cuenta que el Papa, la Iglesia, en octubre tendrá el sínodo sobre la vida en familia. Habrá un pre-sínodo y después el sínodo. Por lo que el Papa estará muy ocupado. Así que, seguramente algún tiempo después de octubre, quizás en noviembre o tal vez espere hasta comienzos del año que viene”.

Michael Perry subraya que la preocupación por la conservación del medio ambiente es una cuestión por la que todos, creyentes y no creyentes, deben colaborar. 

Francisco también ha pedido consejo a otros expertos como Erwin Kräutler, obispo de Xingu,  una zona del Amazonas profundamente afectada por la deforestación.


JRB
MG
FA
-PR