INVOCATIO Cristo es mediador de la nueva alianza.
LECTIO: Gn 17,1-9. Abram es llamado Abraham y constituido en su vejez padre de naciones. Sal
104,4-9. El Señor se acuerda de su
alianza. Jn 8,51-59. Jesús se declara anterior a Abraham. Dios es su Padre
que lo glorifica y a quien conoce.
MEDITATIO: Abraham significa “padre de multitudes”, y se llamaba originalmente Abram, de noble
linaje o “Eugenio”. El nombre tiene importancia porque ahí está todo el
escándalo y la provocación de una alianza imposible de tejas para abajo. A ojo
de buen cubero, dígase “ de beduino”, Yahvé trabó una alianza maravillosa con
un pueblo todavía inexistente a través de Abram, un vejete nonagenario, rudo y
acostumbrado a la tierra seca de Caldea y al pelo áspero de los dromedarios. El
pacto es asombroso porque la promesa del Dios siempre fiel consiste en una
descendencia numerosa como las arenas del mar y una tierra que mana leche y
miel. La declaración de amor es insuperable, a ningún galán se le habría
ocurrido entregar el anillo de compromiso de esa manera. El pacto está ahí,
clarísimo y esplendoroso. Sólo existe un pequeño problema: ¿Cómo se inicia la
descendencia con un guapo de noventa y nueve años? ¿Cómo se entregará Canaán,
donde entonces Abram era extranjero y miles de humanos eran propietarios, de
modo que él se convierta en amo y los otros en extranjeros? A cualquier lego
esto suena a escándalo y tiene todos los visos de una provocación inimaginable.
Caldeos, israelitas, palestinos, judíos, musulmanes… Mejor será dejarlo así y
que el Dios bueno y el anciano de los camellos arreglen el entuerto. 15 siglos
más tarde, los israelitas ya son una nación cuantiosa y son amos de la tierra
prometida. La antigua alianza sería ya historia de siglos atrás, si no fuera
por la aparición en escena de Jesús, descendiente de un carpintero, que se hace
pasar como el mismísimo Hijo predilecto del Padre del cielo, el mismo que los
judíos llaman “su Dios”. Pero además, el personaje incómodo para los doctos de
la ley, pretende ser anterior a Abraham, el padre de naciones, y estar por
encima de Abraham. El viejo murió, murió aquel donde Dios recargó toda su
promesa y pacto. Y de repente aparece uno con cuerpo de hombre y asegura que
cualquiera que lo escuche, no morirá. Con toda razón, lo creían endemoniado y
el hacerse igual a Dios era para lapidarlo. Los oyentes ya tenían las piedras
en la mano, pero aún no había llegado su hora. Jesús se vuelve invisible a sus
agresores, salió del templo y siguió su camino. Las cosas están tensas. Si ya
creer lo del pacto antiguo era poco menos que absurdo, aceptar las afirmaciones
del carpintero de Nazaret era cosa de locos. El autor de la carta a los Hebreos
dirá que el Jesús es el mediador de la nueva alianza a fin de que por su
muerte, los creyentes reciban la herencia eterna que ha sido prometida. 21
siglos han pasado desde que Jesús enseñaba estas cosas en el Templo de
Jerusalén. El templo ya no existe, Jerusalén ha sido arrasada y conquistada por
unos y otros. Queda sólo la palabra, viva, fresca y no menos provocadora, del
Señor Jesús. Es la alianza nueva, sellada con su sangre. Quien crea, no morirá.
Tendrá la herencia eterna. Alianza escandalosa.
ORATIO:
Señor Jesús, yo creo en ti cuando a mi puerta se oyen los cantos de la duda, la
confusión, la incredulidad. Creo en ti cuando se burlan, cuando me exponen lo
absurdo y contradictorio, cuando la naturaleza parece levantar el estandarte de
lo imposible. Quiero decir cada noche y en cada Eucaristía: “creo”. Creo lo que
me trasmitieron mis padres, creo la fe sencilla, no cuestionada de mi pueblo,
creo porque te creo a ti.
CONTEMPLATIO: Alianza escandalosa
ACTIO: Ejercicios de Fe. La fe es primero creer a
Alguien, no en algo. Creer en Jesús, el Hijo de Dios, el maestro, el Señor, el
Redentor, el Salvador del mundo, el que tiene palabras de vida eterna, el
camino, la verdad y la vida. Mientras más difícil, comprometedor, provocativo y
escandaloso es creer el contenido de su palabra, más se hace “creíble” y fácil
por creerle a Él. Señor yo creo en ti. 1. Creer cuando el mundo se vuelve
agnóstico. 2. Creer cuando el mundo persigue y denuncia. 3. Creer con certeza
porque Él no puede engañarse ni engañar a nadie.
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