martes, 1 de abril de 2014

UN MANANTIAL INAGOTABLE


Ez 47, 1-9. 12; Jn 5, 1-3. 5-16

Para quienes hemos habitado en páramos resecos, resulta estimulante imaginar un manantial desbordante, que conforme avanza, extrañamente aumenta su caudal. El agua para quien vive de la tierra, es la presencia cercana y apetecible del favor divino. Con ese manantial extraordinario toda la estepa del Jordán se llenaría de frutos, peces y comida. El agua es fuerza vivificante que solamente requiere de tierra y trabajo humano. Un manantial es una bendición; si además lo vemos como símbolo de dones espirituales adquiere mayor sentido. En ese caso, el relato del Evangelio de san Juan nos encamina en esa dirección. La piscina del templo de Jerusalén será removida por la fuerza de Dios y se convertirá en instrumento de sanación para el paralítico. Jesús discierne el designio de Dios y detiene el malestar del enfermo, mostrando que efectivamente, Dios trabaja y ha trabajado siempre, para favorecer la vida abundante de su pueblo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario