INVOCATIO Haznos un solo corazón para escuchar tu
palabra
LECTIO: Hech 22,30;23,6-11. Pablo apresado y juzgado en Roma, tiene que dar
testimonio de Cristo con habilidad. Sal 15,1-2.5.7-11. Protégeme,
Dios mío, porque me refugio en ti. Jn 17,1.20-26. En la oración
sacerdotal, Jesús continúa pidiendo por la unidad, para que todo discípulo esté
donde Él y con todos el amor del Padre.
MEDITATIO: Es inaudito lo que sabemos de las correrías y
peripecias de los apóstoles para difundir la noticia de Jesús muerto y
resucitado. Nada les frenó el anuncio de la palabra: ni la piedras de los
judíos, ni las calumnias de los doctores de la ley, ni la burla de los griegos
o la cárcel de los romanos. Es un apelo a la conciencia de los cristianos de
hoy: se necesitan más como los de antes. Conociendo los avatares y
controversias, el Señor se aparece otra vez a Pablo para animarlo a ser
testigo. En aquel entonces y aún hoy día, para los judíos, durante un juicio,
el testigo no podía ser confrontado, sólo eliminado o aceptado; por eso muchos
buscaban, eliminar a los testigos auténticos de la resurrección de Jesús. Ante
este panorama de enfrentamiento por el Evangelio, cómo hablar de unidad. Hay
tantas religiones, pensamientos, culturas, ideologías, costumbres, maneras… ¿a
quién se le ocurre en este mercado plantear, tan siquiera la posibilidad de
unir al mundo? Unir el agua con el aceite, al judío con el musulmán, a los
merengues con los azulgranas, los sajones con los latinos, los ingenieros con
los abogados, liberales con conservadores, republicanos con demócratas, los
católicos con el resto de los cristianos… ¿Posibilidad o utopía? Mientras tanto
retumban todas las paredes cuando Jesús levanta la mirada y dice: “que sean
uno, como nosotros el Padre y yo somos uno”. Y acto seguido, por si quedara
duda, dice: “no ruego sólo por estos… Que TODOS sean uno…” Por la ofrenda
eficaz y la oración suplicante de Jesús al Padre, la unidad es posible. No es
una utopía, es el testamento del Señor, es su deseo, es su proyecto, es su
Iglesia: “habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Jesús no pide que todos sean iguales, que piensen
igual o que muestren la misma conducta, pide que sean UNO en la diferencia. Las
diferencias no son un obstáculo para la unidad, son una riqueza. Dios no ha
creado a los hombres en serie, como números o como productos de consumo; a cada
uno lo creó único e irrepetible. La diversidad es marca del cielo. En ese
pluralismo maravilloso de colores, perfumes, texturas la unidad aparece como el
sueño de Dios no realizado. No se trata de suprimir las diferencias para
encontrar un denominador común, sino más bien subrayarlas para respetarlas y en
el respeto y aprecio de las diferencias encontrar el denominador común que
logra la unidad. La estratégica bélica del maligno se cifra en el lema “divide
y vencerás”. La estrategia del Espíritu Santo encuentra su lema en “la unión
hace la fuerza”. La unión es posible porque entre todas las diferencias
inimaginables de tiempos y lugares, todos los hombres tienen la capacidad y la
necesidad de amar y ser amados. El amor es el lenguaje universal de la unidad.
ORATIO: Protégeme, Dios mío, porque
me refugio en ti. Señor, tú eres mi bien y decides mi suerte. Te bendeciré,
Señor, cuando me aconsejas la unidad. Hasta de noche instruyes mi conciencia
para reclamar mi egoísmo partidista.
CONTEMPLATIO: Hijos del mismo Dios
ACTIO:
Ejercicios de unidad: Mientras la unidad y el
ecumenismo se debaten en las altas esferas yo puedo hacer una gran labor.
Doblegar mi juicio para quitar la acepción de personas; quitar de mi apreciación
las categorías de mis hermanos: que no haya para mí ni judío ni griego, ni
americano ni latino, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ni sabio ni
tonto, ni bueno ni malo, ni hacendado ni pobre, ni creyente ni ateo: que todos
sean uno en Cristo.
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