jueves, 5 de junio de 2014

LECTIO DIVINA Hijos del mismo Dios

INVOCATIO Haznos un solo corazón para escuchar tu

palabra


LECTIO: Hech 22,30;23,6-11. Pablo apresado y juzgado en Roma, tiene que dar

testimonio de Cristo con habilidad. Sal 15,1-2.5.7-11. Protégeme,

Dios mío, porque me refugio en ti. Jn 17,1.20-26. En la oración

sacerdotal, Jesús continúa pidiendo por la unidad, para que todo discípulo esté

donde Él y con todos el amor del Padre.




MEDITATIO: Es inaudito lo que sabemos de las correrías y

peripecias de los apóstoles para difundir la noticia de Jesús muerto y

resucitado. Nada les frenó el anuncio de la palabra: ni la piedras de los

judíos, ni las calumnias de los doctores de la ley, ni la burla de los griegos

o la cárcel de los romanos. Es un apelo a la conciencia de los cristianos de

hoy: se necesitan más como los de antes. Conociendo los avatares y

controversias, el Señor se aparece otra vez a Pablo para animarlo a ser

testigo. En aquel entonces y aún hoy día, para los judíos, durante un juicio,

el testigo no podía ser confrontado, sólo eliminado o aceptado; por eso muchos

buscaban, eliminar a los testigos auténticos de la resurrección de Jesús. Ante

este panorama de enfrentamiento por el Evangelio, cómo hablar de unidad. Hay

tantas religiones, pensamientos, culturas, ideologías, costumbres, maneras… ¿a

quién se le ocurre en este mercado plantear, tan siquiera la posibilidad de

unir al mundo? Unir el agua con el aceite, al judío con el musulmán, a los

merengues con los azulgranas, los sajones con los latinos, los ingenieros con

los abogados, liberales con conservadores, republicanos con demócratas, los

católicos con el resto de los cristianos… ¿Posibilidad o utopía? Mientras tanto

retumban todas las paredes cuando Jesús levanta la mirada y dice: “que sean

uno, como nosotros el Padre y yo somos uno”. Y acto seguido, por si quedara

duda, dice: “no ruego sólo por estos… Que TODOS sean uno…” Por la ofrenda

eficaz y la oración suplicante de Jesús al Padre, la unidad es posible. No es

una utopía, es el testamento del Señor, es su deseo, es su proyecto, es su

Iglesia: “habrá un solo rebaño y un solo Pastor.  Jesús no pide que todos sean iguales, que piensen

igual o que muestren la misma conducta, pide que sean UNO en la diferencia. Las

diferencias no son un obstáculo para la unidad, son una riqueza. Dios no ha

creado a los hombres en serie, como números o como productos de consumo; a cada

uno lo creó único e irrepetible. La diversidad es marca del cielo. En ese

pluralismo maravilloso de colores, perfumes, texturas la unidad aparece como el

sueño de Dios no realizado. No se trata de suprimir las diferencias para

encontrar un denominador común, sino más bien subrayarlas para respetarlas y en

el respeto y aprecio de las diferencias encontrar el denominador común que

logra la unidad. La estratégica bélica del maligno se cifra en el lema “divide

y vencerás”. La estrategia del Espíritu Santo encuentra su lema en “la unión

hace la fuerza”. La unión es posible porque entre todas las diferencias

inimaginables de tiempos y lugares, todos los hombres tienen la capacidad y la

necesidad de amar y ser amados. El amor es el lenguaje universal de la unidad. 




ORATIO: Protégeme, Dios mío, porque

me refugio en ti. Señor, tú eres mi bien y decides mi suerte. Te bendeciré,

Señor, cuando me aconsejas la unidad. Hasta de noche instruyes mi conciencia

para reclamar mi egoísmo partidista.




CONTEMPLATIO:  Hijos del mismo Dios





ACTIO:

Ejercicios de unidad: Mientras la unidad y el

ecumenismo se debaten en las altas esferas yo puedo hacer una gran labor.

Doblegar mi juicio para quitar la acepción de personas; quitar de mi apreciación

las categorías de mis hermanos: que no haya para mí ni judío ni griego, ni

americano ni latino, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ni sabio ni

tonto, ni bueno ni malo, ni hacendado ni pobre, ni creyente ni ateo: que todos

sean uno en Cristo.

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