INVOCATIO: Señor, tú eres el camino, la verdad y la
vida.
LECTIO: Sant 4,13-16. La vida es humo, aparece un momento y luego se disipa. No vale la pena
pasar el tiempo negociando y enriqueciéndose. Sal 48,2-3.6-11.
Felices los que tienen alma de pobres. Mc 9,38-40. Nadie puede obrar un milagro en nombre de Jesús y luego hablar mal de él;
el que está con él no está contra él.
MEDITATIO: El prestigio, el olor de fama y grandeza no son cosas de
Hollywood, también estaban latentes en la mentalidad fanfarrona de algunos de
los primeros cristianos. Santiago trata de disuadirlos de la mentalidad típica
del imperio romano: hacerse ricos, negociar para pasarla bien. El seguidor de
Jesús, el crucificado, no ha de simpatizar con los criterios del mundo. El
cristiano se reconoce necesitado del Señor, sin importar la cartera, sus
recursos materiales y sus cuentas bancarias. Lucrar como si los denarios fueran
la meta en esta vida, es para los paganos del imperio, pero no sería propio de
un cristiano. Su riqueza es Dios y lo que ha de acontecer es lo que Dios quiera
y siempre y cuando quiera. Santiago recordaba muy bien las lecciones de Jesús
cuando recorrían la Galilea y el Maestro los enviaba a anunciar la buena nueva
y a curar a los enfermos. En una de esas ocasiones Juan llegó el primero a
contar al Señor sus andanzas misioneras. Habían visto a uno que expulsaba
espíritus impuros en nombre de Jesús y habían tratado de impedírselo porque no
era uno del gremio… Tal parece que los apóstoles siguen pensando que ellos son
los únicos, que sólo a ellos les compete, que nadie tiene por qué adjudicarse
los roles que a ellos les confirió el Señor Jesús en el Reino. Se les había
subido el Reino a la cabeza y pensaban en categorías de mundo, de imperio
romano, de pompas y glamour. Es el peligro del clericalismo, el cura hace todo
y los demás miran, como últimamente lo expresa el Papa Francisco. El cura
predica, organiza, celebra, manda, confiesa, coordina, toma la palabra en todas
las asambleas, reuniones, clases. Y ay de quien ose usurparle cualquiera de
estas y otras funciones. Jesús con infinita paciencia, hace ver a los
discípulos que si uno echa demonios en nombre de Jesús, está perfecto, porque
nadie que haga un milagro en su nombre, luego hablará mal de él. Es el complejo
de exclusivismo. Ningún grupo tiene el monopolio de la fe, ninguna familia
religiosa es la preferida del Señor, nadie tiene la exclusiva de la gracia y la
verdad de Cristo. El gran anhelo de Jesús es un solo rebaño y un solo pastor,
la unidad de su Iglesia. El panorama del siglo XXI no es muy ecuménico y los
grupos cristianos se levantan unos contra otros para descalificarse. “Jesús
habló para nosotros, no para ellos”, dicen unos. “Nosotros estábamos desde el
inicio del cristianismo” y ellos aparecen en el siglo XVI, dicen otros. Dios no
es pertenencia de ningún pueblo, de ninguna Iglesia, de ningún grupo, de
ninguna parroquia. Toda la humanidad es pueblo de Dios. Él llama a todos, sin
distinción a formar parte de su pueblo, aunque no todos atienden el llamado.
Jesús no formó un grupo elite, envió a los apóstoles a todos los pueblos. Y en
la Iglesia no hay judío ni griego, hombre ni mujer, negro ni blanco, no. Todos
son uno en Cristo.
ORATIO: Señor Jesús, a mi también me
encanta ser rico, más de alguna vez lo he soñado. Pero de nada servirá si la
opulencia me aparta de ti. Pensaré entonces ser rico de ti, tener la riqueza
más millonaria y que nunca se acaba: poseerte a ti y ser para el mundo riqueza
de Cristo.
CONTEMPLATIO: hacerse pequeño.
ACTIO: Ejercicios. Rectitud de intención. La
finalidad de este mundo no es alcanzar la riqueza, ni la fama, ni el poder,
sino la gloria de Dios. 1. No busques el reconocimiento de los demás, tener
influencia sobre ellos a base del dinero y del poder. 2. No busques la alabanza
por tus cualidades y dotes. 3. No te afanes en los negocios sólo para tener más
y dar qué decir al mundo. 4. Busca mejor agradar a Dios y vive para los demás. La riqueza sólo sirve para ayudar a los demás
a crecer en edad, sabiduría y gracia de Dios. La riqueza para uno mismo y para
el placer es pecado.
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