miércoles, 26 de febrero de 2014

LECTIO DIVINA hacerse pequeño

INVOCATIO: Señor, tú eres el camino, la verdad y la

vida.


LECTIO: Sant 4,13-16. La vida es humo, aparece un momento y luego se disipa. No vale la pena

pasar el tiempo negociando y enriqueciéndose. Sal 48,2-3.6-11.

Felices los que tienen alma de pobres. Mc 9,38-40. Nadie puede obrar un milagro en nombre de Jesús y luego hablar mal de él;

el que está con él no está contra él.


MEDITATIO: El prestigio, el olor de fama y grandeza no son cosas de

Hollywood, también estaban latentes en la mentalidad fanfarrona de algunos de

los primeros cristianos. Santiago trata de disuadirlos de la mentalidad típica

del imperio romano: hacerse ricos, negociar para pasarla bien. El seguidor de

Jesús, el crucificado, no ha de simpatizar con los criterios del mundo. El

cristiano se reconoce necesitado del Señor, sin importar la cartera, sus

recursos materiales y sus cuentas bancarias. Lucrar como si los denarios fueran

la meta en esta vida, es para los paganos del imperio, pero no sería propio de

un cristiano. Su riqueza es Dios y lo que ha de acontecer es lo que Dios quiera

y siempre y cuando quiera. Santiago recordaba muy bien las lecciones de Jesús

cuando recorrían la Galilea y el Maestro los enviaba a anunciar la buena nueva

y a curar a los enfermos. En una de esas ocasiones Juan llegó el primero a

contar al Señor sus andanzas misioneras. Habían visto a uno que expulsaba

espíritus impuros en nombre de Jesús y habían tratado de impedírselo porque no

era uno del gremio… Tal parece que los apóstoles siguen pensando que ellos son

los únicos, que sólo a ellos les compete, que nadie tiene por qué adjudicarse

los roles que a ellos les confirió el Señor Jesús en el Reino. Se les había

subido el Reino a la cabeza y pensaban en categorías de mundo, de imperio

romano, de pompas y glamour. Es el peligro del clericalismo, el cura hace todo

y los demás miran, como últimamente lo expresa el Papa Francisco. El cura

predica, organiza, celebra, manda, confiesa, coordina, toma la palabra en todas

las asambleas, reuniones, clases. Y ay de quien ose usurparle cualquiera de

estas y otras funciones. Jesús con infinita paciencia, hace ver a los

discípulos que si uno echa demonios en nombre de Jesús, está perfecto, porque

nadie que haga un milagro en su nombre, luego hablará mal de él. Es el complejo

de exclusivismo. Ningún grupo tiene el monopolio de la fe, ninguna familia

religiosa es la preferida del Señor, nadie tiene la exclusiva de la gracia y la

verdad de Cristo. El gran anhelo de Jesús es un solo rebaño y un solo pastor,

la unidad de su Iglesia. El panorama del siglo XXI no es muy ecuménico y los

grupos cristianos se levantan unos contra otros para descalificarse. “Jesús

habló para nosotros, no para ellos”, dicen unos. “Nosotros estábamos desde el

inicio del cristianismo” y ellos aparecen en el siglo XVI, dicen otros. Dios no

es pertenencia de ningún pueblo, de ninguna Iglesia, de ningún grupo, de

ninguna parroquia. Toda la humanidad es pueblo de Dios. Él llama a todos, sin

distinción a formar parte de su pueblo, aunque no todos atienden el llamado.

Jesús no formó un grupo elite, envió a los apóstoles a todos los pueblos. Y en

la Iglesia no hay judío ni griego, hombre ni mujer, negro ni blanco, no. Todos

son uno en Cristo.




ORATIO: Señor Jesús, a mi también me

encanta ser rico, más de alguna vez lo he soñado. Pero de nada servirá si la

opulencia me aparta de ti. Pensaré entonces ser rico de ti, tener la riqueza

más millonaria y que nunca se acaba: poseerte a ti y ser para el mundo riqueza

de Cristo.




CONTEMPLATIO:  hacerse pequeño.





ACTIO: Ejercicios. Rectitud de intención. La

finalidad de este mundo no es alcanzar la riqueza, ni la fama, ni el poder,

sino la gloria de Dios. 1. No busques el reconocimiento de los demás, tener

influencia sobre ellos a base del dinero y del poder. 2. No busques la alabanza

por tus cualidades y dotes. 3. No te afanes en los negocios sólo para tener más

y dar qué decir al mundo. 4. Busca mejor agradar a Dios y vive para los demás.  La riqueza sólo sirve para ayudar a los demás

a crecer en edad, sabiduría y gracia de Dios. La riqueza para uno mismo y para

el placer es pecado. 


































                                       

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