INVOCATIO: ¿Quién habitará en tu casa, Señor? El que dice la verdad de corazón.
LECTIO: Sant 1,19-27. Poner en práctica la palabra con diligencia. Docilidad para recibirla y parquedad para hablar. Sal 14,2-5. ¿Quién habitará en tu casa, Señor? Mc 8,22-26. Jesús cura a un ciego ante la piscina de Betsaida.
MEDITATIO: Santiago es el apóstol experto en el tema del dominio de la lengua. La lengua, en el sentido más vasto, como el músculo diligente para escuchar la palabra y parco para hablar. La lengua es el músculo más pequeño y el más peligroso. La lengua el órgano maneja la palabra. En la lengua están significados todos los sentidos exteriores e interiores como instrumentos para acoger, elaborar y trasmitir la palabra. Para Santiago todo parece muy sencillo. El hombre viejo es un amasijo de vicios producidos por el pecado; pero una vez que se le implanta la Palabra, se purifica de todo mal y se pone en práctica la palabra, es decir se salva. Para Santiago el cristiano no es un simple receptáculo de la Palabra, sino un agente, un promotor y recreador de la Palabra de Dios. El pecado en el hombre puede subyugarlo de tal manera que está ciego, sordo, mudo, insensible. Es indispensable que la Palabra, el Verbo de Dios se encarne en el ser humano y abra los sentidos. Como es también indispensable que el hombre se abra diligentemente, escuche y ponga en práctica la palabra. Este es el panorama que presenta el Evangelio de hoy. Jesús estaba entrando en Betsaida, nombre que significa “casa de pesca” y que estaba en las inmediaciones del Lago de Galilea y del río Jordán. A Jesús le trajeron un ciego para que lo tocara. Otros pasajes narran que los aquejados por alguna enfermedad buscaban el movimiento del agua para quedar limpios y liberarse del malestar. Jesús tomó de la mano al hombre que no podía ver ni podía recibir la palabra, y se lo llevó fuera de la ciudad y en despoblado le puso saliva en los ojos y le impuso las manos. El hombre quedó curado, o lo que es lo mismo: recibió a Jesús, la Palabra y veía todo con claridad. La ceguera es figura del daño que hace el pecado en el ser humano y la curación está significando la predisposición que todo hombre necesita para ver con claridad y recibir con diligencia la gracia de Dios. Poco antes Jesús sufrío la incomprensión de los fariseos que pedían una señal y de los discípulos que pedían pan. Este ciego desconocido pudo abrir los ojos y abrazar a su Señor y Salvador encontrando la salvación. En el planeta Tierra de hoy día, el hombre ha logrado tal nivel en alcance de la técnica y de la medicina que no parece necesitar a Dios para salvarse. La eficacia de la tecnología y el desarrollo de la informática alejan la necesidad de un Salvador. Tampoco se siente el hombre moderno en la necesidad de recibir la Palabra que lo purifique y lo salva. Tiene a su disposición los recursos materiales, las ciencias, la tecnología. Se echa de menos al cieguito que pida ser curado por el Señor. No se ve al enfermo agarrar el rosario y balbucir un Ave María.
ORATIO: Dios mío, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras. Dame un corazón para escucharte y poner en práctica tu palabra. Tus palabras, Señor, son espíritu y dan vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario