INVOCATIO: Ustedes son la sal de la tierra
LECTIO: Is58,7-10. Si compartes pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si
cubres al desnudo, entonces despuntará tu luz como la aurora. Sal 111,4-9.
Para los buenos brilla una luz en las
tinieblas. 1Cor2,1-5. No quiero saber nada
fuera de Jesucristo y Jesucristo crucificado.
Mt 5,13-16. Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo.
MEDITATIO: Dos imágenes dominan
hoy la liturgia, la luz y la sal. Mucho se ha dicho sobre la luz como algo
indispensable para ver. Poco, en cambio, se habla sobre la sal. Preguntarse por
qué dice Jesús a sus hombres que ellos son la sal de la tierra, llevará a
descubrir la importancia de la imagen. El Maestro habla de la sal como
sazonador y como conservante de la comida. En esos tiempos no se conocía la
electricidad y por tanto no existía la “refrigeración” para conservar los
alimentos. Así, la única forma de conservarlos era por medio del método de la
salación. Pero la salación se vuelve indispensable para prolongar la vida
comestible de los alimentos y hace que se localicen asentamientos humanos en
torno a los depósitos naturales de sal. La búsqueda y transporte de la sal era
tan relevante que había rutas especiales como la vía Salaria en Roma. Y en
tiempos del imperio romano a los soldados se les pagaba con sal para que
pudieran conservar el pescado, dando origen a lo que aún hoy día se llama
“salario”. No se podía vivir sin sal, era indispensable contar con sal tanto
para sazonar como para conservar los comestibles. Y todavía hoy día, aún cuando
existe ya la refrigeración y otros conservantes, la sal es indispensable para
la vida. En este horizonte utiliza Jesús la imagen de la sal. Uds. son la sal
de la tierra. Y si la sal se desvirtúa, no se puede salar, no sirve sino para
que la pisen los cerdos, el animal más despreciable en tiempos de Jesús, porque
era impuro y porque era una fuente de enfermedades. Los cristianos son la sazón
y el buen sabor de la humanidad, según el slogan de Jesús. “Los discípulos son
la sal de la tierra” quiere decir, son indispensables para la vida cristiana,
sin ellos no se puede vivir. Sin los cristianos no habría vida, no habría
civilización. Por lo demás la sal de la tierra aplicado al cristiano es el
único y más valioso de los conservantes. Toda sociedad humana en cualquier
parte del mundo, toda región, toda vecindad, toda familia, necesita un
cristiano para poder conservarse en vida. No está demás retomar el sentido
profundo de la imagen para hacer ver al cristiano de hoy que es líder en la
comunidad humana. El hombre es común y ordinario, el cristiano es exótico y
extraordinario. El hombre es masa, el cristiano es levadura. El hombre es
muchedumbre, el cristiano es líder y guía hacia el destino. Si además se
enfatiza la condición que en el siglo XXI presenta el hombre, mucho más
indispensable se hace el cristiano. El hombre cristiano, el que tiene a Cristo,
es la medicina del hombre enfermo, la luz del ciego, el alimento del
hambriento, la bebida del sediento, la ropa del desnudo, la solución del
problemático, la guía del desorientado, la respuesta a la pregunta.
ORATIO: Señor Jesús, dame tu luz para
iluminar, dame tu sal para sazonar. Quiero ser lo que tú me des. Quiero llevar
tu luz por todas partes para iluminar mi vida, mi familia, mi trabajo, mi
camino, mis amistades. Quiero llevar tu sazón a todas partes donde vaya, en la
calle, en mi casa, en los hospitales, las cárceles, las periferias y las
vecindades menos favorecidas por los hombres.
CONTEMPLATIO: Sal de la tierra
ACTIO: Ejercicios. 1. Tomar conciencia de la
dignidad a la que Cristo te eleva. 2. La
dignidad cristiana no es para ganar fama ni para acumular complacencia, sino
para salir al encuentro del marginado para llevarlo a Cristo. 3. Enumera las
obras de caridad a las que Cristo te llama iluminar y sazonar.
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