INVOCATIO: Cantaré al Señor porque me ha mirado
LECTIO: Sant 3,13-18. La sabiduría que viene de lo alto es sinónimo de sencillez, paz y concordia.
Sal 18,8-10.15. Los preceptos del Señor
alegran el corazón. Mc 9,14-29. Jesús
expulsa a un espíritu mudo y se queja de la generación incrédula.
MEDITATIO: En 1988 Juan Pablo II bendijo, en la ciudad de Cochabamba en
Bolivia, la estatua monumental de Jesucristo más grande del mundo. Está
dedicada a la concordia, como consistencia de la sabiduría según Santiago
apóstol. (adaptar) La sabiduría y la fe se unen en una capa que cubre al hombre
y le da calor. Dos elementos le hacen ir en la dirección de la sabiduría y la
fe: el primero es una relación con sus semejantes fundada en la concordia, un
solo corazón, un mismo pensar y sentir con todos; el segundo es la necesidad confiar
en Dios que lo puede todo y triunfa sobre el mal, cualquier mal, todo mal. La
liturgia de hoy es una lección que propone un binomio clásico: la razón y la
fe, la sabiduría y confianza. Pero la sabiduría que propone Santiago es
bíblica, el saber que desciende de lo alto, el ver cada creatura como Dios la
ve. De esta sabiduría necesariamente se desprende la paz, la misericordia, la
sencillez, la concordia. No es la sabiduría del mundo, dominada por el espíritu
de rivalidad y la discordia. No es la sabiduría soberbia, sensual y demoníaca. La
sabiduría mundana es razón sin fe, es razón con mucho mundo y poco Dios, es
cálculo sin evangelio, es cábala de abajo sin luz de arriba, es simpatía con un
cosmos sin Dios. El Evangelio expone cómo los discípulos, agarrados a lo
terreno, no fueron capaces de echar fuera a un demonio mudo, del cuerpecillo
frágil de un niño. Aparentemente la fuerza del mal superó la capacidad de los
apóstoles. Es el mismo escenario que presenta en pleno siglo XXI el planeta
Tierra: la guerra, la ola de violencia y de terror, la inseguridad ciudadana,
el narco, las enfermedades terminales, el hambre, el subdesarrollo, la
confusión sobre la identidad del hombre. Marcos escenifica la angustia y la
impotencia de un padre ante su niño poseído por un espíritu mudo; ha gastado su
fortuna en médicos, curanderos, potajes y su fe está al borde de la quiebra.
Había escuchado de Jesús y de sus discípulos pero ni ellos pudieron hacer nada.
Cuando Jesús baja del monte de la transfiguración, se encuentra con esta
tragedia montada. Hay buena voluntad pero no hay suficiente fe. Hay mucha
sabiduría de mundo, pero no la sabiduría de Dios. El padre del muchacho en la
desesperación suplica ayuda si es que Jesús puede… Con toda razón el Maestro se
queja de la incredulidad de “esa generación”. Basta tan sólo creer, confiar en
el poder de Dios, pues ningún mal por grande que sea podría estar encima de
Dios. Admirable la actitud humilde del papá: él cree, pero suplica que el Señor
ayude a la pequeñez de su fe. Jesús ordenó al demonio mudo que saliera del
chiquillo y no volviera nunca más. ¿Por qué los discípulos no pudieron y Jesús
sí? Porque esos demonios se echan fuera sólo con oración, porque la oración
desplaza la sabiduría del mundo y llena el corazón de confianza y fe. Dios todo
lo puede, también el círculo cuadrado.
ORATIO: Señor y Dios mío, tú me has
enseñado que todo es posible para el que cree, aumenta mi poca fe. Ayúdame a confiar
en ti cuando se cruce en mi camino la enfermedad terminal, el dolor insufrible,
el mal persistente. Tú eres mi Señor y Salvador, y tú lo puedes todo. Yo me
abrazo a tu misericordia.
CONTEMPLATIO: No hay nada que Cristo no pueda
ACTIO: Ejercicios. 1. La sabiduría de Dios.
Desconfiar en la terrena, cultivar la de arriba para encontrar en el trato con
los demás, paz, concordia y sencillez. 2. Fe sobrenatural y evangélica. Pedir
todos los días una fe grande y robusta que supere todo mal, que eche fuera de
mi vida el espíritu mundano y abrace los criterios de Dios. Ver el mundo con
los ojos de Dios.
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