martes, 4 de febrero de 2014

La Presentación de Jesús en el templo

Martin Schongauer destacó en el gótico tardío alemán como gran grabador y pintor. Asimiló en su obra el realismo, el detallismo y la riqueza cromática de los primitivos flamencos, especialmente del maestro Rogier van der Weyden, y dejó su impronta en la obra del gran Alberto Durero. Aunque sus grabados tuvieron gran difusión, llegando a Inglaterra, España e Italia, donde se dice que inspiraron al propio Miguel Ángel, trabajó prácticamente toda su vida en la ciudad alsaciana de Colmar, realizando un retablo para los dominicos del que se conservan las tablas de la Presentación de Jesús en el templo.

En el detalle reproducido en esta portada se concentra todo el significado de la escena a partir de las figuras y los pormenores iconográficos, que nos recuerdan que también la Sagrada Familia cumplió con la ley mosaica, estableciendo una continuidad entre Antiguo y Nuevo Testamento. La lectura comienza con la figura de la Virgen, modelo de obediencia a la ley, al ofrecer a su Hijo al anciano Simeón, hombre justo y temeroso de Dios (Lc 2, 25), cuyas manos están veladas para manifestar su respeto ante el carácter divino del Niño. Tras ellos, el anciano José, portador de un cirio, motivo que se generaliza en las composiciones desde el siglo XV para subrayar la solemnidad del momento.

Su interpretación también nos recuerda que ya en la Edad Media la Presentación de Jesús en el templo y la Purificación de la Virgen se celebraban el 2 de febrero en la misma festividad litúrgica, la Candelaria, durante la cual se realizaba la bendición y procesión de los cirios. Por tanto, Schongauer revela la influencia de la religiosidad popular y la liturgia en las manifestaciones artísticas de su época.

En frente de estos personajes, en primer término, una sirvienta porta dos pichones, ofrenda que la familia había de presentar en el templo de acuerdo con las fuentes literarias: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y presentará como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor (Lc 2, 23-24). Respecto a estos animales, san Buenaventura precisa que se trata del don de las familias más pobres, evocando la pobreza que rodeó el nacimiento de Cristo. Aunque en la composición general se aprecian estructuras arquitectónicas para recrear el templo, es fundamental la presencia del altar como roca sagrada para mostrar a Cristo como el Ungido predestinado desde su infancia al sacrificio para cumplimiento de la salvación.


María Rodríguez Velasco



Presentación de Cristo en el templo (Ca. 1470-80), detalle del retablo de los Dominicos, Martin Schongauer (Ca. 1440-1491), Museo de Unterlinden, Colmar, Francia. 

© The Bridgeman Art Library.

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