INVOCATIO: Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y
ellas me siguen.
LECTIO: 2Sam 24,2.9-17. David desconfía del auxilio del cielo y manda hacer un censo para conocer
sus fuerzas. Sal 31,1-2.5-7. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado. Mc 6,1-6. Jesús va a Nazaret y la gente desconfía de él. Era un escándalo y no pudo
realizar ningún milagro.
MEDITATIO: No existe en el mundo
de lo poético y musical, palabras más bellas y agradables que decir “yo te amo”
o “yo confío en ti”. David tenía muchas razones bien fundadas para confiar y
ninguna para desconfiar. Tenía una lista interminable de beneficios del Señor.
El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, lo elevó de campesino a rey, de imberbe
desarmado a guerrero victorioso, de
postergado y desheredado a jefe de la casa de Israel. No tuvo ningún mérito,
todo se lo dio el Señor y sin embargo cuando sintió pasos de peligro en la
azotea, desconfió del auxilio de lo alto y puso toda su confianza en sus
propias fuerzas. Evangelio presenta una situación similar; el pueblo tenía
muchos motivos bien fundados para confiar en Jesús y ninguno para desconfiar. Había
visto con sus ojos la curación de toda suerte de enfermedades; había escuchado
la proclamación de la buena nueva de la redención; había palpado la expulsión
de toda clase de demonios. Pero los nazaretanos pensaban que no podía ser que
el hijo de un carpintero obrara tales prodigios. La gente tenía envidia y se
escandalizaban de Él. Jesús no pudo realizar en Nazaret ningún milagro. Nadie
es profeta en su propia tierra. Es como para no creerlo. El esfuerzo de Dios,
anidado desde toda la eternidad, para devolver al hombre la paz y la libertad
se encontró con un freno: el rechazo del hombre mismo, la oposición de la misma
libertad humana. Él ahí no era bienvenido y allá estaba la puerta. Cabe preguntarse cómo es hoy día en el
planeta Tierra. Con el pretexto de que a Dios lo de Dios y al César lo el César,
todo puede pasar. ¿Cómo tratan al Nazareno en la oficina de trabajo, en el ejercicio
de la política, en la banca y mercado de valores, en el aula universitaria? Tal
vez sean preguntas muy complejas o comprometedoras, pero pondrían al mundo de
hoy en franca comparación con su pueblo natal. Como quiera que sea, uno de los
títulos que el Hijo de Dios alcanzó a pulso es el de Pastor y el pastor conoce
a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz y lo siguen. Aunque la actitud de los
nazaretanos ofende, no es así en todas partes. Las lecturas no denuncian una
falta de confianza, sino mueven los corazones para construirla. David lloró
amargamente su desconfianza y ante la peste que cobró más de 70 mil vidas,
pedía a Dios que el castigo cayera sobre él, pues él era el culpable, de él
había sido el pecado. La confianza humana se basa en los motivos de fiabilidad
pero también en el reconocimiento de la propia impotencia. Un atento análisis
de la precariedad de la existencia humana y de la apabullante misericordia de
Dios, conduce al corazón a decir: Señor, yo confío en ti. Mientras la
difidencia provoca el retiro caballeroso de Dios, la confianza abre de par en
par las compuertas de su corazón.
ORATIO: Señor Jesús, yo confío en ti.
Porque yo poco o nada puedo y tu lo puedes todo. Confío en ti porque tú
confiaste en mí primero, porque me has redimido del pecado, porque me has
llamado a seguirte, porque te has quedado a mi lado en la Eucaristía, porque te
has puesto de mi parte, porque me regalaste a tu madre al pie de la cruz. Por
eso y por mucho más, yo confío en ti, Señor.
CONTEMPLATIO: De la sospecha a la confianza
ACTIO: Ejercicios. Para quien quiera recuperar la
confianza en Dios, no hay como la coronilla de la misericordia. Para el que
quiera dar los primeros pasos, repita todos los días: “Jesús, yo confío en ti”.
El acto de confianza repetido forma la virtud de la confianza. Ante la
confianza humana, Dios derrama todas sus bendiciones y dones.
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