INVOCATIO: Dios mío, crea en mí un corazón puro.
LECTIO: 2Sam 12,1-7.10-15. Natán da a conocer a David su pecado y él lo reconoce. Sal 50,12-17.
Dios mío, crea en mí un corazón puro. Mc 4,35-41. Mientras duerme el Señor
en la barca, se desata una borrasca. Jesús calma el vendaval y aplaca las olas.
MEDITATIO: David pasará a la historia como el gran rey de Israel. Fue
músico, poeta, guerrero, de espíritu alegre y efusivo. Tres páginas negras
manchan su archivo, la mentira, el adulterio, el asesinato. El soberano
libidinoso tomó la oveja del pobre y con ella montó un banquete al forastero. Él
mismo firmó su sentencia ante el profeta Natán sin percatarse que la tragedia
macabra del rico epulón y criminal, se refería a él mismo. “¡Por la vida del
Señor, el hombre que ha hecho eso merece la muerte! Pagará cuatro veces el
valor de la oveja, por haber obrado así y no haber tenido compasión”. Pero
aquel muchachito de la honda, ya hombre cabal, algo de nobleza conservaba. Su
corazón gitano y mujeriego nunca se contaminó con la arrogancia. Y el monarca,
descubierto in flagranti por el dedo de Dios, se arrepintió y lloró amargamente
su pecado. Y el Señor de los cielos no condenó a David ni le tuvo en cuenta su
delito, ni ejecutó para él la merecida sentencia de muerte. David pasará a la
posteridad como rey pecador y rey arrepentido. Así, lo que sobresale de los
anales de su historia no es el pecado sino la gracia, no es la culpa sino el
perdón, no es el crimen sino el arrepentimiento, no es la sentencia sino la
misericordia, no es la bajeza de su conducta sino el esfuerzo de santidad, no
es el daño sino la restauración. David es el modelo por excelencia de la
justicia de Dios, justicia que no condena sino restaura. Y quien debió terminar
detrás de las barras bajo la pena capital, es hoy objeto de admiración, talante
de santidad y gloria de la misericordia de Dios. Diez siglos más tarde sobre el
lago de Galilea quien sería llamado rey de los judíos, duerme en la barca
mientras se levanta una borrasca y los discípulos entran en pánico de muerte.
Jesús, en su vida mortal, fue el hombre más sencillo y pobre de la tierra. El
soberano del Universo nacido en un pesebre, el Rey de las conciencias clavado
en una cruz y escarnecido, el Monarca de todo ser humano de todos los tiempos,
desfigurado como un gusano por decirse Hijo de Dios. De grandes dotes de
elocuencia, predicaba por toda Judea con autoridad. Multitudes venidas de todas
las naciones conocidas, judíos y paganos, eruditos e iletrados, griegos y
romanos, principales y súbditos, se congregaban para que los tocara, les
impusiera las manos y los curara de toda enfermedad. Expulsó toda suerte de
demonios para librar a sus coetáneos, a los de antes y los de después de las
ataduras de la enfermedad y de la muerte. Y recorría todos los poblados , donde
quiera que hubiera un ser humano para perdonar el pecado, cualquier pecado,
mayor y peor que el de David. ¡Cállate, silencio! Increpó a los vientos y a las
olas. Y sobrevino una gran calma. La tempestad calmada está prefigurando la
turbulencia de pecados que han de suceder en el mundo; pecados de reyes,
políticos, banqueros, sacerdotes, hombres de negocio y de la calle; y la paz
que reinará en la otra vida donde sobreabundará la misericordia divina y su
justicia restaurará todas las cosas.
ORATIO: Eres
Señor, rey de reyes. Todo ha quedado sometido a tu majestad. Pecados y vientos
alebrestados, culpas y enfermedades, remordimientos y armas mortales. Es tu
misericordia. En el rey David todos pecamos de lujuria y falsedad. Pero en ti
todos somos curados por inmensa compasión. Tu reino en el mundo no es de
cañones ni de ejércitos, es de misericordia y de piedad. Que canten de alegría
las naciones porque ha vencido tu justicia y en tu misericordia todos hemos
sanado.
CONTEMPLATIO: A rey pecador, Rey misericordioso
ACTIO: Ejercicio. Pide misericordia y tendrás la
paz y la alegría. La Biblia es una historia de piedad y misericordia de Dios
por el hombre. Es un misterio que Dios está ávido de perdonar y que el hombre
no quiera ser perdonado. Pedir diariamente misericordia. Reza todos los días el
salmo 50 antes de dormir.
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