INVOCATIO: Señor, escucha mi clamor, que estén tus
oídos atentos a la voz de mi súplica.
LECTIO: Dan 9,4-10. Dios mantiene la alianza pero el hombre ha fallado y no ha escuchado a los
profetas y a los jefes que hablaron en su nombre. Sal 78,8-13. No nos trares según nuestros pecados. Lc
6,36-38. La medida de la misericordia y del juicio es el Padre.
MEDITATIO: En la hora de Jesús, en la hora suprema de la pasión, Pilato
preguntó: “¿qué es la verdad? La verdad es como el camino, se hace al andar,
está archivada en un pasado inviolable, se fragua en un presente titubeante y
se vislumbra en un futuro incierto. La verdad última de cada ser humano es dura
e implacable, no fácil de aceptar, pero siempre imponente. La profecía de
Daniel entona el mea culpa hacia un reconocimiento crudo de la verdad. La
verdad de Dios siempre fiel a la alianza, aún a pesar de los fallos humanos. La
verdad de un Dios grandioso pero cercano a su pueblo. Y la verdad de un pueblo
culpable y pecador, desobediente, cargado de vergüenza y sin oídos para los
profetas, jefes y enviados del Dios altísimo y terrible, justo y amable. La
aceptación de la verdad desnuda y lamentable de un pueblo rebelde e infractor
de la ley, causa un efecto extraño en Dios. No descarga la furia de su justicia
intachable, sino el manto de su compasión y misericordia. Jesús de Nazaret
parece recordar una a una, las palabras de Daniel, cuando se dirige a los suyos
para recomendar misericordia. “Sean misericordiosos, como también el Padre del
cielo es misericordioso”. La misericordia de Dios es un hecho tan claro como el
agua, tan luminoso como el sol. No trata al pueblo como merecería su pecado,
sino que tiende sobre su vergüenza el manto de la misericordia y compasión. Así
ha de ser el seguidor de Jesús ante los errores, las maldades, las acciones
criminales y depravadas de sus hermanos y conocidos. Porque si aplica el
criterio de la compasión divina, con esa misma medida el mundo lo tratará y lo
juzgará. El planeta Tierra del siglo XXI se ha dado a girar en el último lugar
alrededor del sol de la compasión divina. Ha decidido introducir la praxis de
la tolerancia cero, tan ajena al juicio divino como del todo antievangélica. El
vándalo será despellejado vivo en los medios de comunicación social y en la
opinión del público. La profecía de Daniel merece una medalla por la primera
parte, pero la sociedad se ha apresurado a proscribir y esconder bajo la
alfombra, la segunda. La doctrina de Jesús que dicta tender un manto de
compasión para cubrir las vergüenzas del borracho y pendenciero, del pecador y
lujurioso, del narco y criminal organizado se ha vuelto un pensar debilucho y anticuado.
Al Dios portentoso y padre de los cielos se le permite y se le tolera, pero al
diminuto mortal y habitante del planeta de ninguna manera. Que nadie sea
misericordioso, que todo mundo se doctore en juzgar y exponer los pecados del
prójimo en las plazas públicas y en los colgaderos de internet y de las redes
sociales. Que no quede títere cabeza, que se descubran todos los pecados para
escarmiento del planeta y de la sociedad. Vuélvanse todos puritanos y cátaros y
dejen que el de Arriba siga siendo misericordioso. Como quiera es sólo un
lapsus historiae, un error de lectura de textos incómodos y políticamente
incorrectos, una époque terrible. Para el discípulo de Jesús ante la verdad
incómoda, no hay más que compasión cristiana.
ORATIO: Señor Jesús, en un mundo que
parece avergonzarse de la misericordia y de la compasión, ayuda a tu pueblo a
formar un corazón como el tuyo, pronto para perdonar, diligente para apiadarse,
rápido para el perdón y la comprensión. Que el cristianismo comprenda su
vocación a la misericordia como tú eres misericordioso.
CONTEMPLATIO: Ante la verdad incómoda, la compasión cristiana
ACTIO: Ejercicios de misericordia. La misericordia
es una virtud fuertemente controvertida en un mundo que pide tolerancia para
las mayores aberraciones y es intolerante como en ninguna época hacia la
Iglesia católica. La misericordia es una virtud hermosa que arranca de la
caridad de Dios. 1. No juzgar a nadie porque el juicio le corresponde a Dios.
2. Odiar y denunciar la conducta criminal, dejando a salvo la persona, siempre
imagen y familia de Dios. 3. Reconocer todas los valores, las virtudes y los
actos buenos de cualquier persona. 4. Pedir con toda el alma por el descarrío,
la inmoralidad y la barbarie de los hombres, hermanos nuestros en la carne. 5.
Todos somos pecadores, aprender a sobrellevar los errores de los demás,
solidarios en el pecado. 6. Respetar, cubrir la vergüenza ajena y permitir que
las autoridades competentes ejerzan la justicia sin hacer de los medios de
comunicación, tendederos de pecados, denuncias irrespetuosas y desacreditación
de la buena fama.
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