sábado, 8 de marzo de 2014

LECTIO DIVINA Fiesta de misericordia

INVOCATIO: Escucha, Señor, ten piedad de mí, ven en mi
auxilio.



LECTIO: Is 58,9-14. El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los ardores del desierto y
llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín bien regado, como una
vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan. Sal 85,1-6. Salva a tu servidor que en ti confía. Lc 5,27-32. Los fariseos protestan
porque Jesús come con publicanos. Jesús responde que son los enfermos quienes
necesitan al médico.



MEDITATIO: Los temas más recurrentes de la cuaresma son el ayuno, la
oración, la penitencia, la conversión, pero hoy la palabra está del otro lado
de la mesa. Es la misericordia de Dios que viene a los enfermos, a los
pecadores. Las más de las veces los predicadores insisten en lo que respecta al
hombre, pero hoy la liturgia se asoma al corazón del Mesías. La Misericordia
divina las más de las veces se confunde con la compasión y el perdón de Dios,
pero es mucho más. Isaías se detiene frente al horizonte restaurativo de la
misericordia. Al que ofrezca pan al hambriento y sacie al que vive en la
penuria, “el Señor lo guiará incesantemente, lo saciará en los ardores del
desierto y llenará sus huesos de vigor; será como un jardín bien regado, como
una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotarán”. La premiación y el
cambio que opera el Dios de los ejércitos no es para los potentados y los
constituidos en autoridad y los observantes de la ley sino para los que
practican la caridad con el indigente. El Señor, Dios no sólo se apiada de los
suyos, no solamente se compadece por la situación que atraviesan, sino que
salva a su servidores. El Evangelio es aún más preciso. Al igual que no son los
sanos los que necesitan al doctor, sino los enfermos, el Mesías, tan esperado,
no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. La sentencia se
pronuncia después de llamar a Leví, un recaudador de impuestos odiado por el
pueblo, un amigo de los invasores de Roma, a la mesa principal. Es el paso de
la mesa de los impuestos a la fiesta de la misericordia.  Los fariseos están francamente
escandalizados. ¡Cómo un publicano y pecador come con el Maestro! Jesús sabía
que los que se sienten sanos, los muy cumplidores y guardianes de la ley no
necesitan al médico. Para Jesús, todos los que han probado el pecado están
enfermos. Todos los que buscan la riqueza, la satisfacción de los sentidos, los
que se sientan en la mesa de los buenos, los que no se manchan las manos en
servir al pobre, al enfermo, al encarcelado, también están enfermos, pero se
sienten sanos. En definitiva, la misericordia restaurativa es indispensable
para todos, pero muchos no sentirán su necesidad. Los hombres del siglo XXI,
ocupados en la multiplicidad de diversiones, embriagados por el placer y la  comodidad de los bienes materiales y
encumbrados por la versatilidad de un mundo tecnológico, no se sienten
necesitados de la restauración y conversión que obra la misericordia divina.
Como quiera que sea, el Señor viene a los enfermos, para derramar su
misericordia y restaurarlos por dentro, para hacerlos sus discípulos, ante el
estupor de los demás. Banquete y fiesta de misericordia.



ORATIO: Padre Santo, presta tu oído a
mi clamor. Yo soy un pobre pecador, peor que Leví y cualquiera de los hombres
de tu tiempo. Guarda mi vida, salva a tu siervo que confía en ti. Que tu
misericordia se detenga en mi casa. Que se derrame entera y me transforme en
discípulo y seguidor en tu camino. 



CONTEMPLATIO: Fiesta de misericordia 




ACTIO: Ejercicios. Confianza en la misericordia de Dios. A eso vino, a
restaurar lo dañado, a renovar lo obsoleto, a vigorizar lo débil, a encontrar
lo perdido y reconciliar lo dividido. Jesús confío en ti. Pide misericordia,
confía en su poder y todos los tesoros de su corazón se verterán sobre tu pequeñez.



















































                                                

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