INVOCATIO Este
es el servidor fiel y prudente a quien el Señor ha puesto al frente de su
familia.
LECTIO: 2 Sam
7,4-5.12-14.16. Un descendiente de David edificará una casa para el
Señor y el Señor afianzará para siempre su trono real. Sal 88,2-5.27.29.
Su descendencia permanecerá para siempre. Rom
4,13.16-18.22. La promesa de la herencia
no nos viene por la ley sino por la fe. Mt 1,16.18-21.24. José es el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
MEDITATIO: Como es sabido la Biblia contiene toda la revelación de Dios y
de su plan de salvación. Una de las formas de revelación común es la profecía, la
inspiración de un mensaje que en el momento nadie, ni el escritor, entiende,
pero que resultará claro más adelante. Este es el caso del libro de Samuel. El
profeta Natán habla de un descendiente de David, que edificará una casa para el
Señor. La profecía se refiere a Salomón, pero también a José, padre adoptivo del
Señor. En efecto, José es heredero de David y es el único hombre que construyó
un hogar para el Hijo de Dios, Jesús de Nazaret. La talla de este hombre es
gigantesca al punto de recibir como premio el trono de la justicia. José es
considerado en el Evangelio de Lucas como el Justo. Nadie en la Biblia ha
merecido un título tan alto y halagador como José. En el Lenguaje bíblico la
justicia es cumplir la ley divina, aún cuando el justo pueda caer 7 veces al
día. La cancelación del pecado con frecuencia se llama “justificación”, porque
supone una intervención especial de Dios al esfuerzo humano de la fe en
adecuarse al querer de Dios. El padre adoptivo en la carne y tutor magistral de
Jesús es el esposo de María, José, descendiente de David. El Evangelio es muy
parco al hablar de José, pero en su parquedad dice mucho. José es el hombre del
burro. De Nazaret a Belén en burro, de Belén a Egipto en burro, de Egipto a
Nazaret en burro. Se movió lo indispensable, se movió en burro, no dijo una
sola palabra, su misión le fue revelada en sueños y el resumen de todo fue
cumplir con la misión confiada. Por esto, la Escritura le da el trono de
justicia, lo hace rey de todas las virtudes, instructor de Jesús durante los
años de la vida privada. No sería fatuo pensar que el niño Jesús aprendió de
José la contemplación de la naturaleza, los lirios del campo vestidos con más
esplendor que Salomón, los pajarillos alimentados por el Padre celestial, los
pastores que conocen a sus ovejas de nombre, las ovejas que siguen la voz no
del asalariado sino del pastor, las señales para conocer el clima, la higuera
que no da fruto, la vid, el grano de trigo, el tesoro escondido, la casa
construida sobre roca y tantas parábolas del Evangelio, mucho antes
contempladas y señaladas con los ojos de “Papá y de Mamá”. La imagen más
atrevida para describir a José es la de un papá con su hijo en brazos. El cielo
quiso que ese pequeñín en brazos fuera no su propio hijo, sino el mismísimo
Hijo de Dios, nacido de mujer y adoptado por José. El mundo pudo rodar, la
furia de Herodes desatarse, la bota liada de los romanos pisar sin piedad sobre
los judíos, pero el niño permaneció en brazos de papá. Lo mejor que puede hacer
un cristiano en este siglo es pensar que Dios Padre le ha puesto en sus brazos
a Jesús, ¿hará lo mismo que José?
ORATIO: Gracias, Padre, porque me has
confiado la tutela de tu Hijo, gracia divina en mi corazón y luz para mis
pasos. Ayúdame a conservarlo sin escuchar las voces del mundo. Mi misión como
cristiano, es muy semejante a la de José, llevar a tu hijo, ser un cristóforo,
pasar largas horas en el santuario del silencio para escuchar tu voz y
cumplirla como el último de los nacidos de mujer.
CONTEMPLATIO: En brazos de papá
ACTIO: Ejercicios de justicia. 1. Aplicar en mí el
concepto de justicia bíblica: escuchar la voz de Dios y ponerla por obra. 2.
Escuchar la voz de Dios en la Biblia, en los sacramentos, en la contemplación
del Crucifijo, en el servicio de la caridad. 3. Hacer espacio vital a la virtud
del silencio. El silencio de los sentidos, de las imágenes, de la música, del
bullicio de la calle, de la fiesta, de la satisfacción del cuerpo. 4. Hacer
caso de la legislación civil en todos los casos menos cuando atenta contra la
Ley divina: por ej. el aborto, el divorcio y otros. 4. Caminar por el mundo,
como un lugar y un tiempo de “tránsito” con Cristo en hombros. Soy un Cristóforo.
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