Como consecuencia de la alianza que Dios ha pactado con Israel, él debe ser un pueblo fiel, consagrado al Señor, observante de sus mandamientos. Ésa es también la idea que tiene Jesús al presentarnos la sexta y última de las famosas contraposiciones del “sermón de la montaña”, que se nos antoja imposible: «Amen a sus enemigos»… Él declara inviable y anticuada nuestra tan usual división de las personas en amigos y en enemigos. Para quien ama –a su estilo y con la radicalidad con que Él lo hizo– ya sólo habrá hermanos, hijos todos del mismo Padre Bueno, que a todos nos llama a ser sus imitadores (Cfr. Lc 6, 27ss).
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