martes, 11 de marzo de 2014

LECTIO DIVINA Como lluvia que empapa

INVOCATIO: Señor, tú has sido mi refugio de generación

en generación.




LECTIO: Is 55,10-11. Como la lluvia que empapa la tierra así es la Palabra de Dios. Sal 33,4-7.16-19.

El Señor libra a los justos de sus angustias. Mt 6,7-15. Cuando oren, no hablen

mucho como los paganos. Oración del Padre nuestro.




MEDITATIO: Palabra, imagen, idea. Las imágenes expresan las ideas mejor

que las palabras. Isaías encontró la mejor para explicar el dinamismo de la

palabra divina. El ser humano atrapa la realidad a través de la formación de

una imagen mental que expresa por medio de la palabra. Dios ha comunicado al

hombre el misterio de si mismo y de su plan de salvación por medio de su

palabra escrita, la Escritura. Como la lluvia que empapa la tierra y no vuelve

a evaporarse hasta no fecundar la tierra, así es la Palabra de Dios Padre.

Cuando el Padre habla, su única Palabra es su Hijo, el Verbo encarnado. Y la

Palabra se hizo carne y no regresó a la casa paterna hasta no llevar a cabo la

redención en la tierra. Por otra parte, el Hijo también habla del Padre. Habla

todo el tiempo del Padre. La primera vez que se sabe en los Evangelios que

Jesús hable es cuando dice: “¿No sabían que tenía que ocuparme de las cosas de

mi Padre?”; y la última vez que habla es para decir: “Padre, en tus manos,

encomiendo mi espíritu”. Así, el Padre habla para pronunciar la Palabra

encarnada, y el Logos, la palabra encarnada, continuamente habla del Padre.

Para Jesús hablar del Padre es orar. Los Judíos estaban acostumbrados a orar

muchas veces al día. Escribían oraciones en las jambas de las puertas y en las

filacterias que colgaban de sus brazos y cabelleras para no olvidar la oración

a Yavé. Por eso el Carpintero de Nazaret dice que no es necesario decir tantas

palabras como los paganos. La oración judía se dirige a Dios, al Señor. Pero

los judíos desconocían a Dios como Padre. Es el Hijo, la Palabra encarnada,

quien revela al hombre la familiaridad y paternidad de Dios. Jesús de Nazaret

nunca habló de San José ni de María, pero su Padre está en todos los discursos

y enseñanzas. No sólo lo manifiesta como Padre, sino también como Abba, Papá.

El diminutivo hacía captar a su padre no como quien está lejos, sino como un

Padre de familia, como papá, como el Señor de la casa que reparte su herencia,

como el Rey del cielo, como el que viste el campo y da de comer a los

pajarillos, como el juez de cielos y tierra, como la lluvia que empapa la

tierra. La oración del Padre nuestro se despeja de todas las formas

tradicionales de dirigirse a Dios en el Antiguo Testamento. En ninguna religión

se trata a Dios como a un familiar. En ninguna religión la familia humana está

tan dentro del misterio de Dios. Toda religión es un esfuerzo del hombre por

entrar en contacto con Dios por el culto y la veneración. La religión

cristiana, en cambio, es un esfuerzo de Dios por entrar en contacto con el

hombre por medio de la encarnación del Hijo de Dios y su obra de redención. Es

lluvia que baja del cielo, empapa la tierra y no regresa sin el corazón del

hijo aquejado por el pecado. 




ORATIO: Padre

nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.

Hágase tu voluntad en la tierra lo mismo que se hace en el cielo. Danos hoy el

pan que necesitamos. Perdónanos el mal que hacemos, como también nosotros

perdonamos a quienes nos hacen mal. No nos dejes caer en tentación, y líbranos

del maligno.




CONTEMPLATIO: Como lluvia que empapa




ACTIO: Ejercicios. La oración. Hablar de nuestras cosas con Aquel que

sabemos que nos ama (Sta. Teresa de Jesús). El cristiano no precisa de

filacterias, porque el interlocutor es Uno de familia, es Papá Dios. Y con Papá

se habla de modo espontáneo. 1. Conocer qué es la oración, cómo se ora, cuántas

veces, tipos de oración. 2. Trazar la propia ruta, la propia relación con Dios

Padre, con Jesús, con el Espíritu Santo. 3. Dedicar un tiempo especial de mi

día para orar. Que sea el primero, el mejor, el más exclusivo. 4. Formar el

hábito de hablar con Dios Padre de todo cuanto sucede. Que sea Él el primero en

enterarse de mi boca. 


























































                                                   N

No hay comentarios.:

Publicar un comentario