INVOCATIO: Señor, mira desde el cielo, fíjate.
LECTIO: Ecl 48,1-4.9-11. Elías: Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para restablecer las tribus de Israel. Sal 79,2-3.15-16.18-19. Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña. Mt 17,10-13. Elías ya ha venido y lo trataron a su antojo, así sucederá con el Hijo del hombre.
MEDITATIO: Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido. Ningún texto entre los historiadores y los hagiógrafos refleja mejor la personalidad colérica de Elías, que este capítulo del Eclesiástico. Elías aparece en la época más crítica, lejana e idólatra del pueblo elegido. Elías es como hablar de Juan el Bautista pero 800 años atrás. Tenía un carácter explosivo, sin pelos en la lengua, capaz de enfrentarse a reyes, falsos profetas y principales de Israel para sentenciarlos con los peores vaticinios. Hombre de extrema austeridad, vivía en cuevas, en el desierto, cerca de los arroyos del Jordán, se vestía con piel de camello, era alimentado por cuervos horribles y aparecía ante el pueblo para descargar el furor del juicio divino. Más de una vez, se dice que hizo llover fuego del cielo, porque la sequía y la hambruna que cubrió la tierra de promisión, diezmó la población y acarreó la muerte de los reyes Acab y Jezabel. La imprecación de Elías gana la benevolencia de los judíos, cuando desafía a los profetas de Baal y el pueblo constata el favor de Dios sobre él. La sequía cede y el hambre termina, porque, por la predicación de Elías, el pueblo se retira de Baal y se vuelve a Dios. Por esta razón a Elías se le considera el profeta de la reconciliación, la vara agitada por el viento divino, decidido a purificar y limpiar a fuego vivo, como el oro en el crisol, toda idolatría, toda falsedad, todo resentimiento entre familias. No en vano, Elías es considerado “el profeta”, la plenitud del profetismo en Israel porque aparece para enderezar lo torcido, acabar con la hipocresía, denunciar la falsedad y conquistar la genuinidad del pueblo elegido, propiedad exclusiva de Yahvé. Pero no todo fue miel sobre hojuelas, Elías fue muy maltratado, odiado y perseguido por los soberanos y jefes del pueblo. Su palabra franca incomodaba a los reyes y les descubría sus mentiras. En más de alguna ocasión Elías tuvo que huir al desierto. 800 años después a Elías le nace un doble en porte y en palabras, Juan el Bautista. La gente se cree que es Elías que ha resucitado, y los discípulos lo verán en el monte Tabor, en la transfiguración, con Moisés, al lado de Jesús. La aparición de Juan el Bautista, voz que clama en el desierto para enderezar y allanar los caminos, vuelve a poner la carne de gallina en el mundo entero. Que viene el Mesías, que la vida no es un juego, que ya basta de tanta fiesta y reverencia a dioses falsos y extraños. 2800 años después de Elías, 2000 después de Juan, el planeta Tierra sigue rotando en torno al dinero, al poder, a la inautenticidad organizada. ¿Quién juzgará la nueva generación sin Dios? ¿Quién reconciliará a padres con hijos, hermanos con hermanos, humanos con Dios? Cada época trae los suyo, ésta necesita un buen repique de campanas de amor.
ORATIO: Padre celestial, hoy te quiero agradecer por todos los padres de Israel, emisarios de tu providencia, por todos los profetas, mensajeros de tus designios, por todos los jueces, proclamadores de tu gobierno, pero sobre todo por tu Hijo Jesucristo, palabra de amor y reconciliación que pronuncias para el mundo. A veces enérgicos, a veces castigadores, a veces inflexibles, a veces rabiosos, pero hoy tu Mesías no será condenación, ni juicio, ni pavor, sino salvación, disculpa y caridad.
CONTEMPLATIO: Campanas de amor
ACTIO: Ejercicio de autenticidad. Desterrar de mi vida todo atisbo de falsedad o de mentira. Dios mandó a Elías para purificar de toda falsedad, envió a Juan para bautizar y lavar de toda impureza e inautenticidad. ¿Cuál es tu jerarquía de valores? ¿Qué lugar ocupa Dios, la familia, el prójimo, el dinero, la comodidad, el apostolado, las obras de misericordia, el poder, las pertenencias? Dios es un Dios celoso. Quiere un pueblo de un único Dios. El ejercicio de autenticidad es poner orden en el amor.
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