INVOCATIO: Encontraron a María, a José y al Niño
recostado en el pesebre.
LECTIO: Ecli 3,3-7.14-17. El que honra a su padre encontrará alegría en sus hijos y cuando ore, será
escuchado. Sal 127,1-5. Tus hijos serán como retoños
de olivo alrededor de tu mesa. Col 3,12-21. Mujeres, respeten a su marido como corresponde a los
discípulos del Señor. Maridos, amen a su mujer, y no le amarguen la vida.
Hijos, obedezcan siempre a sus padres, porque esto es agradable al Señor. Mt 2,13-23. Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Cuando murió Herodes,
José se levantó tomó al niño y a su madre y se estableció en una ciudad llamada
Nazaret.
MEDITATIO: Algo debe tener la
realidad de una familia cuando el mismo Dios quiso llamarse Padre, Hijo y
Espíritu Santo. La propagación de la especie humana en unidades familiares ha
existido siempre y en todas las culturas. El cuarto mandamiento del decálogo
apunta a la unidad y autoridad de la familia por el respeto de los hijos a los
padres. El Hijo de Dios vino al mundo no como un meteorito caído del cielo,
sino en familia. Nada de sangre real ni de palacios y alfombras, pero nacido de
María desposada con José. La familia después de la muerte de Herodes se
estableció en una casa de Nazaret y tan ordinaria y común debió ser la vida
privada del Señor que en no más de 3 líneas de texto se consignaron 30 años de
vida en familia. Muchas son las fiestas litúrgicas durante la vida pública del
Señor. Del silencio y encierro en Nazaret, la Iglesia toma muchas lecciones,
pero celebra sólo la fiesta de la Sagrada Familia. La familia humana le dio el
apellido, la educación, los modales, la forma de vestir y de comer. Del padre
se aprende el arte del trabajo, la responsabilidad, el orden, la autoridad. De
la madre se aprende el amor, la bondad, la contemplación, la actitud de
servicio, la resignación, la valentía. Del seno de la familia, Jesús
experimentó la artesanía, el oficio de pastor y la pérdida de las ovejas; la
semilla de mostaza, la de trigo y la cizaña en los campos sembrados en terreno
pedregoso y en tierra fértil; la higuera, los dátiles y la clemencia del
tiempo; el agua de pozo, las vides y las torres; los trabajadores asalariados y
los enamorados del trabajo y del porvenir. De la familia, el Señor tomó todos
sus temas de enseñanza y adoctrinamiento. De la familia aprendió a curar a los
enfermos y atender con premura y desgaste las necesidades de los vecinos.
Habría el pedigüeño de todas horas, la viuda de la periferia, el enfermo de la esquina,
el fariseo y el doctor de la ley. De la familia el Señor toma las costumbres,
los hábitos, los valores, los modos de ser. Jesús, en calidad de “verdadero
hombre”, de no ser Nazareno, de no ser pueblerino, tal vez sería Jerosolimitano
o Sidonense, y sus gestos y costumbres, en cuanto hombre, serían otras. Pero
fue hijo de carpintero –así lo identificaron- y a su madre apenas se menciona
en los textos sagrados. Jesús toma un aire de familia modesto, austero,
sencillo, discreto, piadoso. No es de metrópoli ni de capital de estado, es aldeano,
es provinciano, es.., por decirlo así, ranchero. Independientemente de las
circunstancias externas, el mensaje del Dios nacido en Belén es tan humano y
carnal que escandaliza y es calificado de necedad. Un Dios hecho carne, un Dios
de familia y de aldea. Ya nadie necesita ser teólogo, ni gran pensador. Dios
nació hombre de familia, al alcance de los pastores, en medio de los borricos y
las ovejas. Así quiso el Dios altísimo venir al mundo. De lo que nadie está
seguro es del concepto que hoy los humanos quieren hacer de la familia, cuando
los géneros ya son más de dos, la generación es de muchas maneras, la
convivencia y crecimiento de los niños se contempla también sin padres
biológicos.
ORATIO: Niño Jesús, que quisiste de
María en una cueva y crecer en la sencillez y silencio de Nazaret, ayúdame a
quitar de mi vida y de mi entorno las barreras que impiden los lazos
familiares. Gracias por tu ejemplo de sumisión, respeto y amor a José y María,
por tu ejemplo de silencio y laboriosidad en familia, por tu ejemplo de
sencillez y pobreza en el hogar de Nazaret.
CONTEMPLATIO: Un Dios en casa
ACTIO: Ejercicios de navidad. En la jerarquía de
valores de la vida, Dios, el amor y la familia vienen en paquete y son lo
primero. Intensificar la convivencia con la familia. Empeño en la construcción
de la familia. Invertir tiempo en la educación de los hijos. Visión clara del
futuro de cada uno de los hijos y de la familia en conjunto. Los pilares indispensables
de la familia son la unidad, la alegría, la colaboración. Columnas de carga, el
respeto, la paz, la servicialidad, el cariño entrañable.
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