INVOCATIO: Se cumplió el tiempo establecido en el que
Dios envió a su Hijo a la tierra.
LECTIO: 2Sam
7,1-5.8-12.14. Estuve contigo donde
quiera que fuiste. Sal 24,4-5.8-10.14. Cantaré eternamente tu misericordia, Señor. Lc 1,67-79. Bendito sea el Señor Dios, porque ha visitado a su pueblo…
MEDITATIO: Se cumplió el tiempo, llegó el momento, ya está aquí. ¿Quién
no tiene la experiencia de un momento esperado? El atleta primero al pisar la línea
de meta. El estudiante al cumplir el último examen profesional. El novio al
tocar la puerta de su amada con un ramo de flores. La pareja feliz al alcanzar
los 50 años de amor consagrado alrededor de sus hijos, nietos y bisnietos. La
muchachita preñada al ver a su bebé recién nacido. Es esta última experiencia la de María,
también compartida por la Trinidad Santa. Es la plenitud de los tiempos, el
instante anhelado desde siempre. La cultura griega dejó tres nombres para
identificar la calidad del tiempo. Cronos, Aidón, kairós. Cronos dicta con
precisión y detalle la cronología del tiempo, la crónica de los eventos, el
orden cronológico de las edades. Es rutinario y frío, nada es trascendente ni
hay nada especial o emocionante; para Cronos la sucesión de los momentos
termina en la medición impecable del cronómetro. Al lado de la flema de Cronos,
nació Aidón, el emperador de las edades, las etapas, las tradiciones. Y con él
aparecieron los bandos, los rangos, la calidad de los tiempos y las estaciones.
Aidón supo distinguir entre la primavera y el invierno, el antes y el post
meridiano, el alba y el atardecer, la mañana y la noche, y desfilaron con Aidón
las diferencias: el tiempo para descansar, para comer, para celebrar, para
trabajar, para estudiar, para enamorarse, para… Si para Cronos todos los
instantes son iguales, Aidón supo distinguir etapas y edades. El candor de la
infancia. La picardía de la pubertad. El dinamismo de la adolescencia. La turbulencia
de la juventud. La cordura de la adultez. La experiencia de la vejez. La
sabiduría de la ancianidad. No contento con todo esto sale en escena Kairós
vestido de gala y de Señor. Es el tiempo único, especial, soberano,
oportunista, singular, irrepetible. Una graduación, la marcha de un proyecto,
la publicación de un libro, la inauguración de un edificio, el arribo del milenio, un nuevo gobierno, el gran premio de la lotería, el primer lugar en el
rally. Para Cronos todos los segundos son idénticos, para Aidón hay etapas y
edades, para Kairós no hay dos momentos iguales. La Navidad es el kairós de
Dios. El momento preciso, el elegido desde toda la eternidad. Mientras los
emperadores romanos se emborrachan, mientras el cosmos sigue su ruta
tradicional, mientras las naciones lo ignoran, mientras Herodes se envenena de
envidia y de celos, llega la plenitud de los tiempos, nace el Mesías tan esperado en una cueva fría, y el instante único e inmortal lo festejan unos pastores. Es el kairós por excelencia, el gran regalo de Dios al mundo. Se
divisa una estrella en el firmamento y luego muchas más. Es un abeto inmenso
lleno de lucecillas y esferas. El ha estado todo el tiempo y cada segundo ha
sido especial. Pero hoy el cosmos canta su misericordia. Bendito porque ha visitado a su pueblo. Es navidad.
ORATIO: Padre de todos los tiempos,
gracias por este momento, gracias por la Navidad, gracias por enviar a tu Hijo
a Belén y a mi corazón. Ya llega el Señor de los ejércitos, el Mesías esperado,
el niño de Belén. Es conducido por el Espíritu Divino, lo visten unos paños de
algodón y lo reciben los brazos de María y unas pajas de heno y de cebada.
Quiera ser mi corazón esos paños, esos brazos, esas pajas.
CONTEMPLATIO: plenitud de los tiempos
ACTIO: Ejercicios varios para un Kairós. Navidad es
Profusión de alegría en cada segundo del reloj. No estés nunca tristes porque
Dios está a tu lado en cada instante de tu vida. Navidad es la estación del
regalo y del compartir. Dios regala a su hijo. El hombre qué regala? Regálalo
todo, vive al día. Haz felices a los demás dándoles todo, dándote a ti. Navidad
es tiempo de hospitalidad. Hospedar al amigo, al conocido, al familiar y
festejar. Hospedar también al desconocido, al necesitado, al pobre y tal vez al
enemigo, al que te ha ofendido, al que te ha trampeado y mentido. Hospedar es
perdonar y acoger. Dios se hospedó en una cueva porque no había otro lugar para
él. Hospédalo hoy en tu corazón.
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