INVOCATIO: Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece
de gozo en Dios, mi Salvador.
LECTIO Apo 12,1-6.10. Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del
sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
Sal 147,20-24. No hizo así con ninguna otra nación, ni le dio a conocer sus
mandamientos. Lc 1,39-48. Bendita entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre.
MEDITATIO: Guadalupe es la madre que comparten los mexicanos. Era
orgullosa y exclusivamente mexicana. Con el tiempo, los Papas han estirado del
manto milagroso para cubrir todas las américas y coronar a la Morenita,
emperatriz del continente. No faltan quienes han protestado por tanta lindeza y
tanto cariño a una Dama y su protesta ha provocado en los mexicanos lo mismo
que el viento a Juárez. Porque para un hijo de esta Virgen Santísima, después
de la Navidad y la Pascua, el doce de diciembre es la fiesta más importante y
entrañable. No es sólo un capricho popular, ni un prurito festivo, no; la
celebración guadalupana hunde sus raíces en la Escritura. Hoy la Virgen del Tepeyac
se viste de Apocalipsis; ningún texto podría retratarla mejor. “Una gran señal
apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y
una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. El Rey David lo profetizó cuando
dice: “no actuó de este modo, -al aparecerse a un indito mexicano-, con ninguna
otra nación”. Por eso el pueblo de México consigue el primer lugar entre los
que desgranan a porfía la corona de rosas a la madre, pues “es bendita entre
todas las mujeres y bendito el fruto de su vientre”. Según la Nican Mopohua, la
guadalupana se apareció varias veces al indio Juan Diego y le ordenó que se
presentara ante el Obispo de México, el incrédulo español Fray Juan de
Zumárraga. El Santo llevaba en su ayate unas rosas de castilla, flores que no
son nativas en el país ni crecen con el frío extremo de diciembre en el Tepeyac.
Los diálogos aparecidos en la narración del Nican Mopohua son de un encanto y
una ternura sin igual en toda la literatura americana de entonces.
- "ESCUCHA,
HIJO MÍO EL MENOR, JUANITO”
- "Señora mía,
Niña, ya voy a realizar tu venerable aliento, tu venerable palabra; yo, tu
pobre indito".
- "SÁBELO, TEN
POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN
SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS. MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI
CASITA SAGRADA.” “ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA
CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES”. “PORQUE YO EN
VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES”
- "Patroncita,
Señora, Reina, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, ya fui a donde me
mandaste a cumplir tu amable aliento”
- “QUE NO SE
PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA
ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUI, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO
ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE
ALGUNA OTRA COSA?
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; QUE NOTE
APRIETE CON PENA LA ENFERMEDAD”
ORATIO: Mi Jovencita, Hija mía la más
pequeña, Niña mía, ojalá que estés contenta; ¿cómo amaneciste? ¿Acaso sientes
bien tu amado cuerpecito, Señora mía, Niña mía?
Con pena angustiaré tu rostro,
tu corazón: te hago saber, Muchachita mía, que está muy grave un servidor tuyo.
Te
ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te
engaño, Hija mía la menor, Niña mía, mañana sin falta vendré a toda
prisa". (Juan Diego)
CONTEMPLATIO: Madre compasiva del
Dios verdaderísimo y de todos los hombres
ACTIO:
Verdadera devoción a María.
No es tanto poner una veladora, sino IMITAR sus virtudes. No es sólo rezar el
rosario y alabarla sino SER como ella. De tal palo tal astilla, de tal Madre
tal hijo. Ser como la madre. Imitar a María sobre todo en 3 virtudes. La fe
inquebrantable aunque no entiendas del todo, la pureza resguardada y defendida
a pesar de las caídas, la servicialidad candorosa y sencilla sin importar los
tiempos y lugares.
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