viernes, 20 de diciembre de 2013

LECTIO DIVINA Los frutos de la esterilidad

INVOCATIO: Desde el seno materno fuiste mi protector, Señor.

LECTIO Jc 13,2-7.24-25. El nacimiento milagroso de Sansón de su madre estéril, Manoaj. Sal 70,3-6.16-17. Desde el seno materno fuiste mi protector, Señor. Lc 1,5-25. El nacimiento de Juan el Bautista de una mujer estéril,
Isabel, prima de María Santísima.

MEDITATIO: En el antiguo Israel la esterilidad era un oprobio y una
desgracia; por el contrario ser madre era el culmen de la fascinación y
aspiración de una mujer; ni se diga ya lo increíble que tendría el ser madre
del Mesías esperado. La venida al mundo de un hijo cuando la madre es estéril
pone el acento en el prodigio en sí, pero mucho más aún en la grandeza sin
confines de Dios. El Creador del Universo, de las estrellas, de la selva y de
la biología del cuerpo humano ha creado todo de la nada. El nacimiento de
Sansón, el de Juan Bautista, y el de otros muchos personajes claves de la
Historia sagrada, como por ejemplo Isaac, atestiguan que la esterilidad no es
ningún obstáculo para llevar a cabo la salvación del género humano. El culmen
de la liberalidad de Dios, de su omnipotencia y bondad infinita, lo verán los
ojos del ser humano, el día que de una Virgen surja el Vencedor de todo mal, de
todo pecado y de la misma muerte. El mensaje es claro. La creación del hombre
es obra maestra de las manos de Dios por la maravilla de su cuerpo corruptible
unido sustancialmente al alma inmortal, por la libertad a todo riesgo, por el
ingenio de la razón, por la gama multiforme de los sentimientos, imágenes,
recuerdos, deseos. Nada de esto sería realidad sin un Dios magnánimo, bondadoso
al extremo, lleno de ternura y misericordia, poderoso sin igual; pero sobre
todo enamorado de la persona humana. Es el Señor quien ha hecho cada
nacimiento, ha sido un milagro patente. Desde el seno materno, el Creador de lo
grande se compromete con lo pequeñito del ser humano, para ser su promotor, su
protector y más tarde si al individuo se le ocurre y lo quiere, también su padre,
amigo y redentor. ¡Qué misterio! La mano de Dios siempre es desbordante y
sorprendente. La esterilidad en el mundo no es sólo generativa, también es
operativa, es volitiva, es racional; consuela saber, sin embargo que la
presencia providente y magnífica de Dios cunde por todas partes desbaratando toda
esterilidad del espacio y del tiempo del hombre. ¿Qué es el hombre para que
Dios se acuerde de él? ¿Qué es un ser humano entre los miles de millones sobre
el planeta tierra? Es uno de quien el Dios infinito, eterno y todopoderoso se
ha enamorado y se ha encaprichado en servirle a sus pies, promoverlo al trono
de su Reino, engalanarlo con toda suerte de tesoros y lindezas, enriquecerlo
con su amor, distinguirlo como digno del derramamiento de la sangre de su hijo,
destinatario de la resurrección y partícipe de la naturaleza de Dios. Todo esto
es fruto de la esterilidad. 



ORATIO: Señor del cielo y de la
tierra, no permitas nunca que caiga en el abismo de la depresión y la tristeza.
Tú has creado todas las cosas para mí, me has sacado de la nada y eres capaz de
sacar de las piedras, hijos de Abraham. El desaliento es una forma de
blasfemia, no permitas jamás que mis manos vacías, la cosecha mediocre, el
trabajo sin fruto, la pobreza de mi vida me enojen y descorazonen. Porque tú
eres mi Padre y yo confío en ti; tú eres mi amigo y bienhechor y yo me pongo en
tus manos; tú eres mi Dios, mi Creador y Redentor y yo sé que de un pagano
puedes sacar el padre de la fe, y de un mudo el legislador del pueblo y de un
vacilante el mejor estratega y de un perseguidor el apóstol de las gentes.



CONTEMPLATIO:  Los frutos de la
esterilidad 




ACTIO:
Ejercicio de confianza. Hay
una palabra mágica que derrite el corazón de Dios: Confío. Repite a lo largo
del día “Jesús, confío en ti” y se abrirán para ti todos los tesoros de su
misericordia. Confiar en Jesús es poner toda la vida en sus manos. Mis
problemas, mis situaciones, mis dudas, mis decepciones, mis heridas para que El
que todo lo puede resuelva, allane, responda, alivie, cure. Confiar es también
es poner mi pecado, mi exceso, mi adicción, mi mentira, mi abuso, para que
Aquel que es rico en misericordia perdone, consuele, reconcilie, regenere todo
mi ser, mi haber, mi mente y mi corazón.















                                 

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