INVOCATIO: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, el Emanuel.
LECTIO Jer 23,5-8. ¡Suscitaré para David un retoño y un germen de justicia. Sal 71,1-2.12-13.18-19. Concede, Señor, tu justicia al Rey, tu rectitud al hijo de
reyes. Mt 1,18-24. María concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
MEDITATIO: Para el tiempo en el que escribe Jeremías su libro, Israel
está hasta la saciedad de reyes corruptos y de condiciones de vida áridas y
austeras. El Señor de los ejércitos sale al paso con palabras de esperanza y
promesas siempre cumplidas. Para el pueblo el símbolo máximo del profetismo es
Elías, el de la ley es Moisés y el de la monarquía que rige a Israel es David.
En este trance la promesa puntual del Dios de Abraham es suscitar en el tronco
de David, un retoño y un germen de justicia. El salmo repite la súplica de la
justicia y la paz para el rey que ha de regir el destino del pueblo elegido.
Que Dios conceda su justicia al Rey, su rectitud al Mesías, hijo de reyes. El
marco profético y de promisión es perfecto para la pluma de Mateo, aquel
publicano y recaudador de impuestos, alucinado por el Maestro. Antes acostumbrado a exigir la paga y hábil
en el arte de la extorsión y del chantaje, ahora experto en la argumentación de
la Palabra del cielo. No la tiene fácil pues tendrá que convencer al mundo que
María, encontrada encinta –por obra del Espíritu Santo- dará a luz un hijo y le
llamará Jesús, que significa el Ungido. La profecía de Isaías dirá el Emanuel,
que significa Dios con nosotros. En la antigüedad, los reyes eran ungidos con
aceite de oliva. Es precisamente el gesto que cumple el sacerdote al bautizar a
una criatura, ungirlo con el crisma de los reyes, para que el aceite sirva de
ungüento que tonifica y fortalece los músculos, para que su cuerpo sirva de
lámpara encendida con aceite y para que ese aceite, símbolo de Jesús, el ungido
sirva también de alimento sagrado. En ambos pronunciamientos, el del ángel a
José y el de Isaías al pueblo, se encuentran enunciados dos dogmas marianos, el
de la maternidad divina y el de la virginidad antes, durante y después del
parto. El dilema es importante: o es virgen o es madre. En el antiguo Israel la
virginidad era un oprobio y una desgracia; por el contrario ser madre era el
culmen de la fascinación y aspiración de una mujer; ni se diga ya lo increíble
que tendría el ser madre del Mesías esperado. ¿Cómo entonces se podría revelar
al mundo que Dios quería unir en una persona, el desprecio de la Virginidad con
la aspiración máxima de la maternidad? Isaías, desconocedor del misterio, sólo
lo enuncia y con toda razón, su libro gana el título de protoevangelio; Mateo
la tiene difícil, pero con habilidad lo plantea, en el contexto de una sospecha
por parte de José, que era justo y bueno. La afirmación doble de la acción del
Espíritu Santo en la declaración del ángel y en la cita del profeta Isaías
tranquilizan a José y a todo el pueblo cristiano y suscitan una gran admiración
por esta joven valiente y candorosa que supo dejarse conducir por el Espíritu
divino sin hacer caso del ruido de la opinión pública, los señalamientos de
protesta, de burla y condenación, que aún persisten en el Siglo XXI contra ella.
ORATIO: Padre del cielo, ¿quién no
vive momentos de turbación interior, de duda, de temor, de tribulación y noche
oscura? Pero yo sé que Tú, que eres padre bueno, nunca dejas el alma a su
suerte. Señor Jesús, contigo a mi derecha, ¿qué cosa puedo temer tan tremenda?
Espíritu de amor, luz de mi conciencia, lámpara ardiente de todo amor, qué
problema o situación en este mundo podría quedar a oscuras? Dame un corazón
como el de tu Madre, mi dulce madre, para buscarte siempre a ti por encima de
cualquier enigma y desazón interior. Te doy gracias por contar con una madre
tan hermosa y humilde.
CONTEMPLATIO: Madre sí, pero Virgen también
ACTIO:
Ejercicio de rectitud de
intención: Es una de las virtudes qué más agradan al corazón de Dios. Buscar el
parecer divino. Los juicios de Dios no son los de los hombres y sus caminos no
son los del mundo. A veces hay plena contradicción. El mundo tiende a buscar la
moda, el parecer humano, las costumbres y tradiciones populares. En el fondo de
la conciencia Dios siempre enciende su lámpara de aceite. Buscar agradar a Dios
y no a los hombres. Buscar el juicio de Dios, el criterio del Evangelio, el
beneplácito de su mirada por encima del juicio, el criterio y el parecer del mundo.
Una aplicación muy práctica es la planificación familiar en las parejas
jóvenes. Buscar la luz del Evangelio, de la Tradición de la Iglesia, del
Magisterio del Papa y no la facilidad de la técnica y medicina moderna que
prescinden de la moral.
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