martes, 28 de enero de 2014

LECTIO DIVINA Arca de la alianza


INVOCATIO: El Señor es el rey de la gloria.


LECTIO: 2Sam

6,11-15.17-19. David manda traer el arca de la alianza a la ciudad de

David. Hay fiesta y celebración. Ofrece holocaustos, bendijo al Pueblo y les

repartió regalos. Sal 23,7-10. El Señor es el Rey de la gloria. Mc 3,31-35. Llegaron la madre y los hermanos de Jesús y lo mandaron llamar. Jesús

afirma que su madre y hermanos son todos los que cumplen la voluntad de su

Padre que está en los cielos.



MEDITATIO: En los hogares de casta, de tradición y de enjundia solía

haber un arcón que guardaba documentos, fotografías, ropajes y recuerdos

memorables de la historia y del tiempo. En las lecturas de hoy no pasa

desapercibido un detalle tanto para la religión judía como para la cristiana:

El arca. La Biblia revela la ternura de un Dios enamorado de su pueblo y

encaprichado en acompañarlo presencialmente en su travesía por el desierto

hacia la conquista de la tierra de promisión. Es un Dios que lucha con ellos

como el Señor de los ejércitos. Es un Dios que come con ellos del maná que hace

bajar de lo alto en el rocío de la mañana. Es un Dios que se encuentra con

ellos en una de las tiendas del campamento. Es un Dios que se hace presente en

el murmullo de la paz y en la suavidad de la nube y en el impacto de su rostro.

Pero para un pueblo de dura cerviz y de corazón de piedra, el Altísimo tuvo lo

feliz ocurrencia de encerrarse en un ARCÓN. Se le llamó el arca de la alianza. El

Arca es un tabernáculo de oro macizo, custodiado en la parte superior por dos

querubines con la cabeza inclinada y con las alas desplegadas; contiene la Torá

grabada en piedra por el dedo de Dios; y la Torá es la “presencia” de Dios en

medio del pueblo. En el pasaje hodierno, el Señor bendice la casa de Abededóm a

causa del arca del Señor. David manda subir el arca a la ciudad de David. El

traslado conlleva un gran festín. Suena la música, el pueblo danza, alaba y

aclama a Yahvé. No faltan los holocaustos, las bendiciones y los dones para el

pueblo.  El arca prefigura la presencia

real y sustancial del Hijo de Dios, que baja del cielo para el mundo. Prefigura

su presencia física y también su presencia eucarística. Por eso la persona de

Jesús de Nazaret es igualmente festejada y aclamada, pero no siempre es reconocida.

Jesús forma una familia nueva que no niega los lazos de la sangre pero los

trasciende. Su madre y sus hermanos son primeramente los que cumplen con Dios y

después los de la sangre. Como María observaba como ninguna creatura el querer

divino, es doblemente Madre de Jesús. Y Ella, la más pura, la que llevó en su

seno al Hijo de Dios, con toda propiedad ha sido llamada “Arca de la Alianza”. En

la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para

continuar su presencia en medio del pueblo. La existencia terrena del Señor

Jesús llena de bendiciones a la casa de Israel, en forma de curaciones,

doctrina, expulsión de demonios, liberación de todo mal, redención. Después de

siglos y siglos su presencia única se esparce en millones de tabernáculos de

todos los tipos. Ya no llama tanto la atención que Dios se quede para siempre

en el Sagrario. Llaman más atención otros triques de la tecnología y de la

informática. Como quiera que sea, qué fácil es dar con el Arca de la Alianza, en

cualquier Iglesia, sin importar el lugar, el día, la hora, el clima.  




ORATIO: Padre

bueno, tú que te has empeñado en enviar a tu Hijo al mundo en el seno de María,

haciendo de Ella el arca de la alianza perfecta, por obra del Espíritu Santo, y

perpetrar su presencia adorable en el Tabernáculo de la Eucaristía, dame la

sencillez de identificarla, reconocerla, buscarla y recibirla diariamente en mi

corazón. Quiero que tu Hijo esté siempre presente en mi corazón. Quiero que mi

alma sea el arca donde Él permanezca para siempre.




CONTEMPLATIO:  Arca de la alianza





ACTIO: Ejercicio. Conocer, amar y frecuentar el

Sagrario, para orar, alabar, cantar y proclamar la grandeza y sencillez de la

presencia de Dios en la Eucaristía. Apreciar y valorar el milagro de la

Eucaristía para recibirlo diariamente en el lugar más cercano a mi casa,

escuela, trabajo, lugar de descanso. Invitar a otros a participar de este

tesoro de gracia y presencia de Dios.










                           

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