viernes, 17 de enero de 2014

LECTIO DIVINA El perdón cura

INVOCATIO: Este es aquel, cuyo poder permanece para

siempre. 


LECTIO: 1Sam 8,4-7.10-22. Los Israelitas piden a Samuel un rey como lo tienen todas las naciones.

Samuel les advierte del peligro del poder pero insisten.  Sal 88,16-19. Cantaré eternamente las misericordias del Señor. Mc 1,21-28. Curación de un paralítico,

descolgado del techo donde estaba Jesús. Su fe es admirable.


MEDITATIO: En tiempos de Samuel, los judíos eran gobernados por un

profeta. Dios indicaba el camino al profeta y éste al pueblo. Así de simple,

pero los cabecillas de entre los judíos tienen envidias, recelos y ambiciones;

no quieren más a Samuel porque está viejo, roñoso y calvo y prefieren un rey

como todas las naciones. Samuel, entonces intentó disuadirlos poniendo por

delante el perfil del nuevo rey. El monarca no andará con lindezas; tomará a

sus hijos para la guerra, para el cultivo del campo y para la artesanía, sin

importarle el hogar. Y tomará a sus hijas para fabricar perfumes y para cocinar.

Tomará sus campos, viñedos, olivares y ganado para darlos a los suyos. Les

exigirá el diezmo y el tributo alto para darlo a sus amigos y sirvientes de

palacio. Suena conocida esta música. Tal vez sea el mejor retrato del

funcionario público de cualquier parte del planeta. Las urnas tienen un precio

y la democracia su merecido. El pecado original ocasionó un desastre en las

inclinaciones de la naturaleza, pero dejó intacta la libertad. La Biblia

presenta la desobediencia de Adán como la causa de todo desorden, la raíz del

vicio, de la fatiga, del dolor, de la enfermedad y de la muerte. “Ganarás el

pan con el sudor de la frente, parirás con dolor, te arrastrarás sobre la

tierra”. En los albores de la existencia humana, no se conocía la malicia, ni

la inclinación a la sensualidad y a la soberbia, ni había cansancio, languidez

o debilidad física. Reinaba la inocencia y no existían los rubores de la

vergüenza ni el calor de la pasión. El pecado primero y original, según la

Escritura, trajo al mundo consecuencias desastrosas, pero dejó intacta la

libertad. El hombre, creado por amor y en libertad, mantiene la promesa del

cariño de Dios y el respeto a su libre albedrío. En la casa de Jesús la gente

se agolpa y no cabe ya ni un alfiler. Las casas de Cafarnaúm eran muy pequeñas,

construidas en piedra prieta y tejado de paja. La escena hace pensar que la

muchedumbre rodeaba la casa de modo que el paso estaba bloqueado por todas

partes; el único sitio vulnerable al acceso era el techo. Jesús predica la

palabra y la gente escucha.  El discurso

se interrumpe cuando se abre un boquete en el tejado y unos intrépidos hacen

bajar a un paralítico en camilla para que Jesús lo cure. Su fama para entonces

se había difundido por toda la región. Será hijo de carpintero y de Nazaret no sale

nada bueno, pero éste sana todas las enfermedades y su poder no conoce

frontera. Jesús se deja interrumpir en lo más interesante del discurso y

aprovecha para revelar el rostro de la enfermedad. El dolor, cualquier dolor es

del pecado que cobra factura. ¿Qué es más fácil decir: ¿te perdono del pecado o

levántate y anda? El pueblo se admira hasta el escándalo. La parálisis se cura

perdonando los pecados. El perdón cura. Si Samuel fue rechazado por menos,

Jesús de Nazaret terminará en la cruz por blasfemo. ¿Quién puede perdonar los

pecados sino sólo Dios? Como quiera que sea la enfermedad simboliza el pecado

en el hombre y cuando Jesús sana al enfermo, significa redimirlo del pecado y

darle el premio de la resurrección.


ORATIO: Señor Jesús, muéstrate atento

a mi súplica. Yo no soy más que un intruso irreverente en el tejado. Quiero

asomarme al océano de tu misericordia. Mira mi fe y mi esfuerzo y dame el

incentivo para conocer mi culpa a la luz de tu corazón. Te ruego la fuerza

necesaria para someter mis inclinaciones y realizar lo que me pides. Quita mis

enfermedades y mándame caminar siempre hacia ti.  


CONTEMPLATIO:  El perdón cura 


ACTIO: Ejercicio. Todos llevamos la carga del

pecado original y personal. El cuerpo se enferma cuando el alma está dolida.

Dos ejercicios básicos: Pedir perdón a Dios y al prójimo hasta colmar la fe y

el ingenio. Como Dios me perdona, también perdonar a quien me ha ofendido. No

debe acabar el día sin que yo haya resuelto perdonar de corazón a todos y de

todo. El perdón sanará a mi hermano y también a mí.

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