INVOCATIO: Este es aquel, cuyo poder permanece para
siempre.
LECTIO: 1Sam 8,4-7.10-22. Los Israelitas piden a Samuel un rey como lo tienen todas las naciones.
Samuel les advierte del peligro del poder pero insisten. Sal 88,16-19. Cantaré eternamente las misericordias del Señor. Mc 1,21-28. Curación de un paralítico,
descolgado del techo donde estaba Jesús. Su fe es admirable.
MEDITATIO: En tiempos de Samuel, los judíos eran gobernados por un
profeta. Dios indicaba el camino al profeta y éste al pueblo. Así de simple,
pero los cabecillas de entre los judíos tienen envidias, recelos y ambiciones;
no quieren más a Samuel porque está viejo, roñoso y calvo y prefieren un rey
como todas las naciones. Samuel, entonces intentó disuadirlos poniendo por
delante el perfil del nuevo rey. El monarca no andará con lindezas; tomará a
sus hijos para la guerra, para el cultivo del campo y para la artesanía, sin
importarle el hogar. Y tomará a sus hijas para fabricar perfumes y para cocinar.
Tomará sus campos, viñedos, olivares y ganado para darlos a los suyos. Les
exigirá el diezmo y el tributo alto para darlo a sus amigos y sirvientes de
palacio. Suena conocida esta música. Tal vez sea el mejor retrato del
funcionario público de cualquier parte del planeta. Las urnas tienen un precio
y la democracia su merecido. El pecado original ocasionó un desastre en las
inclinaciones de la naturaleza, pero dejó intacta la libertad. La Biblia
presenta la desobediencia de Adán como la causa de todo desorden, la raíz del
vicio, de la fatiga, del dolor, de la enfermedad y de la muerte. “Ganarás el
pan con el sudor de la frente, parirás con dolor, te arrastrarás sobre la
tierra”. En los albores de la existencia humana, no se conocía la malicia, ni
la inclinación a la sensualidad y a la soberbia, ni había cansancio, languidez
o debilidad física. Reinaba la inocencia y no existían los rubores de la
vergüenza ni el calor de la pasión. El pecado primero y original, según la
Escritura, trajo al mundo consecuencias desastrosas, pero dejó intacta la
libertad. El hombre, creado por amor y en libertad, mantiene la promesa del
cariño de Dios y el respeto a su libre albedrío. En la casa de Jesús la gente
se agolpa y no cabe ya ni un alfiler. Las casas de Cafarnaúm eran muy pequeñas,
construidas en piedra prieta y tejado de paja. La escena hace pensar que la
muchedumbre rodeaba la casa de modo que el paso estaba bloqueado por todas
partes; el único sitio vulnerable al acceso era el techo. Jesús predica la
palabra y la gente escucha. El discurso
se interrumpe cuando se abre un boquete en el tejado y unos intrépidos hacen
bajar a un paralítico en camilla para que Jesús lo cure. Su fama para entonces
se había difundido por toda la región. Será hijo de carpintero y de Nazaret no sale
nada bueno, pero éste sana todas las enfermedades y su poder no conoce
frontera. Jesús se deja interrumpir en lo más interesante del discurso y
aprovecha para revelar el rostro de la enfermedad. El dolor, cualquier dolor es
del pecado que cobra factura. ¿Qué es más fácil decir: ¿te perdono del pecado o
levántate y anda? El pueblo se admira hasta el escándalo. La parálisis se cura
perdonando los pecados. El perdón cura. Si Samuel fue rechazado por menos,
Jesús de Nazaret terminará en la cruz por blasfemo. ¿Quién puede perdonar los
pecados sino sólo Dios? Como quiera que sea la enfermedad simboliza el pecado
en el hombre y cuando Jesús sana al enfermo, significa redimirlo del pecado y
darle el premio de la resurrección.
ORATIO: Señor Jesús, muéstrate atento
a mi súplica. Yo no soy más que un intruso irreverente en el tejado. Quiero
asomarme al océano de tu misericordia. Mira mi fe y mi esfuerzo y dame el
incentivo para conocer mi culpa a la luz de tu corazón. Te ruego la fuerza
necesaria para someter mis inclinaciones y realizar lo que me pides. Quita mis
enfermedades y mándame caminar siempre hacia ti.
CONTEMPLATIO: El perdón cura
ACTIO: Ejercicio. Todos llevamos la carga del
pecado original y personal. El cuerpo se enferma cuando el alma está dolida.
Dos ejercicios básicos: Pedir perdón a Dios y al prójimo hasta colmar la fe y
el ingenio. Como Dios me perdona, también perdonar a quien me ha ofendido. No
debe acabar el día sin que yo haya resuelto perdonar de corazón a todos y de
todo. El perdón sanará a mi hermano y también a mí.
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