miércoles, 29 de enero de 2014

LECTIO DIVINA Un seguro en el amor

INVOCATIO: Tú eres mi Padre, mi Dios, mi Roca

salvadora.




LECTIO: 2Sam 7,4-17. El Señor elevará al trono a uno de los descendientes de David. El le

construirá una casa y Dios le dará un trono para siempre. Sal 88,4-5.27-30.

Le aseguraré mi amor eternamente. Mc 4,1-20. Salió el sembrador a

sembrar y parte cayó en tierra rocosa, o en medio de espinas o al borde del

camino o en tierra muy buena. 


MEDITATIO: Le aseguraré mi amor eternamente, dice el salmo. La clave de

lectura para un día tan ordinario como hoy es la seguridad en el amor. El amor

que prodiga una casa para vivir. Y el amor que se siembra en un campo pedregoso,

espinado, o al borde del camino. Todos los hombres de la tierra conocen la

promesa del amor. El pronunciamiento es siempre romántico, emotivo hasta las

lágrimas, sobrecogedor, alucinante. La puesta en práctica, con el tiempo, se

vuelve variopinta. A veces pierde brillo y color, pierde fuerza y entusiasmo,

se marchita, se debilita, se asfixia. A veces se mantiene y se incrementa como

la semilla que cae en tierra buena. A veces es tan segura como una casa

edificada sobre roca, como un hogar lleno de calor y apacible. El origen de la

creación del mundo y del hombre es el amor. Por más que los científicos se pierdan

en elucubraciones sobre el azar, sobre evoluciones cualitativas o explosiones

cósmicas, lo cierto es que hay un Dios enamorado del hombre y su promesa de

amor consta en las proporciones del universo, en los colores de la flora, en la

música de las aves, en el instinto salvaje de las fieras, en la impronta

inteligente y libre de los humanos. Pero todo esto sería poco sin la promesa de

una casa donde habiten juntos, sin la seguridad cierta de un amor que no

termina. ¿Quién puede prometer amor eterno? ¿Quién puede comprar un seguro de

amor?  Las parejas jóvenes de recién

casados suelen haber asegurado antes la casa, las provisiones de un trabajo

estable, la planificación de la prole, las vacaciones merecidas. Pero también

hay matrimonios sin más plan y sin más seguro que el amor mismo. Y distancia de

años de la boda, siguen buscando casa, trabajo, alimento. Y mientras esté el

amor, el amor será su casa y su trabajo y su alimento. ¿Qué pasaría si faltara

el amor? La liturgia de hoy responde a esta pregunta. Dios nunca tuvo una

morada donde habitar con su pueblo. Anduvo errante, en tiendas de campaña,

hambriento y enfermo pero siempre con su Pueblo. Le aseguró un amor eterno y

ahí está y ahí sigue. Suscitó leyes y alianzas de amor, y eligió entre los más

cualificados profetas, jueces, reyes para guiar a su Pueblo a la tierra de

promisión, casa de naciones. Y su pueblo era su casa porque moraba en medio de

ellos. Y se manifestó a su pueblo de distintas maneras, en el viento de paz, en

el fuego contra el enemigo, en la columna de nube, en la tienda de encuentro y

sobre todo en su palabra. Y hablaba Yahvé con los profetas y jueces y reyes

para sembrar su palabra entre toda la gente. Y al final de los tiempos su

Palabra se hizo carne y acampó entre los hombres. Y la Palabra cayó parte al

borde de las vidas humanas y parte entre corazones espinados y parte en duras

cervices y parte en espíritus buenos, afables, generosos. Es la promesa del

amor eterno, es el seguro del amor. Garantizado de por vida, duradero, único.

Pero hay un pero. El amor es siempre entre dos. El seguro es para siempre de

allá para acá, y ¿de acá para allá?




ORATIO: Padre

santo, padre de amor, has estado conmigo desde siempre, me has asegurado un

amor para siempre, me has adornado con todas las bendiciones, y sobre todo con

el don de los dones, tu presencia amorosa. Perdona mi debilidad, disculpa mi

falta de correspondencia. No permitas que me aparte nunca de ti. Disipa mis

dudas, fortalece mis debilidades, asegura mi amor. Me sacaste de la nada y no

tengo derecho a queja ni protesta. No juegas conmigo a los dados. Mi historia

está firmada por ti y es historia de amor de ti. Gracias Señor mío, mi Dios. 




CONTEMPLATIO:  Un seguro en el amor





ACTIO: Ejercicio. El amor de Dios es seguro. ¿Cómo

asegurar el mío? ¿Cuáles son las mejores medidas de seguridad? 1. La promesa de

fidelidad y de perseverancia, en cada sacramento hay una promesa. En el

bautismo, en la confesión, en la Eucaristía, en el matrimonio, en el sacerdocio…

2. Renovar diariamente la promesa. 3. Fortificar la promesa con la oración y

con la vigilancia. Pedir la gracia de la perseverancia. Vigilar los peligros

del mundo y de la carne en especial los medios de comunicación. 4. Poner medios

prácticos para mantenerme en la promesa.












                            

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