domingo, 19 de enero de 2014

LECTIO DIVINA Un simple cordero quita todo el pecado del mundo

INVOCATIO: Toda la tierra se postra ante ti y canta en

honor de tu nombre. 


LECTIO: Is 49,3-19. El Señor me formó desde el vientre materno para que yo sea su servidor.  Sal 39,2-4.7-10. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 1Cor 1,1-3. Pablo saluda a los que

han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos. Jn

1,29-34. Juan vio y conoció a Jesús y es testigo de Él.




MEDITATIO:  Las lecturas presentan el

programa salvífico de Dios. Un plan trazado desde toda la eternidad con todo

cuidado y premura. Primero está el llamado desde el vientre materno para ser

santos al precio de un sacrificio y la disponibilidad incondicional de la

obediencia. Pero luego está una voluntad misteriosa del Altísimo capaz de amar

a la creatura con locura y pasión al grado de entregar al propio Hijo, como

cordero al sacrificio, para purificar al mundo del pecado con su sangre

inocente y humilde. Parece sencillo, pero no debe ser tan fácil cuando todavía

en el siglo XXI el cordero sigue sangrando para quitar el mal en el planeta

Tierra. La edad sólo tiene significado en el mundo físico, pero el amor de Dios

por su creatura no ocupa lugar ni tiene tiempo. En la antigüedad todos los

judíos ofrecían sacrificios rituales y expiatorios. El cordero de Pascua tenía

la función de aplacar la molestia de Dios sobre la infracción de la ley. Sucedió,

entonces, que cuando Dios decidió liberar a su pueblo cautivo por los Egipcios,

ordenó a los judíos inmolar por familia un cordero “sin mancha, macho, de un

año”, indicándoles marcar con la sangre del cordero sacrificado el dintel de la

puerta para que el Ángel exterminador los perdonara cuando esa noche viniera a

herir a los primogénitos egipcios. Desde ese momento, la sangre del cordero

tuvo para los israelitas valor redentor. El pecado tuvo su cuna cuando la

creatura desobedeció, pero la pasión del amor de Dios siempre ha sido tan

eterna cuanto Él. Y mientras la creatura peca, Él borra pecados. El mundo

parece afanarse por inventar pecado, y mientras sus inventos resultan faltos de

ingenio y brillo, la misericordia divina con elegancia inusitada, presenta un

corderillo para el matadero; su sangre será más que suficiente para un pecado

viejo, rutinario y revenido. El hombre parece no advertir la sangre del cordero

sobre sus ropas. Cansado y hastiado del color púrpura se ha visto confundido en

su propia identidad. No se sabe él mismo, si macho, si hembra, si en medio de

los dos. La familia tradicional sufre la misma crisis, ahora se dan dos papás o

dos mamás y un par de hijos adoptados, y el resultado final es que ni hay

papás, ni hijos, ni abuelos. La sociedad está conociendo nuevas formas de

desarrollo con la globalización, el microcrédito, la legalización de la droga

blanda y la invasión masiva e inapelable del crimen organizado. La humanidad se

encuentra en números rojos y lo mismo desconoce su origen que se muestra

incierta respecto a su destino. En todo este panorama el pecado parece ganar el

campeonato y Dios esconderse tras las bambalinas. Pero es sólo apariencia, pues

Jesús ha venido al mundo a quitar todo pecado, superar la ambición y la

injusticia, pacificar los enfrentamientos descomunales, solucionar los

problemas acuciantes de la humanidad, aliviar el dolor y vencer la muerte. Un

simple cordero.


ORATIO: Dios todopoderoso y eterno, que

gobiernas el cielo y la tierra, escucha las súplicas de tu pueblo y concede tu

paz a nuestro tiempo


CONTEMPLATIO:  Un simple cordero quita todo el pecado del mundo 


ACTIO: Ejercicio. Dejar de pensar sólo en el

egoísmo y en el bienestar. Jesús vino al mundo a sacrificarse como un

cordero.  Valorar ese sacrificio porque

es la cena del cordero, la Eucaristía. Visitar diariamente la Eucaristía para

agradecer su sacrificio. No perder jamás una Misa dominical. 

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