INVOCATIO: El pueblo que habitaba en tinieblas ha
visto una gran luz.
LECTIO: 1Jn 4,7-10. Amémonos los unos a los otros, porque Dios es amor. Sal 71,1-4.7-8.
Pueblos de la tierra, alaben al Señor. Mc 6,34-44. Jesús se compadece de una
gran muchedumbre porque andaban como ovejas sin pastor. Multiplicación de los
panes.
MEDITATIO: De nuevo la liturgia se
detiene a contemplar una imagen del Mesías bajado del cielo y en todo semejante
al hombre menos en el pecado. Ya no es aquel rey impetuoso y guerrero que pone
paz con las armas y hace justicia a Israel derribando al enemigo.
Inesperadamente, es un hombre que parece Dios y está dedicado a curar y
enseñar. Llueven los milagros y la muchedumbre se congrega para alcanzar del
Mesías la salud esperada o el pan para comer, la paz del alma o la palabra que
da vida. Las muchedumbres venidas de todas partes no lo podían creer; pan para
todos, salud a borbotones, una ley nueva sale de los labios del carpintero,
porque reparte amor y lo reparte a todos y en todo tiempo y lugar; no importa
si es lunes o sábado, si es en la ciudad santa o en las aldeas alrededor del
lago. La gente se pregunta de dónde tanta bondad y de dónde la doctrina de
autoridad si éste no es más que el hijo del carpintero de Nazaret y les
confunde el origen pero constatan y se benefician de las enseñanzas y los
milagros. Jesús no va por las ramas. Ha tenido largo tiempo para palpar la
necesidad de los pueblos. No es la paz política entre naciones, ni desquitar la
opresión de Israel, ni expulsar a los romanos.., lo que impacta su mirada y
mueve el corazón. Es el hambre de pan, es la paz de la conciencia, es la
enfermedad del alma y del cuerpo, es la incertidumbre y el descarrío de las
masas lo que cuenta. Y se mueve a compasión y les da de comer y de beber y cura
a los enfermos de toda dolencia y les enseña a repartir y compartir de lo que
hay, de cinco panes y dos peces. Parece increíble lo que se lee en este pasaje
del Evangelio, suena ingenua y nimia la agenda política y social del Mesías.
Pero al final del día es lo más lógico. Si quiere enseñar a las muchedumbres,
les tiene que dar primero de comer. En el siglo presente las cosas son atrevés.
Los ciudadanos que se compren el pan como puedan. Los niños que vayan a la escuela
para aprender y a los hospitales a ser curados. La agenda de los mandatarios
está llena de citas, programas, reuniones. No tienen tiempo para enseñar, ni
para curar, ni menos para dar de comer. Esas tareas las han delegado para el
maestro, el médico y el ama de casa. Lo de Jesús de Nazaret queda como único en
su género y que la religión no se meta en política ni el Evangelio en las aulas
del Congreso. Muy pronto los hombres de la calle han adoptado la misma doctrina
y la gente lo repite de boca en boca. ¿Repartir pan? ¿Curar sin paga? ¿Enseñar
gratis? Que lo haga la Iglesia, que lo hagan las instituciones caritativas y
sin ánimo de lucro. Y sin embargo, la enseñanza del Mesías es muy simple y es
muy actual. Dios es amor y el único mandamiento es amar. Si poco hay, con
repartirlo se multiplicará, porque el amor no es ni poco ni mucho, es
ilimitado. La enseñanza vale para todo maestro. La receta vale para todo
doctor. El programa vale para todo mandatario. Ahí está la tarea siempre actual
y simple para todo cristiano. Repartir amor.
ORATIO: Niño Jesús, luz de las
naciones, que viniste pequeño para hacernos grandes, luz para disipar nuestra
tiniebla, lléname de tu amor para entregarme incansablemente al servicio y
ayuda de los demás.
CONTEMPLATIO: Repartir amor
ACTIO: Ejercicios de navidad. Hay quien dice que el
ciclo vital es nacer, crecer, reproducirse y morir. Para el Evangelio es más
simple: amar. Amar es repartir, es educar, es aconsejar, es curar, es dar de
comer, es vestir, es saciar, es agradar, es servir, es dar trabajo, es invitar,
es compartir, es tantas cosas. Empecemos por repetir lo que hacía el Mesías.
Dar de comer, enseñar y curar. Hazlo en casa, en la calle, en la escuela, en el
trabajo. Empieza hoy. Amar.
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