INVOCATIO: El Señor manifestó su victoria
LECTIO: 1Jn 2,29-3,6. Dios es justo y el que practica la justicia ha nacido de Él. Sal 97,1.3-6.
El Señor manifestó su victoria. Jn 1,29-34. Jesús es el cordero que quita el pecado del mundo. Juan bautiza con agua,
pero el Señor con el Espíritu Santo. Jesús es el Hijo de Dios.
MEDITATIO: Mucha gente buena piensa que la Iglesia católica se ha sacado
más de la mitad de las creencias y ritos que constituyen la religión. Entre las
muchas quejas está el origen de los sacramentos. Los textos de hoy se refieren
al bautismo de Jesús y hablan muy clarito sobre el aparecer del cordero de
Dios, el borrar el pecado del mundo, el existir desde antes, el ser Hijo de
Dios y el descender del Espíritu Santo. Juan preparaba la venida del Señor
bautizando en el Jordán. Bautizarse era bañarse, lavarse y la gente acudía a él
para purificarse de sus faltas con las aguas del río. La expectativa del Mesías
que habría de liberar al pueblo de toda opresión y calamidad, flotaba ya en el
aire. Juan anuncia la próxima venida del Mesías por todo desierto que rodea la
ciudad de Jerusalén. Mientras unos suben y otros bajan al río para ser bañados
por Juan, aparece Jesús de Nazaret. Juan lo señala como el Cordero de Dios. Es
una evocación, en el contexto del bautismo, de liberación; en la noche de
Pascua, el ángel marcó los dinteles de las puertas con la sangre del cordero.
La marca indicaba liberación y su ausencia exterminio. El cordero ofrecido era
desangrado y después comido enteramente. Jesús, hijo de María, verdadero
hombre, y reconocido como Hijo predilecto de Dios por el descenso del Espíritu,
es el verdadero cordero pascual que habrá de derramar su sangre en la cruz para
la remisión del pecado. Es el meollo del bautismo. El bautismo cristiano se
remonta a lo que sucedió entonces, al significado teológico de los textos que
narran la vida de Jesús. No hay nada inventado, el bautismo quita el pecado en
virtud de la ofrenda del cordero y mediante el descenso del Espíritu, para
hacer de la creatura un auténtico hijo de Dios. El mundo judío se escandaliza;
está bien bañarse y lavarse para presentarse digno ante el Señor, pero eso de
ninguna manera quita el pecado, ni mucho menos hace al hombre hijo de Dios. El mundo
griego, occidental se abstiene y lo considera una necedad y al límite un simple
rito religioso pergeñado por la piedad popular. Mientras unos se escandalizan y
otros se desdeñan, el mundo cristiano, consciente del pecado, se alegra en el
bautismo porque viene el mismo Espíritu de Dios al corazón, el alma se
beneficia de la sangre bendita del Cordero que quita todos los pecados del
mundo, y toda la persona es admitida en la familia de Dios, como hijo de Dios
Padre, hermano de Dios Hijo y templo y morada del Espíritu Santo. Si el Cordero
de Dios ha obrado esta maravilla por medio del derramamiento de su sangre, el
cristiano, convertido en hijo, adopta el mismo lenguaje del amor como única
forma de vida y estilo distintivo. “Los conocerán en que se aman los unos a los
otros, como yo”.
ORATIO: Niño de Belén, nacido para
ser cordero, ofrenda, don. Niño de Belén, nacido para amar hasta donar tu vida
por todos, por mí. Gracias por haberme llamado a la existencia y muchas más
gracias por haberme llamado al bautismo, por haberme librado del pecado y
hacerme hijo. Todo empezó un día en Nazaret, en Belén, en el Jordán. Era
esclavo y soy libre, era un cualquiera y soy hijo adoptivo, era pecado y soy
gracia, era lodo y soy templo.
CONTEMPLATIO: Bautismo, cordero, hijo
ACTIO: Ejercicios de Navidad. Renovar cada domingo
las promesas de mi bautismo. Ejercer con responsabilidad mi rol de padrino del
bautismo. Apreciar y celebrar el día que fui bautizado. Renunciar a las
adicciones pecaminosas como consecuencia del bautismo. Profesar el lenguaje
propio de hijo de Dios: el amor al prójimo, al vecino insoportable, al
compañero molesto de trabajo, al familiar alejado.
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