INVOCATIO: ¿Quién puede entrar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón.
LECTIO: Apo 7,2-4.9-14. Una gran muchedumbre de toda raza y nación delante del Cordero: la salvación es de nuestro Dios. Sal 23,1-2.3-6. ¿Quién puede entrar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón.1Jn 3,1-3. ¡Cuánto amor nos ha manifestado Dios al hacernos hijos suyos. Seremos semejantes a Él y lo veremos tal cual es. Mt 5,1-12. Sermón de la montaña, las bienaventuranzas.
MEDITATIO: Jornada mundial de la santidad. Conmemoración de los santos. Se piensa que los santos son esas figuras cutres y mal logradas en los nichos de las Iglesias. Se afirma que son los de nombre singular y exótico en el calendario: Expedito, Onofrio, Peregrino, Patroclo... Se cree que son mogollón de individuos existidos hace siglos, de los que se sabe poco o de grandes inverosimilitudes y anacronismos y otras muchas invenciones de la fantasía religiosa. Y no del todo; los santos pertenecen al pasado y se les ve también en el presente. La santidad es un elogio de Jesús, es pura vida, la paz del universo dentro del corazón. Santo es Dios y santos son sus hijos e hijos son todos los que han sido salvados por el Cordero. El Apocalipsis dice que ha salvado a una gran multitud que nadie podía contar. Fueron elegidos, sellados y purificados con la sangre del Cordero. En el sermón de la montaña, el santo es un bienaventurado, un ser feliz, uno que ha abrazado la pobreza del corazón y es constructor de la paz, el manso, el misericordioso y el casto, el perseguido y el que pasa hambre y sed de justicia, el que llora su pecado y es afligido por la tiranía del mundo. O sea vive el cielo en la tierra, ve al Creador en la creatura, atesora abajo los bonos y valores de arriba. El santo no es un mocho, ni un santurrón, no es un castigado por el silicio y la disciplina, no es uno que no sabe divertirse. No. Es el más divertido y simpático en tiempo de diversión. Es el más entusiasta en tiempo de fiesta. Es el más extrovertido en el tiempo de vacación. Pero a la vez el más honesto en la hora de la verdad, el más limpio y desprendido en la hora del respeto, el más observante de la ley en la hora de cumplir, el más de Dios a la hora de orar y alabar. Poco importa cómo vista, si con sotana o con corbata, si con hábito de monja o con vestido de marca. Nada que ver si usa perfume o lentes de sol; si come pizza con cerveza o le alcanza para una arrachera. Es indiferente si escucha música o gusta del silencio. Santo puede ser el recurrente en el templo y el hombre tras las rejas, el que vive en la colonia de los “nice” o el que paga renta por una favela en las periferias. Santo puede ser el delincuente arrepentido y el que jamás conoció el pecado mortal. En este bosque de nociones una cosa es clara: El Señor no tiene acepción de personas. Todos están llamados a ser santos. Santos para hoy y de hoy. Para Jesús tienen un alto honor aquellos que para la sociedad no tienen honor alguno. Los relegados, los niños, los que no brillan en sociedad, los que no tienen poder adquisitivo y eso les hace poner su esperanza en Dios. Reconocer este honor implica una nueva forma de entender la vida humana creada por Dios. Los futuros santos de aureola y milagro viven hoy en la tierra.
ORATIO: Dios mío, me estremece saber que me aceptas como soy, que me adoptas como Hijo, que me quieres santo, sin importar mi pasado, sin tener en cuenta mi pecado. Desde siempre he querido estrecharte y decirte cuánto agradezco tu bondad y cuánto me ilusiona saber que un día te veré tal como eres, cara a cara, sin imágenes, sin representaciones, sin abstracciones.
CONTEMPLATIO: Cara a cara
ACTIO: Ejercicio de paz, pilar de santidad. La paz se construye, se trabaja, se ejercita. La paz no es paréntesis de guerra. La paz reside en la conciencia y es saberse en lo que a Dios agrada y en lo que Él quiere. No importa ni dónde ni cuándo. También un detenido puede estar en paz y también uno en libertad puede llevar un infierno interior. Paz en la conciencia es señal inequívoca de santidad.
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