LECTIO: Rm 11,29-36.Los dones y la llamada de Dios son irrevocables. ¡Qué abismo de generosidad!Sal 68,30-31.33-34.36-37. Que me escuche Señor, tu gran bondad. Lc 14,12-14.Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados y ciegos, porque no tienen con qué pagarte.
MEDITATIO: ¡Cuántas veces al abrir una página de la red, aparece un anuncio que ofrece algo cien por ciento GRATIS! No tarda ni medio minuto en aparecer el interés detrás. Nadie da paso sin huarache. Y ya lo decían los griegos: Temo a los amigos sobre todo cuando ofrecen regalos. Así funciona la sociedad moderna. Nada es gratis, sólo el aire que se respira, la lluvia del cielo, la sonrisa de los niños, la limosna y la caridad verdadera. Todo lo demás cuesta y con frecuencia trae detrás grandes engaños y trampas. No así los dones de Dios. Son gratuitos, irrevocables y sin arrepentimiento. El Señor y Creador de todo lo que existe no necesita nada, no requiere nada, no pide nada, bondad pura. ¡Qué abismo de generosidad! Por eso cuando algo no funciona, lo primero es recurrir al gran Bienhechor del universo. En el siglo XXI, no se entiende una invitación sin nada a cambio. Rige el “do ut des”, el te doy para que me des, la ley de la correspondencia. En algunos hoteles, la tercera noche es gratis, pero no habría tal gratuidad sin las dos primeras. En el mundo moderno se ha puesto de moda el monedero electrónico, el sistema de puntos; acumular puntos en el súper, en los viajes, en toda compra para canjear los puntos por otros objetos de deseo. La trampa es visible, el caudal de puntos supone más ventas, más movimiento de recursos. Se confirma el principio: nada es gratis. En el Evangelio, Jesús propone una nueva forma de relación social. Dar a quien no puede pagar. Dar con el único motivo de dar. Dar sin esperar nada a cambio. Invitar a los desamparados, a los lisiados, a los campesinos, a los analfabetas y a los ciegos. Dar hasta que duela, darlo todo, dar la vida, para que otro goce, para que el otro tenga, para que el otro viva. Al final el resultado es paradójico. El que da, no lo que le sobra sino lo que necesita, se enriquece. Dar al estilo de Jesús es morir para que otro viva. Pero en ese morir para dar, en ese tamaño de generosidad está el mayor enriquecimiento de un hombre, porque está haciendo las veces del creador. No existe mayor riqueza personal que la de quien da todo al necesitado. Recuerdo que salió una advertencia en las redes sociales de un grupo de malhechores, simulando no saber leer para suscitar compasión y entonces secuestrar y abusar de la bondad para robar. Un horror y una tragedia. Pero aún así, el acto de bondad pura no deja de parecerse a la bondad infinita del Señor, al grado que no quedará sin recompensa, ni el abuso sin la justicia de Dios. En el Reino instaurado por el Señor Jesús, todo es gratuito. No hay oro ni plata, la regla es donar. Donar sangre, órganos, bienes, valores. Promover al desvalido. Aconsejar al desorientado. Enseñar al ignorante. Vestir al desnudo. Alimentar al hambriento. Consolar al desalentado. En definitiva, salvar al pecador. Las obras de misericordia en programa. Actuar a lo divino. Dar gratis.
ORATIO: En la plenitud de los tiempos, Padre Santo, enviaste a Jesús como regalo. Y Jesús derramó gota a gota toda su sangre por mí. Murió para darme vida. Lo entregó todo a cambio de mi salvación. Esto me confunde, porque en el día a día yo me veo tacaño y avaro. Si mi persona valió toda la sangre del Redentor, quiero yo dar mi vida entera por mi hermano, mi vecino, mi prójimo. Dame, Padre de bondad, un corazón como el de tu Hijo, Jesucristo.
ACTIO: Ejercicio de generosidad. Dar hasta que duela el bolsillo. Dar buenas propinas a quienes te cumplen un servicio. Dar clases y consejos gratis en el tiempo de descanso. Visitar hospitales, asilos, orfanatorios, cárceles con frecuencia. Ofrecer, como en el evangelio, una merienda al personal de servicio. Aflojar la cartera a la hora de la limosna y la gratificación. Incrementar los regalos, los bonos, las prestaciones. Pero sobre hacer más espacio a las obras de misericordia espirituales. Aconsejar, enseñar, consolar, etc.
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