INVOCATIO: Guíame, Señor, por tu camino.
LECTIO: Sab 1,1-7. La Sabiduría no entra en el alma de mala ley. La Sabiduría es un espíritu amigo de los hombres. El Espíritu del Señor llena la tierra. Sal 138,1-10. Tú me sondeas y me conoces. No ha llegado la palabra a mi lengua y Tú Señor, ya la conoces. ¡A dónde iría lejos de tu aliento? Lc 17,1-6.El que escandaliza a un pequeño más le valdría atarse una piedra de molina y arrojarse al mar. Si tu hermano te ofende y se arrepiente, perdónalo.
MEDITATIO: El libro de la Sabiduría despliega nuevamente el tema del perdón. Es un libro que los judíos no han aceptado como parte de la Biblia entre otras cosas porque muchas de sus enseñanzas no cuadran con la doctrina tradicional, entre ellas el perdón y la indulgencia. En el Antiguo testamento queda claro que la ley de Moisés es un mandamiento de Dios y debe cumplirse a toda costa so pena de castigo severo. Algunas prescripciones judías, como el adulterio, suponían una lapidación a muerte. Los diccionarios definen el perdón como la acción y resultado de olvidar la falta que ha cometido alguien contra una persona o no tener en cuenta una deuda. El perdón no existe en la dinámica del Pueblo judío. Pocas son las alusiones al perdón en el Antiguo Testamento; más bien se entrevé un Dios que monta en cólera, un Dios castigador como consta en el diluvio, el envío de las plagas contra Egipto, el exterminio de los pueblos enemigos de Israel, entre otros. Tiene que venir Jesús sobre el Planeta Tierra para predicar primero con el la acción de un Redentor que perdona y es crucificado en la cruz y después con toda una enseñanza revolucionaria: amar al enemigo, condonar las deudas, perdonar setenta veces siete, perdonar para tener vida. La expulsión del paraíso y la cólera del Señor por los mandamientos rotos, tienen otra cara en Jesús. El perdón es elevado a la categoría de oración del Señor y en la cruz dirá: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Asombra verlo maniatado ante el Sanedrín, golpeado y latigado a muerte, y haciéndose violencia para guardar silencio. Estaba por cumplirse la sentencia máxima del perdón, la muerte en la cruz como precio de reconciliación. Si algo queda claro en la revelación del Nuevo Testamento, es la misericordia incansable, abundante, renovadora de Dios. Las revelaciones de Jesús a la religiosa Faustina Kowalska muestran al Señor ávido por derramar misericordia; se diría que no sólo vino a salvar la humanidad, sino que no hay otra manera de entender el patíbulo de la cruz más que bajo el prisma y la sed anhelante de perdón. Y es que la experiencia ascética ha demostrado que el indulgente se hace con un corazón gigante y gemelo al de Dios. Algo tendría que decir sobre la grandeza del perdón cuando Dios omnipotente lo hizo su bandera. El perdón no es señal de debilidad ni de blandenguería, sino de magnanimidad, elegancia y amor. Sólo los débiles, los engreídos, los de corte farisaico retienen el perdón y se les fermenta en resentimiento acedo. Dios, infinitamente sabio y justísimo tenía reservado como desenlace de la historia de la salvación, no el banquillo del juicio sino el perdón total a precio de sangre y oblación. Perdonar no es una simple palabra, es pagar la culpa del ofensor con la propia vida.
ORATIO: ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
CONTEMPLATIO: El perdón es el idioma de Dios
ACTIO: Ejercicio de perdonar 70 veces 7. El perdón no es olvido, ni ajuste de cuentas, ni refrescar la culpa del otro, ni exigir el arrepentimiento o la disculpa. El perdón es reconciliar y abrazar al ofensor, salir al encuentro. Es pagar la cuenta del otro, es minimizar y pasar por alto la culpa, es cubrir la ofensa con silencio místico. Este ejercicio se hace diario hasta limpiar toda rencilla. El resentimiento tarde que temprano pudre el corazón.
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