¿Qué es la Lectio Divina?
La expresión Lectio Divina procede del Latín y significa: “lección de Dios”, “enseñanza divina”, y expresa una práctica sugerida en la Biblia misma, comentada por los santos padres y usada por los primeros monjes de clausura. Se ha difundido por recomendación del Papa emérito Benedicto XVI: la lectura orante de la Biblia, para llegar a un encuentro personal “de tú a tu” con Dios. Cristo es el logos, la Palabra de Dios y esa Palabra tiene como fin decirnos quién es el Padre y qué plan tiene en nuestra vida personal, familiar y social. Este camino tiene varias etapas. Invocación, lectura, meditación, oración, contemplación, Compromiso.
Invocatio – Preparación e invocación al Espíritu que ilumina:
Conciencia de entrar en el “Recinto” de Dios, de levantar la mirada a la bóveda del cielo, de descalzarse para pisar la tierra sagrada, de presentarse delante del Logos, Cristo hecho palabra para leer, escuchar y decir esa misma Palabra con mis propias letras. Conciencia de quién soy yo y Quién es el Dios que se me revela a través de su Palabra. Por eso voy a INVOCAR y suplicar la luz del Espíritu Santo que me ayude desde dentro (intus) a leer (legere) Intus-legere: en latín “intelligere” entender la Palabra desde dentro. Desde dentro de Dios y desde dentro de mi conciencia. Sin la luz del Espíritu Santo todo es oscuro y sin una actitud humilde no se puede entrar al misterio. Dios se esconde en lo pequeño, como Belén, como María, como el Calvario.
Lectio – lectura: ¿qué dice el texto?
La Biblia no es un libro anticuado e insignificante, sino actual y significativo. Tiene mucho que decirnos sobre nosotros mismos, sobre el mundo, sobre nuestra familia y sobre el momento histórico que vivimos. La lectura busca la dulzura de Dios, y como es el punto de partida, debe hacerse con atención y respeto.
Meditatio – meditación: ¿qué me dice Dios a mí?
Por la meditación se penetra en la Palabra y se descubre que no sólo es tinta, ni letras sin más, sino que esa Palabra está viva y suena y resuena aquí y ahora para mí y los míos. La meditatio me ayuda a descubrir el sentido que el Espíritu quiere comunicarme hoy a mí en mi presente estado físico, emocional y espiritual, con mis problemas, dudas y quejas. Esto se realiza “rumiando”, masticando, la Palabra en nuestro interior de modo que pase de la boca al corazón.
Oratio – oración: ¿qué me hace decirle a Dios?
La oración, provocada por la meditación, comienza con una actitud de admiración silenciosa y de adoración al Señor. La escucha me mueve a dirigirme a Él. En la oración entran en juego el corazón y los sentimientos. En este momento especialmente dedicado a la oración, yo creyente, respondo a Dios, movido por el Espíritu. Es una respuesta profundamente personal, que expreso en la súplica, la alabanza, la acción de gracias, la queja, la disculpa, el compromiso, etc.
Contemplatio – contemplación: ¿A qué conversión me invita?
La Contemplación es la actitud de quien se sumerge en lo meditado para descubrir y saborear en mi vida, en la de mi familia y mi entorno, en los acontecimientos la presencia activa de Dios a través de su Palabra. Además, me invita a comprometerme con la transformación de la historia que la Palabra de Dios provoca. El tiempo real aquí se puede entender como la oportunidad que Dios me da para transformarme, para alcanzar el sentido de la vida y de la fe que me ha dado al crearme.
Actio – Compromiso: ¿Qué me lleva a realizar la Palabra?
Muy pronto la Lectio Divina se convertirá en una apelación a mi propia vida, requerirá una armonía entre mi oración y mi acción. La LD desemboca en la decisión constante de vivir según el Evangelio, de seguir a Jesús como criterio y sentido de mi vida. Nosotros somos impacientes y queremos ver en seguida los resultados, pero Dios tiene una pedagogía más pausada. La Palabra invocada, leída, meditada, orada y contemplada es en nosotros como una semilla que da fruto de forma misteriosa, según los planes de Dios. Por eso la Lectio requiere un tiempo exclusivo en mi jornada.
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