INVOCATIO: El Señor manifestó su victoria
LECTIO: 1Jn 2,22-28. La promesa que Él nos hizo es ésta: la vida eterna. La unción (bautismal)
instruye y guía en todo. Sal 97,1-4. El Señor manifestó su victoria. Jn 1,19-28. Juan bautiza con agua, pero el Señor bautizará con el Espíritu.
MEDITATIO: Una mamá joven fue al Santísimo. Allí delante había una
niña. Oraba con mucha devoción. La joven
con curiosidad se acercó a preguntarle la edad y qué cosas le decía a Diosito.
La niña tenía 6 años y pedía por su familia para tener una buena semana. La
madre le dijo si podría pedir por ella y la niña dijo que sí, cerró sus ojos y
empezó a murmurar entre dientes, luego al despedirse, la pequeña decía muy
despacio: te amo mucho. Es el don de la fe que el Señor concede a cada uno de
los bautizados. Pero muchos dirán haber sido bautizados y sin embargo quisieran
ser como esa chiquitina ante el Santísimo. La fe es un don que Dios infunde con
el bautismo como su regalo más precioso, pero se hace manifiesta por el
ejercicio de la virtud natural. La virtud prepara el don. Esta muchachita de 6
años ha tenido una gran preparación en su madre. La liturgia de hoy habla de la
potencia del bautismo y del gran preparador, Juan. El hombre sobre la tierra
vive constantemente en preparativos. Y los preparativos no son más que ensayos
y ejercicios. Sobre el planeta Tierra todo supone una preparación, un ensayo y
un acompañamiento: caminar, comer, hablar, leer, orar, amar. Los niños se
preparan para ir por primera vez a la escuela, se gradúan, se capacitan para el
trabajo, se entrenan para asumir una responsabilidad. Juan mereció ser el
último de los profetas de Israel y a la vez el precursor del Señor, la voz que
gritaba en el desierto la venida del Señor. Choca decirlo, pero esta vida es
sólo un ensayo de lo que viene, es preparar la otra, la verdadera, la eterna.
Ésta acabará; la otra seguirá sin fin. Ésta viene cargada de fatigas,
enfermedades, sufrimiento y muerte; la otra será descanso, salvación, alegría,
paz, en compañía del Vencedor de la muerte. El bautismo es una probadita de la
maravilla que el hombre ha de encontrar en el cielo. Lo dice la carta de Juan.
La vida eterna es la promesa. En el Antiguo Testamento, la promesa de Dios
estuvo largamente escondida en una tierra; las revelaciones del Nuevo
Testamento apuntan claramente a la Vida eterna. El derecho a ella se hace
entrega en el bautismo. La vida terrena en este marco de referencias aparece
como una preparación para lo que ha de venir. Alguien criticó severamente a los
cristianos por indicar la vida del más allá como la verdadera vida, aunque no
se ve ni se sabe nada de ella; mientras se refieren a esta vida tangible y
concreta como algo meramente transitorio. Así, lo que quiso ser una crítica, se
convierte hoy en una gran verdad. El hombre terrestre está programado por el
Creador para la vida eterna, para el Amor. Y esta vida es sólo el paso
preliminar del preámbulo del inicio del propedéutico de la eternidad. En muchos
escritos místicos, en efecto, la vida aparece como una peregrinación, como un
pasillo, un tránsito hacia la casa del Padre. Tal vez cabría nombrar a la vida
terrena como previda, lo que antecede, lo que prepara, la antesala, la gran
preparación.
ORATIO: Niño de Belén, tú dedicaste
treinta años en el silencio y en lo escondido a preparar tu vida pública.
Enséñame el arte de prepararme para tu venida. Tú vienes a mí continuamente en
las luces de la conciencia, en las gracias actuales, en los sacramentos, en la
lectura de la Palabra, ayúdame a estar preparado siempre para ti, para acogerte
como al Huésped esperado, para aceptarte como al mejor de los amigos, para honrarte
como al Señor de los señores, para servirte como al Rey de reyes.
CONTEMPLATIO: La gran preparación
ACTIO: Ejercicios de Navidad. Juan dedicó toda la
vida a preparar la venida del Señor. Se prepara una graduación, una fiesta, una
recepción, un aniversario, una vacación. Tomar la vida como una preparación
requiere un gran sentido de programación. Programar la casa, la alimentación,
los estudios, el trabajo, la vida social. Una sugerencia para el inicio de año
nuevo es contar con un programa de estudios, de capacitación, de trabajo, de
vida espiritual y de apostolado.
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