INVOCATIO: Creo en ti Señor, aumenta mi fe.
LECTIO 1Tim 3, 14-16.Cristo se manifestó en la carne, fue justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, proclamado a los paganos, creído en el mundo y elevado a la gloria. Sal 110, 1-6.Grandes son las obras del Señor. Lc 7, 31-35. La generación de Jesús es impávida y criticona. Les cantaron y no bailaron, les entonaron un himno fúnebre y no lloraron.
MEDITATIO: Es grande el misterio de la fe, escribe Pablo a su querido hijo Timoteo. La fe y ¿qué es la fe? ¿De qué está hablando Pablo? En la misma carta aparece una de las síntesis de fe más antiguas: Cristo se manifestó en la carne, fue justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, proclamado a los paganos, creído en el mundo y elevado a la gloria. La encarnación, la evangelización y la gloria de Jesús de Nazaret. Y es la fe el nexo con el pasaje de Lucas. El Señor Jesús, en la tarea de anunciar la buena nueva, se ha emocionado con la fe del centurión y se ha postrado para aliviar el dolor de la viuda. De repente el evangelio introduce una nota triste y empañada de incredulidad. No es la buena nueva, Jesús se siente decepcionado del pueblo. La dureza de su corazón raya con el límite. El Hijo del hombre está desconcertado. Es inútil tanta enseñanza, tanto milagro, tantas caminatas por toda la región. La gente siempre tiene excusa para no creer. Si suena la orquesta de prodigios, milagros y hazañas inauditas, no quieren bailar. Y si entona los cantos fúnebres y las arengas sobre la penitencia, la cruz y la conversión, no lloran. Y si viene el asceta y austero del Bautista seguro tiene un demonio, y si viene el Jesús de las fiestas con publicanos y pecadores, entonces es un glotón y un bebedor. Es un pueblo de dura cerviz, de corazón de piedra. Dios no impone la fe, invita. Pero a éstos no los mueve ni el pan caído del cielo, ni el paso por el mar rojo, ni la fuente surgida de la roca, ni las siete plagas de Egipto, ni la columna de nube en el campamento, ni la retahíla de milagros del Nazareno. Simplemente no les da la gana de creer y punto. Así ha sido siempre y así es ahora. Tomás, el apóstol, fue testigo presencial de toda la serie de milagros pero no creía en la resurrección. Exigía la prueba de fuego, meter el dedo en la llaga. La incredulidad es el mal del siglo XXI. En el planeta tierra ni los niños creen los cuentos de hadas. Acá en la planicie las cosas son contantes y sonantes como las campanas. O pasan por los cinco sentidos o no pasan. La fe del bautismo es de recién nacidos y en recién nacidos queda. Si el Dios de arriba tiene algo que decir, que venga abajo y me lo diga en directo y a todo color, sin emisarios, ni entreclaros ni rodeos. Aquí, contar contar, la casa construida, el teléfono inteligente, la cartera llena, el coche automático, el negocio productivo y el perfume de Dior. La vida real se vive aquí y ahora. La de después es invento de la abuela. La dinámica del materialismo, la tecnología y el consumo no se lleva con la fe desnuda y desprovista. Si el Señor se las veía canutas en sus tiempos, hoy en el siglo XXI, la fe es alma de titanes, talante de sencillos, cosa de humildes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario