sábado, 21 de septiembre de 2013

Llamar a pecadores

INVOCATIO: Resuene Cristo por toda la tierra.

 

LECTIO Ef 4, 1-7. 11-13. Llamado a generar la unidad de la Iglesia y a hacer que todos conozcan al Señor Jesús. Sal 18, 2-5. El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento la obra de sus manos. Mt 9, 9-13.Vocación de Mateo, publicano y pecador.

 

MEDITATIO: Mateo, apóstol y evangelista. Su historia es fascinante y conmovedora. Era un tipo culto y bien leído, le apasionaba igual la literatura que la ciencia exacta. En el trabajo era puntual y siendo Cafarnaúm un pueblo de varias manzanas a pie, más de alguna vez debió escuchar con agrado las enseñanzas de Jesús. ¿Qué vio Jesús en él? Lo más verosímil para entender su vocación es como si hoy Jesús llamara al sacerdocio a una de las cabezas del narco. San Pablo recuerda a los Efesios el menester de la vocación cristiana. Cada uno ha recibido un carisma de acuerdo a la vocación: unos de apóstoles, otros de apóstoles, predicadores, maestros o evangelistas. Tal vez sus palabras nunca llegaron a Mateo y tal vez Pablo nunca supo que aquel hombre ensañado en acaudalar tributos para un pueblo extranjero y pagano, habría de ser uno de los cuatro evangelistas. El cristiano está llamado a hacer Iglesia, a hacer que todos conozcan al Señor Jesús. Al escribir Pablo, le rondan por la memoria miles de anécdotas de la vida de Jesús, como la vocación de Mateo. Era un hombre detestable y odioso porque estaba sentado a la mesa para exigir el pago de los tributos en nombre de los romanos. El oficio era sucio, impensable para un judío ortodoxo, pero era muy bien pagado por los ocupantes de la Judea. Nadie más despreciable a los ojos de los judíos en tiempos del Nazareno. Pero Jesús no pasó de largo frente a aquella mesa, se detuvo, lo miró a los ojos con compasión y lo eligió. ¿Qué habrá visto el recaudador fiscal para largarse de la oficina de cobranzas y seguir al Señor? Lo tenía todo, era rico, la gente lo miraba de reojo, pero al fin lo respetaba. Mateo y sus amigos del fisco, “pecadores” -para la raza judía-, dejaron las cuentas pendientes y se fueron a sentar a la mesa con el Maestro a gozar de la comida. ¿Qué imprudencia y osadía de Jesús! Cualquiera hubiera dicho que no era prudente, o que no estaba bien que te vieran en compañía de personas de tan mala fama, mejor ahorrase la crítica, los dimes y diretes. Pero Jesús lo tenía claro, y así quería evidenciarlo. No ha venido a buscar a los justos, sino a los pecadores, y les echa en cara a los fariseos su falta de misericordia. Una vez más este Jesús sorprende a cualquiera por su comportamiento reaccionario y contrastante. Donde la gente ve desprecio, Él aprecio; donde corrupción, Él un apóstol; donde sólo aparecen números a favor de Roma, Él un escritor de Evangelios para el mundo; donde un sumiso y comprado por el invasor, Él un discípulo generoso y fiel; en fin donde huele a plata sucia, Él huele a predicador de la Buena nueva.

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