viernes, 20 de septiembre de 2013

Los doce y las mujeres

INVOCATIO: Nada trajimos cuando vinimos al mundo, y al irnos, nada podremos llevar.

 

LECTIO 1Tim 6, 3-12.La avaricia es la raíz de todos los males. Sal 48, 6-10. 17-20. Cuando muere el hombre, no podrá llevarse nada consigo. Lc 8, 1-3. A Jesús lo acompañan los doce y muchas mujeres que ayudaban con sus bienes.

 

MEDITATIO: San Pablo, de oculto, hace el mejor elogio de la mujer, si su carta se asocia al pasaje hodierno de San Lucas. Al Señor le acompañan en sus correrías apostólicas dos grupos de personas: los Doce apóstoles de los que no dice más; y un grupo, muy superior, de mujeres, de quienes el Señor había echado demonios y sanado de enfermedades.., y ellas, agradecidas, iban tras Él poniendo todos sus bienes y solucionando la papeleta de las comidas, los lugares de descanso y todas las cuestiones prácticas de una vida nómada. Entre ellas, la famosa María Magdalena, Juana la esposa de Cusa, Susana… San Pablo al escribir del Obispo, sucesor de los apóstoles y seguidor de Jesús, no menciona dotes pastorales, ni cualidades de autoridad, sino la virtud del desprendimiento de las cosas. En efecto, uno nada trae al llegar al planeta y nada se lleva cuando se va. Es precisamente ésta la cualidad sobresaliente que Lucas pone en la mujer, seguidora del Señor.  A la mujer judía se le prohibía estudiar. Su lugar era el hogar y siempre debía mantener la cabeza cubierta con un manto. Era inferior al hombre en todos los sentidos. En el Templo no podía pasar del vestíbulo y en la sinagoga nunca podía tomar la palabra ni leer en público las Escrituras. La mujer adúltera era condenada a muerte por lapidación. La palabra de la mujer no tenía ningún valor y su testimonio no era válido en juicios. La posición de la mujer se ceñía al hogar y a la procreación. Un matrimonio judío, sin hijos, era una maldición. En este contexto es categóricamente impensable y revolucionario el comportamiento de Jesús para con la mujer. Para encarnarse, viene de una mujer. Sus primeros testigos después de la resurrección, son mujeres. Aunque los maestros de entonces se hacían seguir sólo por varones, el Señor tiene un séquito numeroso de féminas. En más de una ocasión impide que la mujer adúltera sea lapidada a muerte. Se diría que Jesús es el primer feminista de la historia. Y la cualidad sobresaliente que el Señor descubre en ella es la generosidad y eso quiere de sus seguidores. Desprenderse de todo para ponerlo a los pies del Maestro. La avaricia es la raíz de todos los males y en la Iglesia naciente, los cristianos ponían sus bienes a disposición de los apóstoles. Jesús devuelve a la mujer el papel que le corresponde en la Iglesia. Madre y bienhechora, concienzuda de su identidad de pecadora y curada, servidora de la caridad y del perdón, emprendedora en los asuntos más delicados e importantes de la comunidad: la atención al Cristo de los pobres, de los pequeños, de los enfermos, de los más necesitados. Ejemplos los hay en millones de religiosas y consagradas, santas y mártires que han entregado su vida en el seguimiento más cercano y fiel del Señor Jesús. La Iglesia no puede vivir sin la generosidad de la mujer. Vocación de grande y dedicada a lo pequeño. San Lucas se merece una medalla por recoger este detalle nada insignificante. A Jesús le seguían los doce y muchas mujeres, dadoras de bienes y servicios.

 

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