INVOCATIO: Desde.
LECTIO: Rom 3,21-30. En la misión del apóstol, Lucas es su compañero y está con él. Sal 129,1-6. ¡Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado! Lc 11,47-50. La mies es abundante y los obreros pocos. Pónganse todos en camino de misión y evangelización.
MEDITATIO: La fiesta de hoy prevalece sobre el tiempo ordinario de la liturgia. San Lucas, uno de los 4 evangelistas, nació en Antioquía, y su Evangelio responde a un hombre de profesión médico, sumamente culto y detallista. Él mismo no fue testigo ocular de los hechos, pero su narración es la más completa y minuciosa. La primera lectura sitúa a Pablo en Roma, dentro de una comunidad llena de intrigas, despechos, traiciones. Y es que el camino del Evangelio no es chocolate con churros. Por todas partes aparece el hombre viejo, cargado de egoísmos y en cambio, la Buena Nueva de Jesús es renuncia al pecado y vida para Dios. Entre todas las quejas que Pablo presenta a la comunidad de Roma, está Lucas, el compañero fiel en la misión de evangelizar. Y mientras Pablo se dedica a fundar comunidades por todo lo ancho y largo del imperio romano, Lucas escribe y su palabra escrita e inspirada ha de trascender todos los tiempos y lugares. Gracias a eso, hoy día, en todos los rincones del planeta Tierra se proclama y se medita el Evangelio de Lucas. La segunda lectura versa sobre el envío de los 72 discípulos que han de anunciar la Buena Noticia en los poblados, aldeas y grandes ciudades. A toda la tierra alcanza su pregón. Para la mentalidad judía el número 7, 70 y derivados, encerraba una infinidad relativa. En ese grupo está significada toda la comunidad de los bautizados. Un puente conecta este envío con aquel mandato último antes de la ascensión: “Id por todo el mundo y haced discípulos míos”. Lucas tomó bien nota de estas palabras y el evangelista escribe para todo el mundo conocido de entonces. Jesús no es sólo para el reino de Judea, es para todo lugar y es de todos los tiempos. Es Alfa y es Omega y el envío de 72 es símbolo y sello para todo bautizado. Cualquiera puede y debe ser evangelista. El vocablo griego significa “el buen enviado”. De este modo discípulo, apóstol, bautizado y evangelista son sinónimos. Con el tiempo la tarea de escribir el evangelio se ha reducido a cuatro “evangelistas” pero ha surgido entonces la misión del “evangelizador” y del “evangélico” como lo más propio del cristiano. Al Papa Francisco ya no le alcanzan las palabras para gritarlo en todas sus homilías y alocuciones. Salir a las periferias, abandonar la sacristía, ponerse la camiseta, montar un lío en la Iglesia. Esa fue la misión de Lucas y es la misión de todo bautizado. No es escribir otro Evangelio, es vivirlo y predicarlo con el ejemplo. El Evangelio es siempre actual, es de todo tiempo y lugar. La Buena nueva es siempre novedad para el niño y el joven, para la puberta y señorita, para el hombre de negocios y el ama de casa. Para el abuelo y el infante, el enfermo y el sano, el anciano y el rapaz, el pobre y el millonario. El oficio de predicar y anunciar no es sólo del cura. El Espíritu Santo inspira a todos los bautizados. Evangelio para todos.
ORATIO: Señor Jesús, no te he escogido yo, has sido tú quien me elegiste a mí. Y yo me siento indigno, pecador, mal preparado para la misión ingente que me has confiado. Me siento uno de los setenta y dos enviados. Soy mensajero. De ti he recibido la alforja del Evangelio y todos los días resuena tu voz: ve por todo el mundo y anuncia el Evangelio. No me fijaré más en que no lo merezco, sino en ti y en el mensaje que has puesto en mis labios.
ACTIO: La vida como quiera que se vea es Evangelio y es anuncio. Anunciar a Cristo Jesús con la vida. Anunciarlo en el trabajo disciplinado, en la convivencia alegre, en el servicio fraterno, en la observancia de las leyes civiles, en el estudio comedido, en la caridad al pobre y necesitado, en la vacación y el tiempo libre. Evangelizar es llevar el aire de familia y es también hablar de Cristo sin respetos humanos y es también comprometerse con la “nueva evangelización”.
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