martes, 29 de octubre de 2013

LECTIO DIVINA

Promesa

 

INVOCATIO: El Señor ha estado grande con nosotros, nos parecía soñar.

 

LECTIO: Rom 8,18-25.Los sufrimientos de ahora no son nada en comparación con la gloria que nos espera. Aguardamos con esperanza la hora de ser hijos de Dios en plenitud.Sal 18,2-5. El Señor ha estado grande con nosotros; ha cambiado nuestra suerte. Lc 6,12-19. El Reino como una semilla de mostaza, como una porción de levadura en la masa.

 

MEDITATIO: En el año de la fe: esperanza, semilla de mostaza que ha de cobijar parvadas enteras bajo su sombra. En el año de la fe, ilusiones, fermento para el pan y la torta de chocolate. San Pablo compara el presente con el futuro, lo de acá abajo con lo de allá arriba, la realidad de hoy con la gloria eterna. En tal perspectiva cualquier sufrimiento de este rincón del universo se esfuma ante la gloria que ya está a la puerta. La resurrección es la esperanza de los que mueren al pecado. ¿Pero qué decirle a la madre joven, golpeada por el esposo vándalo? Y al empleado afanoso sin salario suficiente o en el paro. Y al hombre de negocios abandonado por un modelo más guapo. Y al joven esforzado pero incapaz de dominar sus adicciones. Y a uno que sostiene su quijada tras las rejas del castigo. ¿Qué decir? ¡Esperanza! Es la mejor de las medicinas. Un deus ex machina. Un doctor gratuito. Basta una pizca de esperanza, un granito de mostaza, un mínimo de levadura. Mirar al horizonte y saber que en el más allá no hay ni sombra de sufrimiento, ni atisbo de dolor, ni esfuerzo alguno, ni ruido, ni alquitrán, ni asomo de enfermedades. Lo de acá se acaba. No hay virus que dure cien años. Lo de allá permanece y el hombre no tiene ni idea de cuánto le espera. El cuerpo aguarda la redención de los hijos de Dios. El cuerpo en el estado actual es un desgarriate. No, no fue así como fue proyectado por el gran Arquitecto del Universo. San Pablo sostiene que fue un rapaz quien sometió el cuerpo a la frustración y a la desobediencia y por uno la pagaron todos. Eso hace que el cuerpo mortal aguarde como con gemidos de parto, la hora de ser un cuerpo adecuado a un hijo de Dios. Mientras tanto se conserva el germen de la inmortalidad y de la gloria como una semilla de mostaza o como una medida de levadura. La semilla germinará en un árbol lleno de verdor, de sombra, de frescura, capaz de albergar las aves del cielo. La levadura fermentará toda la masa para dar de comer a miles de millones de seres humanos en el cielo prometido. La esperanza es la virtud teologal de los puentes. El puente firme y seguro entre este valle de lágrimas y la celebración gozosa y sin ocaso de la compañía de Dios. El puente entre los sinsabores de la amistad, el esfuerzo del trabajo, el cansancio de la obligación de acá abajo y el abrazo festivo del Padre, el descanso merecido, la alegría sin final de allá arriba. Es tiempo de levantar cabeza, de ver más allá de las semillas de mostaza y de la masa aún no fermentada. La promesa de Dios tiene un plus original y único que no tiene ninguna otra promesa humana. La prenda que deja detrás en manos de hombres. La prenda de la Eucaristía. La prenda que asegura ineludiblemente la promesa.

 

 

ORATIO: Señor mío y esperanza mía, yo espero en ti porque Tú eres fiel a tu promesa. A veces dudo y me deprimo y me desaliento porque me ciego a tu palabra. Ayúdame, Jesús, a agarrarme de la Eucaristía, prenda de salvación y garantía de inmortalidad. Espero en ti Señor porque es interminable tu misericordia.

 

CONTEMPLATIO: promesa Image and video hosting by TinyPic

 

ACTIO: Ejercicio de esperanza. Ejercitarse en esta virtud consiste en repetir muchas veces a lo largo del día, actos de esperanza. Un acto de esperanza es poner contenido al “Yo espero en ti Señor”. ¿Por qué? Porque Él es fiel, es misericordioso, porque en el horizonte está el cielo prometido. ¿Cuándo? Cuando dudas, está baja el autoestima, te sientes mal, estás enfermo, tienes pocos recursos y muchos problemas. ¿Qué? El cielo, la vida eterna, la felicidad plena, el amor sin ocaso, el descanso ininterrumpido y para siempre.

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