viernes, 18 de octubre de 2013


Juicio a flor de piel

INVOCATIO: A toda la tierra alcanza su pregón.

LECTIO: Rom 2,1-11. Las denuncias del apóstol son duras y enérgicas. Nadie debe gloriarse ante Dios. Sal 61,2-3.6-7.9. El Señor paga a cada uno según sus obras Lc 11,42-46. ¡Ay de los fariseos que pagan el diezmo y pasan por alto el amor de Dios! ¡Ay de los maestros de la ley ponen cargas insoportables en los demás mientras ellos no las mueven ni con un dedo!  

MEDITATIO: ¿Quién es realmente el romano, al que escribe Pablo? ¿Se trata de un soldado del imperio? Lo más seguro es que no. ¿Escribe sobre los súbditos libertinos del imperio? No, el apóstol es muy directo con sus interlocutores y no escribe sobre “otros”. Se dirige a una comunidad de convertidos de la ciudad de Roma, capital del imperio. Les ha puesto las bases de una moral íntegra e intachable y en este capítulo, Pablo arremete contra los que se creen más que los demás y se permiten juzgar a los otros que los creen inferiores; claro, ellos viven en Roma, la cuna de la civilización y del Reino más extendido de la historia. Y es fácil creerse superiores al resto del mundo por cualquier motivo y entonces surge el desprecio. Sucede también hoy en el planeta Tierra. Tu país siempre es el mejor, tu equipo de fútbol siempre gana, la marca de ropa y de perfume es “la marca”, tu escuela gana todos los premios, tu trabajo es el más líder del mercado. ¿Y tú? Un fuera de serie. Para el Evangelio nada importa de dónde eres, ni dónde pasas vacaciones. Pablo insiste severamente en que la única valoración del cristiano es la de pecador. Pero, por supuesto que no pecador sin más, sino ¡pecador redimido! Así nadie se gloría, el mérito es del Redentor. El Señor paga a cada uno según sus obras. El paralelismo entre el mundo de los romanos y el de los fariseos del Evangelio de Lucas es asombroso. Jesús, como el apóstol, saca los tonos más fuertes y severos contra los fariseos y maestros de la ley. ¡Ay de vosotros los fariseos, que pagáis el diezmo sobre la ruda y la menta mientras pasáis por alto el amor de Dios! Externamente intachables, a los ojos de la gente siempre bien portados, jamás darían un mal ejemplo en nada. Pagar el diezmo sobre las legumbres era uno de los preceptos más nimios, pero lo harían a vista del mundo entero para ganar imagen delante de los demás. Un talento equivalía a 4 gramos de plata, el jornal diario que proveía a una familia de pan y de legumbres. Roma grababa un impuesto hasta de las lentejas y garbanzos y los Fariseos eran los primeros en pagar delante de todos. Esto les permitía después ufanarse de ser mejores y despreciar a quienes buscaban cómo librarse de los impuestos.  Jesús continúa su discurso arremetiendo contra los doctores de la ley y el grupo dirigente. Parece que lo dijo ayer. Sería una arenga sin desperdicio para los parlamentos y las cámaras legislativas. Buscan los primeros asientos, los mejores lugares, los puestos de honor y los saludos y reverencias en la calle; señal de distinción, de clase superior, de estilo. No es tanto que vivan en colonia de rico, ni que circulen en autos del año o tengan los salarios de una vida acomodada, sino que eso sirva de plataforma para despreciar a los demás, al que vive hacinado en casas geo y vecindades de periferia, al que trabaja de barista o camarero, al que gana apenas para las lentejas en el hotel de cinco estrellas. Parecería que el pobre y el muerto de hambre llevan tatuado en la piel el título de muerto de hambre.

ORATIO: Dios mío hoy me he levantado de rodillas para pedir misericordia. Soy un pecador. Y tú en vez de despreciarme, me has redimido. Pagaste entero el rescate por mí. Me duele no ser como tú. Yo juzgo a los demás, me considero diferente, superior. Juzgo de apariencias, juzgo sin razón. Perdóname, Señor. Dame la gracia de contagiarme de tu estilo y no criticar ni juzgar a nadie. Ayúdame a tomar mayor conciencia de que soy un pecador redimido por ti; y amar en el otro lo que tú has amado en mí.

CONTEMPLATIO:  Juicio a flor de piel Image and video hosting by TinyPic

ACTIO: No juzgar, no quedarse en las apariencias. El hábito no hace al monje. El exterior no es el criterio de valoración de una persona: ni su forma de hablar, ni lo que lleva puesto, ni la colonia donde vive, ni el puesto de trabajo, ni los tatuajes que lleva encima, ni siquiera su conducta. Pedir al Espíritu Santo el don de inteligencia para leer el alma y el corazón de cada persona. No pongas categorías, no dividas el mundo en buenos y malos, sabios e ignorantes, listos y tontos, ricos y pobres. Todos somos hijos de Dios.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario