LECTIO DIVINA
Soplo divino
INVOCATIO: El Señor se acuerda de su alianza por siempre, de la palabra dada por mil generaciones.
LECTIO: Rom 4,1-13.16-18.No es la observancia de la ley sino la fe lo que obtiene para Abraham la promesa de una descendencia y una tierra.Sal 104,6-9.42-43.¡El Señor se acuerda de su alianza eternamente!Lc 12,8-12. La blasfemia contra el Espíritu Santo no se perdona. Cuando conduzcan a los discípulos antes las autoridades, no deben preocuparse porque El Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que tienen que decir.
MEDITATIO: Se da en el ser humano una grandeza sublime y secreta que consiste en la capacidad de dirigirse a Dios y depositar su confianza en el poder infinito del Espíritu Santo. Capacidad ésta que tiene todo hombre, por el hecho de ser hombre, hecho de la misma pasta que el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad.Capacidad que se subestima y se oculta tras el manto de unos cuantos privilegiados como Abraham, Moisés o Elías. ¿Es que acaso un anciano corrioso y caravanero es el único con el título de interlocutor? O ¿es que el monte Oreb y la travesía por el desierto dotaron a Moisés de un talento especial para encararse con el Altísimo? Había en ellos, igual que en cada hijo de Adán, una habilidad para interrelacionarse con Dios. Esta predisposición se llama fe o confianza en el poder superior de Dios. Los judíos ligaron la alianza de Dios y su promesa a la observancia de la ley. Pablo no está de acuerdo y demuestra que la promesa más viene por la gracia de la fe. Jesús, en el Evangelio, se atreve a decir que quien aborta la fe en el Espíritu Santo, comete un pecado de blasfemia que no podrá ser perdonado, no porque Dios no pueda perdonarlo, sino porque la desconfianza lo vuelve imposible. Por mucho tiempo se creyó que la blasfemia consistía en proferir indecencias y palabras malsonantes en contra del Espíritu. Nada más infantil. Por supuesto que hablar mal de Dios es una faena de muy mal gusto. Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo es desconfiar en su poder al punto del desprecio. Por lo demás, mejor será concentrarse en la otra cara del mensaje, la positiva. La confianza en el Espíritu Santo confiere a la persona el mismo poder de Dios de suerte que no debe temer nada de cuanto pueda suceder. Ni la enfermedad, ni el desamparo, ni la cárcel, ni los tribunales. Toda situación oscura encontrará luz, en todo aprieto surgirá la solución, ante el despojo, será el mismo Dios la compañía y de frente a las autoridades, ¡Nadie puede soplar mejor que el Espíritu! Sucede en pleno siglo XXI que tantos adelantos de la ciencia y de la técnica, hacen de los habitantes del planeta unos desconfiados de profesión. Se desconfía del mejor amigo, de la madre que dio a luz, del puesto de trabajo y de las negociaciones más sagradas. Se verifican doblemente los documentos de identidad, los billetes de banco, los libros más expertos y las aseveraciones más fundadas. En un siglo de desconfianza y suspicacia cuesta más que nunca entrar en sintonía con el Divino Espíritu y creerle y fiarse de Él. Y el “credo” se reza todos los domingos en misa, pero qué signifique “creer en el Señor que da la vida”, pocos lo saben. Queda la palabra de Jesús, la palabra desnuda del mismo Hijo de Dios. No se preocupen de nada, porque el Espíritu de Dios es de profesión abogado y el los defenderá.
ORATIO: Señor, te doy gracias por el don de tu Espíritu. Con Él a mi derecha no vacilaré. Cuando camine por cañadas oscuras, no temeré. Cuando la traición, el desatino y la sospecha hagan blanco de mi persona, ahí estará el Consolador y el Abogado Defensor. Nada podré temer porque tu Espíritu de amor va conmigo.
CONTEMPLATIO: Soplo divino
ACTIO: Haz una oración de confianza al Espíritu Santo. Piensa en la mejor ayuda, el mejor escudo, la mejor protección, la mejor compañía
INVOCATIO: El Señor se acuerda de su alianza por siempre, de la palabra dada por mil generaciones.
LECTIO: Rom 4,1-13.16-18.No es la observancia de la ley sino la fe lo que obtiene para Abraham la promesa de una descendencia y una tierra.Sal 104,6-9.42-43.¡El Señor se acuerda de su alianza eternamente!Lc 12,8-12. La blasfemia contra el Espíritu Santo no se perdona. Cuando conduzcan a los discípulos antes las autoridades, no deben preocuparse porque El Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que tienen que decir.
MEDITATIO: Se da en el ser humano una grandeza sublime y secreta que consiste en la capacidad de dirigirse a Dios y depositar su confianza en el poder infinito del Espíritu Santo. Capacidad ésta que tiene todo hombre, por el hecho de ser hombre, hecho de la misma pasta que el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad.Capacidad que se subestima y se oculta tras el manto de unos cuantos privilegiados como Abraham, Moisés o Elías. ¿Es que acaso un anciano corrioso y caravanero es el único con el título de interlocutor? O ¿es que el monte Oreb y la travesía por el desierto dotaron a Moisés de un talento especial para encararse con el Altísimo? Había en ellos, igual que en cada hijo de Adán, una habilidad para interrelacionarse con Dios. Esta predisposición se llama fe o confianza en el poder superior de Dios. Los judíos ligaron la alianza de Dios y su promesa a la observancia de la ley. Pablo no está de acuerdo y demuestra que la promesa más viene por la gracia de la fe. Jesús, en el Evangelio, se atreve a decir que quien aborta la fe en el Espíritu Santo, comete un pecado de blasfemia que no podrá ser perdonado, no porque Dios no pueda perdonarlo, sino porque la desconfianza lo vuelve imposible. Por mucho tiempo se creyó que la blasfemia consistía en proferir indecencias y palabras malsonantes en contra del Espíritu. Nada más infantil. Por supuesto que hablar mal de Dios es una faena de muy mal gusto. Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo es desconfiar en su poder al punto del desprecio. Por lo demás, mejor será concentrarse en la otra cara del mensaje, la positiva. La confianza en el Espíritu Santo confiere a la persona el mismo poder de Dios de suerte que no debe temer nada de cuanto pueda suceder. Ni la enfermedad, ni el desamparo, ni la cárcel, ni los tribunales. Toda situación oscura encontrará luz, en todo aprieto surgirá la solución, ante el despojo, será el mismo Dios la compañía y de frente a las autoridades, ¡Nadie puede soplar mejor que el Espíritu! Sucede en pleno siglo XXI que tantos adelantos de la ciencia y de la técnica, hacen de los habitantes del planeta unos desconfiados de profesión. Se desconfía del mejor amigo, de la madre que dio a luz, del puesto de trabajo y de las negociaciones más sagradas. Se verifican doblemente los documentos de identidad, los billetes de banco, los libros más expertos y las aseveraciones más fundadas. En un siglo de desconfianza y suspicacia cuesta más que nunca entrar en sintonía con el Divino Espíritu y creerle y fiarse de Él. Y el “credo” se reza todos los domingos en misa, pero qué signifique “creer en el Señor que da la vida”, pocos lo saben. Queda la palabra de Jesús, la palabra desnuda del mismo Hijo de Dios. No se preocupen de nada, porque el Espíritu de Dios es de profesión abogado y el los defenderá.
ORATIO: Señor, te doy gracias por el don de tu Espíritu. Con Él a mi derecha no vacilaré. Cuando camine por cañadas oscuras, no temeré. Cuando la traición, el desatino y la sospecha hagan blanco de mi persona, ahí estará el Consolador y el Abogado Defensor. Nada podré temer porque tu Espíritu de amor va conmigo.
CONTEMPLATIO: Soplo divino
ACTIO: Haz una oración de confianza al Espíritu Santo. Piensa en la mejor ayuda, el mejor escudo, la mejor protección, la mejor compañía
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