Pobres ricos, ricos pobres
INVOCATIO: El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos.
LECTIO: Am 6, 1a. 4-7. El profeta maldice a los apoltronados y dados al placer. Sal 145, 7-10. El Señor ama a los justos. 1Tim 6, 11-16. El obispo practica la justicia, pelea el buen combate de la fe.Lc 16, 19-31. La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro.
MEDITATIO: Hay pobres ricos y ricos pobres. Aunque por enésima vez parezca que la liturgia enjuicie y condene la riqueza, más bien se trata de elogiar la verdadera pobreza. El profeta Amós maldice a los apoltronados y dados al placer, no porque sea malo conseguir y alcanzar el bienestar sino por ignorar al pobre y no compartir con el necesitado. La carencia de bienes que lleva a extender la mano e invocar a Dios rico en misericordia, hace del pobre, rico. Como también la abundancia egoísta, autocomplaciente y avara, hace del rico, pobre. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde el alma? El capital y el dinero no son un mal, sino al contrario, un bien, una bendición de Dios y una necesidad para vivir. El hombre no es un ángel, existe en una unidad sustancial de alma y cuerpo. Ninguna escuela griega ni cátedra universitaria avanzada lograría del ser humano, vivir del puro espíritu. La vida no es gratis y es Dios el primero en saberlo al lanzar al hombre a ganar el pan con el sudor de la frente. El mal, entonces no se esconde en la riqueza, sino en la ausencia de solidaridad e interés por el vecino en necesidad. La riqueza del pobre está en el corazón de Dios. El Evangelio de hoy sacude conciencias, porque a la puerta del rico epulón y banquetero, yace un Lázaro pordiosero y maloliente. El contraste clama al cielo. También hoy, en pleno siglo XXI se dan contrastes brutales en las grandes urbes. Mansiones de lujo al lado de tugurios miserables. Villas y chalets vigilados colindan con favelas y domicilios de cartón. Colonias en adoquín de piedra y maderas de caoba en frente de suburbios de baches, lodo y pedruscos desacomodados. Dos caras de pedregal, uno atrinchera los banquetes del millonario, otro atestigua las tostadas de col del indigente. Los avances tecnológicos, la industria, la globalización parecen distanciar más los polos. En este mundo, los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. En el otro mundo los pobres son ricos y los ricos pobres. Los primeros poseen el Reino, los segundos el sufrimiento interminable. La solución del evangelio apunta al más allá donde la justicia dará a cada uno lo suyo. No se trata de empuñar las armas para despojar al rico y favorecer al pobre. El mensaje quiere tocar el corazón de quien tiene para compartir con el que nada o poco tiene. Existe otra lectura de la parábola de Lázaro y el rico epulón. El nombre de Lázaro significa “sólo Dios te ayuda” y el personaje del evangelio es figura perfecta de Jesús de Nazaret, venido al mundo en pesebre de ganado, educado en la escuela de María; sus dineros no alcanzaron ni para una piedra de almohada, predicador de una túnica y un par de sandalias, sin plata ni alforja; muerto en la desnudez y de testamento un manto sin costura, heredado por sorteo a un soldado. Mientras tanto el imperio romano hace alarde de sus conquistas, banquetea, danza y ríe.
ORATIO: Gracias Jesús por hacerte pobre para enriquecerme con la herencia del cielo. Infunde en mí la alegría de la pobreza de las cosas para gozar más de ti. Haz de mi espíritu una ventana de caridad, de mi inteligencia una fuente de consejo, de mi corazón un surtidor de solidaridad. Que mi testamento sea una página en blanco, no por no tener nada sino por haberlo dado todo.
CONTEMPLATIO: Pobres ricos, ricos pobres
ACTIO: Ejercicio de solidaridad y generosidad. Sugerencias hay muchas. Regalar de tu ropa en un orfanatorio. Ayudar con cajas de comida para el dispensario parroquial o Caritas internacional. Dar siempre propinas sustanciales por encima del 15% en restaurantes. Aportar algo extra a las personas de servicio: al taxista, al cajero, al vendedor callejero, al despachador de periódico. Ser el primero y más generoso en colaborar en iniciativas sociales o eclesiales.
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