lunes, 7 de octubre de 2013

Un profeta rebelde.

INVOCATIO: Sacaste mi vida de la fosa, Señor.

 

LECTIO: Jon 1,1-2,1.11. Jonás es arrojado al mar camino de Tarsis; una ballena se lo tragó y estuvo Jonás en su vientre tres días; el Señor mandó al pez escupirlo en tierra firme. Jon 2,3-5.8. En mi aflicción clamé al Señor y me atendió. Lc 10,25-37. Parábola del buen samaritano que se portó como el más próximo al malherido.

 

MEDITATIO: Nínive era una ciudad muy grande e importante de Asiria, situada a orilla del río Tigris, actualmente Irak. Y Dios nombró al judío Jonás profeta para la Nínive pagana. En la visión bíblica, la figura del profeta hace las veces de mensajero y de guía, elegido no por las urnas populares sino por Dios mismo. Israel es la nación elegida y primera entre todas las doce naciones entonces conocidas. Por eso, Dios nombra a Jonás para subir a Nínive y anunciar su destrucción. La crueldad y bellaquería de los asirios era escandalosa y relevante; Nínive era una ciudad sanguinaria, sus calles llenas de rapiña y en sus hogares, mentira y engaño. Jonás se rehúsa a la orden divina y escapa en dirección contraria, hacia Tarsis. Tal vez no quería o tenía pereza, tal vez tenía miedo a la crueldad de los ninivitas, tal vez implicaba demasiado ir a la gran metrópoli, tal vez el mensaje de mal agüero pondría a temblar al mundo entero, el caso es que Jonás se escapa del designio de Dios. Habría muchas razones para pensar que en pleno siglo XXI son frecuentes los escapes y las negativas del mandato de Dios. El ignorante porque lo desconoce y se esconde, como Jonás en lo hondo de un navío, lo más lejos posible de Dios. Para el naturalista es la incredulidad el mejor escape; el universo es producto de una gran explosión de la materia y no hay moral ni religión que valga. El agnóstico rechaza por principio el mercado de religiones y ni siquiera contempla la realidad de la revelación. El materialista deja de lado a Dios porque no le es útil y está demasiado ocupado en consumir y gozar de los bienes naturales. El Evangelio de Lucas narra la parábola del buen samaritano, compadecido con aquel desconocido del camino, caído en manos de ladrones y maleantes. Cualquiera pensaría que la parábola del prójimo bondadoso y bien portado nada tiene que ver con el relajo de Nínive y menos con Jonás y sus fugas infantiles. Sin embargo es el rechazo de Dios lo que une ambos pasajes. Jonás rehúye la voluntad de Dios, como rehúyen el sacerdote y el levita, suplica de ayuda del desconocido y desafortunado del camino a Jericó. Jonás era judío y había recibido la encomienda de auxiliar a una nación caída en el vandalismo y la inmoralidad; el sacerdote y el levita también son judíos, llamados en causa para socorrer al necesitado y lleno de moretes y heridas. Finalmente Jonás es profeta y los dos personajes del evangelio, llamados en causa, son de la estirpe sacerdotal y levítica. Jonás escapa y se revela; el sacerdote y el levita pasan de largo. Pero la misión del amor se cumple en ambos casos y Nínive se salva y el apaleado del camino, también. Dios siempre saca de la fosa al caído.

 

ORATIO: Señor, quiero decirte algo. Cada mañana escucho el mandamiento del amor. Pero mi debilidad es mucha, las tentaciones de un mundo cómodo son gigantes, mi inconciencia hacen asemejarme mucho a Jonás. Quiero, Señor, escucharte bien, abrir los oídos y poner manos a la obra en la misión de salvar y sanar, ayudar y amar, servir y aliviar el dolor en el mundo. Ayuda mi fragilidad y pequeñez.

 

CONTEMPLATIO:  Image and video hosting by TinyPicun profeta rebelde

 

ACTIO: Ejercicio de generosidad. Dios ha puesto la semilla del amor y de la caridad en todo ser humano. Ayudar al necesitado, curar y cuidar al enfermo, socorrer al pobre, dar cobijo al vagabundo. No hagas lo que Jonás, te toca a ti.

 

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